Artículos de Opinión

Argentina repite.

La gestión de Macri, aunque lo intentó con las recetas tradicionales macroeconómicas, no pudo controlar la crisis para la vida corriente de la inmensa mayoría de los argentinos, acostumbrados a las facilidades de la era de ambos Kirchner, con casi todo subvencionado, que dejó el país lleno de deudas y estancado.

Se dio la lógica de las elecciones primarias (PASO), y la dupla peronista-kirchnerista, de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, vuelve al poder, aunque con menor diferencia de votos, pero con una mayoría clara para ganar en primera vuelta. Asumen el 10 de diciembre y surgen variadas interrogantes desde ahora, y que se volverán determinantes a futuro. La gestión de Macri, aunque lo intentó con las recetas tradicionales macroeconómicas, no pudo controlar la crisis para la vida corriente de la inmensa mayoría de los argentinos, acostumbrados a las facilidades de la era de ambos  Kirchner, con casi todo subvencionado, que dejó el país lleno de deudas y estancado. Sin embargo, la población no estaba para ajustes, por necesarios que parezcan, y deseaba regresar a la bonanza pasada, aunque irreal y costosa.
Tampoco tenían mayores opciones, si todo se encarecía día a día con una inflación incontrolable, un dólar que sólo subía, y una actividad productiva mediocre. Sólo se ofrecía una especulativa y probable mejoría a largo plazo. Bien conocemos que los plazos medianos o largos, ya no son aceptados, ante la urgencia de resultados satisfactorios o francamente mejores, que la actual ciudadanía exige con urgencia, rapidez, e inmediatez. Quieren todo, ahora y ya. La Argentina de Mauricio Macri, estaba muy lejos de poder satisfacerlos sola, y todavía menos, con las recetas del Fondo Monetario Internacional u otras instituciones de crédito, que todavía no han captado a cabalidad estos cambios sociales y siguen con las condicionantes de equilibrio fiscal, austeridad y sacrificio, tal vez eficientes en su momento del Siglo XX, pero desajustadas e irreales para los tiempos actuales.
Toda medida en tal dirección impuesta a los argentinos por el Gobierno de Macri, simplemente los derrumbó e hizo retroceder a una pobreza que no conocían y que ya no es tolerable, ni social ni económicamente, mientras las necesidades de bienes, riqueza, y bienestar, cada día aumentan como derechos inalienables de todos, en particular, para las nuevas generaciones que no podrían subsistir, ni esperan hacerlo, como sus padres o abuelos. No desean vivir sin remuneraciones justas, esperanzas reales, o educación y salud actualizada. También aspiran a servicios, bienes de consumo, celulares y electrónica de última generación; movilidad independiente o de transporte público eficiente, con autos veloces, scooters eléctricos, bicicletas o lo que sea.  Todo lo más moderno posible, vestuario de marca, y pasatiempos más satisfactorios, entre muchas necesidades de hoy. Y no está mal, es lo que la modernidad ha alcanzado y no hay porqué postergarlos. Corresponde a cualquier habitante, sin distinción.
Lo único malo es que no son gratis, pero eso no necesariamente entra en la ecuación de las exigencias. Argentina, como muchos otros países, no escapa a esta nueva realidad. Pero con una diferencia, ha mirado y echado mano esta vez a lo que vivía hace tan sólo cuatro años, cuando Cristina reinaba bonificándolo todo, sin limitaciones, ni para ella misma. Ahí están las causas pendientes en tribunales, las acusaciones de enriquecimiento ilícito, la corrupción que la rodea, y tantas otras sospechas; todavía sin decisiones legales por su fuero de Senadora, o envueltas en presuntos complots políticos de sus oponentes. No han sido consideradas ni determinantes para los resultados electorales. Han primado las necesidades urgentes. Los resultados están a la vista, y Cristina, como Vice-Presidenta, seguirá protegida de todo enjuiciamiento.
Son las causas más evidentes, pero tampoco tenemos las respuestas a esta búsqueda de tiempos dorados con la promesa que ahora volverán, y de cómo lo lograrán las medidas económicas y sociales que se adopten, el pago de los generosos créditos internacionales obtenidos, y la estabilidad económica indispensable, entre tantas necesidades, tanto o más urgentes que las demandas. Por cierto, las nuevas autoridades recién elegidas, lo saben y deberán darlas a conocer a la brevedad, una vez que pase la natural euforia de haber triunfado. Con mero voluntarismo no se logrará y habrá que enfrentar la dura realidad del país, y conjugarla “en su medida y armoniosamente” de acuerdo al viejo lema peronista.
Es de esperar que lo hagan realidad y vengan con ideas novedosas y originales, adecuadas a los nuevos tiempos. Sin embargo, son políticos con un extenso pasado conocido y con pocos logros fehacientes en sus muy recientes y respectivas gestiones. ¿Serán los mismos de antes, o se han transformado en otros en este corto plazo? ¿Se limitarán a adecuar y repetir las viejas recetas? ¿Buscarán el apoyo a medidas populistas que calmen la ciudadanía que los eligió? ¿Tendrán el éxito requerido?
Ojalá, pero no hay  ninguna certeza, más bien deben confrontar más dudas que seguridades. Nada fácil dentro de la realidad imperante en Argentina, plena de carencias desafiantes.
Internacionalmente, ya ha quedado claro que hay un nuevo Eje con México, y regresará la pertenencia Argentina a la sintonía con los regímenes adictos a la Revolución del Siglo XXI, con Maduro, Ortega, Morales (si logra sobrevivir), inspirados en la Cuba que subsiste sin cambios en más de setenta años. Con Brasil o Chile, y tal vez con un Gobierno diferente en Uruguay, dependiendo de la segunda vuelta electoral, posiblemente las relaciones volverán a ser frías o sólo pragmáticas reducidas a lo indispensable.
En todo caso, queda claro que la única acción que no deberían intentar, sería la de repetir lo que siempre han hecho. Si tuvieron serios problemas entonces al hacerlo, reiterar ahora más de lo mismo, sería extremadamente riesgoso e inoportuno. Aunque todavía no hay signos de que intenten cambios  trascendentes. (6 noviembre 2019)

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