Artículos de Opinión

La búsqueda de un ideal democrático: R.W. Emerson y W. Whitman.

Creo sinceramente que aún no nos hemos detenido a reflexionar con profundidad en torno a este trascendental asunto, omisión que, a mi parecer, a lo largo de toda nuestra historia republicana, ha generado un verdadero “vacío existencial”.

Los pueblos necesitan ideales y convicciones, especialmente las naciones jóvenes como la chilena, donde la búsqueda de un ideal democrático resulta absolutamente indispensable para conformar su identidad, generar procesos de autodeterminación y sentar las bases de una convivencia libre e igualitaria para las futuras generaciones. Creo sinceramente que aún no nos hemos detenido a reflexionar con profundidad en torno a este trascendental asunto, omisión que, a mi parecer, a lo largo de toda nuestra historia republicana, ha generado un verdadero “vacío existencial”, que ha repercutido en nuestra conciencia democrática y en la forma de convivencia –más bien forzada por las circunstancias- que se ha ido forjando. Propiciándose, ente otros asuntos, una verdadera dependencia intelectual en la nación chilena, carente de ideas propias y fuertemente influenciada por modelos de vida y de organización -especialmente institucional- de otros países preponderantes. Todo ello fue concibiendo una particular forma de convivencia democrática y una peculiar forma de entender las libertades de sus ciudadanos; muy alejado, y es lo que me quiero referir brevemente en las líneas que siguen, del ideal del hombre americano que caracterizó los orígenes de la historia política de los Estados Unidos y la forma de convivencia democrática que ella generó, en donde se fomentó la idea de un hombre nuevo que actuaba de acuerdo a principios e ideas nuevas, y que obedecía la ley de su propia naturaleza para alcanzar su potencial.

Cuestión muy distinta a la inspiración del proceso descolonizador latinoamericano -y, por cierto, también el chileno- y a la forma de organización socio-política que de ello se generó. Como bien sintetiza Danilo Martuccelli: “Cierto, desde el período colonial (en el Norte como en el Sur), muchas voces se levantaron contra este metarrelato, pero su resonancia fue tanto más débil cuanto la independencia política conducida por los criollos no significó una verdadera descolonización de los espíritus. Al contrario incluso: es a lo largo del siglo diecinueve que el deseo-ambivalente del Otro, presente en el pensamiento europeo, al endogeneizarse en las sociedades latinoamericanas a través de la mirada de las élites, se convierte en un proyecto explícito de contención de (…) el Otro, [que] son el rostro de una amenaza”[1].

Para entender esta diferencia, a continuación sistematizaré las ideas de dos pensadores clásicos estadounidenses del siglo XIX, que llevaron a su plena madurez el idealismo e inspiración del hombre americano, y sentaron las bases de la convivencia democrática de ese país, estos son, Ralph Waldo Emerson (1803-1882) y Walt Whitman (1819-1892).

R. W. Emerson en 1836 publicó un libro cuyo título era Naturaleza, y comenzaba con estas palabras: “Nuestra era es retrospectiva. Construye los sepulcros de los antepasados. Escribe biografías, historias y críticas (…) ¿Por qué no habríamos de tener una poesía y una filosofía que sean fruto de nuestra propia visión y no de la tradición, y una realidad que nos sea reveladas a nosotros, en lugar de ser la historia de la revelada a ellos? (…) El sol brilla también hoy. Hay en los campos más lana y más lino. Hay nuevas tierras, nuevos hombres, nuevas ideas. Demandemos nuestras propias obras y leyes y cultos”. Estas frases constituían el primer párrafo de este libro, y sirvieron como un manifiesto de la obra que realizó durante su vida como escritor y filósofo; siendo Emerson el primero en ser reconocido como un dirigente y guía espiritual de sus compatriotas.

Un año después de haber publicado Naturaleza, fue designado para dar una conferencia en la Universidad de Harvard en 1837, que se titulaba El Estudiante Americano. Indicaba en sus palabras de introducción: “(…) Quizá ya ha llegado el tiempo (…) en que el intelecto holgazán de este continente abrirá sus párpados de hierro y satisfará la esperanza aplazada del mundo con algo mejor que los esfuerzos de la capacidad mecánica. Nuestra época de dependencia, nuestro largo aprendizaje del saber de otros países, está a punto de terminar. Los millones de personas que a nuestro alrededor entran precipitadamente en la vida no pueden alimentarse siempre de los restos marchitos de las cosechas extranjeras”. Esta conferencia llegó a ser llamada la “Declaración de Independencia Intelectual” de ese país, uno de sus oyentes –dentro de los que estaba  Henry David Thoreau- escribió: “La rebelión puritana nos ha hecho eclesiásticamente, y la Revolución políticamente independientes, pero social e intelectualmente estábamos todavía amarrados al pensamiento inglés, hasta que Emerson cortó la amarra y nos dio una oportunidad en los peligros y las glorias del agua azul (…)”.

Emerson también escribió en sus Diarios: “La raíz y semilla de la democracia es la doctrina (…) La Democracia, la Libertad, tiene su raíz en la verdad sagrada de que cada hombre posee en sí la divina Razón (…) Cuando hablo del elemento democrático, no me refiero a esa cosa mala, vana y ruidosa que escribe periódicos mentirosos, declama en los conventículos y vende sus mentiras por oro, sino a ese espíritu de amor por el bien general cuyo nombre asume aquella”. Finalmente, estas ideas sirvieron a Emerson como la base de su teoría del Hombre Representativo, la que constituye el tema de su libro más ambicioso titulado, precisamente, Hombres representativos. Éste consiste en una serie de estudios de hombres en los que se manifestó, en diversos grados, la capacidad para el honor y la dirección humana. En síntesis, “Emerson se limitó a hacer de su Hombre Representativo la personificación de esa forma elevada de Honor simbolizada por la Confianza en Sí Mismo y que trata de llevar a los hombres hacia el conocimiento de la Super-Alma del Universo”[2].

Cabe recordar, que el descubrimiento y la primera colonización de los continentes americanos del Hemisferio Occidental se produjeron en un momento de crisis de la civilización europea, la que había emprendido un gigantesco plan de renovación y reconstrucción. En efecto, el Renacimiento, la Reforma y la Ilustración racionalista fueron tres grandes oleadas de desorden que azotaron la vida de Europa entre los siglos XV y XVIII. Todo ello culminó finalmente en las revoluciones políticas que se produjeron en América y Francia a finales del siglo XVIII, y que, a su vez, anunciaban las revoluciones agraria, industrial y social que sacudieron y modificaron el mundo en los siglos XIX y XX. Este gran ciclo revolucionario se produjo en Europa, pero alcanzó su realización más completa en una parte del mundo en la que la vida no soportaba las cargas de las leyes y las costumbres procedentes del pasado remoto. En este contexto, J. W. Goethe había dicho de América en Europa: no tienen ruinas, ni monumentos conmemorativos, ni señales visibles de su parentesco con la historia y la tradición; y también para Emerson esta falta era una ventaja. Así, en el Nuevo Mundo la idea de perfectibilidad humana, elevó al hombre individual a una posición de supremacía en la ética del progreso; y fue, precisamente, Emerson quien comenzó a revelar estas ideas a sus compatriotas. Que está bien resumido en su libro Confianza en uno mismo, en donde expresa, “el hombre debe obedecer a la ley sagrada de su propia naturaleza para alcanzar su potencial; el hombre es infinito; para realizar lo divino que hay en él, el hombre debe desprenderse de todos los dogmas y tradiciones que su intuición y su criterio rechacen y aventurarse a confiar en sí mismo”.

Ahora bien, en este Movimiento Romántico que se desarrollaba en esa época en los Estados Unidos, se posiciona al hombre individual en la cúspide de la historia, esto es, como indica Morton Dauwen Zabel, “es el hombre particular el que debe ser libre: libre para realizar su destino y su individualidad especiales, libre para expresar la divinidad de su alma y su espíritu, sobre la cual ninguna institución humana ni divina pueda alegar derechos que disminuyan de algún modo su santidad (…); y esta idea de la divinidad de la naturaleza humana fue repetida en alguna forma por casi todos los moralistas, reformadores sociales y poetas de la edad romántica, hasta que por fin llegó al humanismo de Walt Whitman”[3].

Se considera a W. Whitman como el gran filósofo de la “cultura de la democracia”, toda vez que escribe las mejores expresiones y frases sobre la democracia. Por cultura democrática -indica George Kateb en la introducción del libro de Whitman Perspectivas democráticas-, hay que entender tres cosas: “Primero, la cultura democrática es (o puede ser) una tierra fértil para la creación de nuevas obras de bellas artes. Segundo, la cultura democrática es (o está llegando a ser) una particular estilización de la vida –es decir, un conjunto distintivo de apariencias, hábitos, rituales, vestimenta, ceremonias, tradiciones populares y memorias históricas-. Tercero, la cultura democrática es (o puede ser) una tierra fértil para el surgimiento de grandes almas cuya grandeza consiste en que ellas mismas se asemejen a obras de arte en el espíritu de una aristocracia. Todos estos significados están interrelacionados y aparecen en la obra de Whitman a lo largo de su vida”[4].

Uno de los aspectos más relevantes de las ideas de Whitman en este tema, fue el concepto de “individualidad democrática” que es una idea mucho más poderosa y original que ninguna otra de las ideas de cultura democrática que se acaban de mencionar. En la misma línea de Emerson –y también de Thoreau-, Whitman intenta extraer el significado más profundamente moral y existencial de los derechos que los individuos poseen como personas. De ahí que, “el sistema político de la democracia existe para proteger dichos derechos y también para incorporarlos a su funcionamiento. La individualidad democrática es aquello en lo que un individuo basado en derechos podrías convertirse dentro de una democracia, una vez que fuera completa la separación política del Viejo Mundo; algo que ya se había hecho realidad, hasta cierto punto, en su tiempo”[5].

Whitman percibe y perfecciona la idea de individualidad democrática, y expresa en el primer prólogo a su libro Hojas de hierba (1855), “que la expresión del poeta americano no debe ser ni directa, ni descriptiva, ni épica, usando la palabra épica en su sentido tradicional, pero adaptándola al paisaje universal y atemporal del hombre nuevo, del hombre corriente y democrático”[6]. En esta nueva épica, el espíritu del poeta responde al espíritu del país, buscando nuevos mitos, la crítica directa o indirecta de la nación, de la sociedad y del destino humano, siendo en consecuencia plural y declarando o presuponiendo la igualdad absoluta de todos los hombres. Por ello, en las Hojas de hierba se plasma el canto de un grande y complejo individuo democrático, hombre o mujer.

La idea de individualidad democrática alcanza su nivel más alto en Hojas de hierba, en su primer poema titulado “canto a mí mismo” (cuyo título definitivo es de 1881), que es descrito como el núcleo de su obra, y como un poema esencialmente democrático. Comienza diciendo: “Me celebro a mí mismo, / y cuando asumo tú lo asumirás, / porque cada átomo que me pertenece, te pertenece también a ti”. Es decir, al hablar sobre sí mismo, el poeta habla sobre nosotros mismos, eso es lo que ha de ser asumido; en resumidas cuentas, sus palabras sobre sí mismo son palabras sobre nosotros. Expresado en otros términos, somos todos semejantes en una manera determinada: vivir en una democracia basada en derechos posibilita y alienta un determinado reconocimiento de la semejanza.

Whitman comenzó también a reunir sus escritos en prosa sobre la sociedad y la democracia para el libro que apareció en 1871, Perspectivas democráticas. Entiende la vida en la democracia como heroica, pues para él vivir democráticamente, vivir de forma receptiva y sensible, es arriesgado, y por tanto la invitación a hacerlo resulta algo a lo que nos resistimos fácilmente. La causa de ello es la cantidad extraordinaria de autosuperación que requiere, ya que muchas cosas de uno mismo deben ser superadas. De ahí que Whitman exprese lo siguiente: “Yo afirmo que la democracia no podrá nunca mostrarse como es allende la pura teoría si no se lanza a fundar y a cultivar lujuriosamente sus formas nuevas de arte, poemas, escuelas, teología, desplazando todo cuanto existe o que haya sido producido en cualquier momento o lugar del pasado bajo influencias contrarias”[7].

Ojalá esta breve sistematización, valga como una modesta reflexión que ayude a contrastar nuestro actual ideal democrático y cuál ideal quisiéramos fundar en el futuro. Sin duda que se trata de circunstancias históricas distintas y no necesariamente homologables, pero el “vacío existencial” que nos aqueja como nación, con una escasa conciencia democrática y con una peculiar forma de convivencia que se ha ido forjando, merece la pena alzar la voz, precisamente en estos momentos de cambio. Todo lo cual, finalmente, me hace plantear los siguientes interrogantes: ¿Cómo habría que entender, entonces, nuestra democracia esencialmente estabilizadora y escasamente participativa? ¿Es justificable dentro del estándar de un umbral mínimo democrático el comportamiento de nuestras élites? ¿Cómo deberíamos comprender los distintos movimientos sociales y sus reales motivaciones? ¿Cuál sería la relevancia del desarrollo de un proceso constituyente y los mecanismos que lo legitimen? En fin, ¿cuál sería la sustentabilidad futura del sistema democrático chileno, teniendo en cuenta la débil conciencia del mismo por parte de nuestra ciudadanía? Un difícil desafío nos espera (Santiago, 15 octubre 2014)

_____________________________ 

[1] ¿Existen individuos en el Sur? LOM, Santiago, 2010, pp. 21-22.

[2] Historia de la Literatura Norteamericana, Editorial Losada, Buenos Aires, 1950, p. 157.

[3] Historia de la Literatura Norteamericana, Editorial Losada, Buenos Aires, 1950, pp. 149-151.

[4] Walt WHITMAN, Perspectivas democráticas y otros escritos, Capitán Swing Libros, Madrid, 2013, p. 19.

[5] Walt WHITMAN, Perspectivas democráticas y otros escritos, Capitán Swing Libros, Madrid, 2013, p. 20.

[6] Walt WHITMAN, Hojas de hierba, Alianza editorial, Madrid, 2014, p. 21.

[7] Walt WHITMAN, Perspectivas democráticas y otros escritos, Capitán Swing Libros, Madrid, 2013, p. 62.

Agregue su comentario

Agregue su Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *