Artículos de Opinión

Tercera Encuesta Nacional de Violencia Intrafamiliar contra la mujer y delitos sexuales: ¿error de nombre o error de enfoque?

Me atrevo a pensar que esto es más bien la expresión o el resultado de una agenda política y mediática que ha cooptado la significación de la violencia intrafamiliar exclusivamente a la violencia de género contra la mujer.

Recientemente se dieron a conocer los resultados de la 3° Encuesta Nacional de Violencia Intrafamiliar contra la mujer y delitos sexuales, por parte de la Subsecretaría de Prevención del Delito y Seguridad Pública (http://cead.spd.gov.cl/estudios-y-encuestas/). Como toda encuesta de victimización, su importancia radica en la posibilidad de conocer más certeramente la magnitud y las características de la violencia que afecta a mujeres de zonas urbanas a nivel nacional y regional, más allá de los datos de la criminalidad aparente que entregan los registros oficiales como las denuncias policiales y las cifras de Fiscalía. Esta información permitiría, al menos teóricamente, orientar las políticas de prevención y control en esta materia, por lo cual dicho conocimiento es muy bienvenido.
Sin perjuicio de ello, quisiera detenerme en un punto. Es indudable que nuestro país enfoca el problema de la violencia intrafamiliar fundamentalmente como un problema de violencia de género contra las mujeres. Esta encuesta y su evolución es una muestra de ello. De hecho, la tercera encuesta del 2017 está focalizada solo en mujeres, a diferencia de su antecesora del 2012 que incluía la victimización intrafamiliar que sufren niños y niñas. Cabe mencionar aquí que salvo los estudios que ha realizado UNICEF sobre maltrato infantil (1994, 2000, 2006, 2012) no existe en Chile otro instrumento de la robustez y alcance de esta encuesta o de la misma ENUSC, que mida la victimización infantil y juvenil. Existen varios instrumentos, pero parciales y acotados solo a determinadas edades.
Por otra parte, es importante recordar también que la primera encuesta de violencia intrafamiliar aplicada el 2008, sí incluía a hombres, solo que en este caso no se les preguntaba a estos en tanto posibles víctimas de violencia intrafamiliar por parte de sus parejas, sino solo en cuanto eventuales victimarios. Allí estábamos en presencia no solo de un enfoque de género, sino que de un abierto sesgo de género, ya que prácticamente se negaba la posibilidad de que los hombres reportaran el haber sido víctimas de violencia por parte de sus parejas.
La homologación (y confusión) que se produce entre violencia intrafamiliar y violencia de género contra la mujer, queda evidenciada también en otros aspectos de la encuesta. Sin ir más lejos, las preguntas incluyen como posibles victimarios o agresores a las ex parejas (ya sean ex cónyuges o ex convivientes) quienes en rigor no forman parte de los sujetos activos que considera la Ley N° 20.066 de Violencia Intrafamiliar (Art. 5°), los cuales sí son incorporados posteriormente por la Ley N° 20.480 que introduce el Femicidio (Art. 6°). En la misma línea, esta tercera versión de la encuesta amplía la indagación a otros ámbitos más allá del intrafamiliar, incorporando la violencia que sufren las mujeres en los espacios educativos, públicos y laborales.
Está claro entonces que no se trata de una encuesta de violencia intrafamiliar contra la mujer, sino que de una encuesta de violencia (s) contra la mujer.
Podríamos pensar ingenuamente que esto obedece solo a un error de nombre, que podría corregirse fácilmente en una cuarta versión de la encuesta. Sin embargo, me atrevo a pensar que esto es más bien la expresión o el resultado de una agenda política y mediática que ha cooptado la significación de la violencia intrafamiliar exclusivamente a la violencia de género contra la mujer.
Visibilizar las violencias que sufren las mujeres evidentemente es un aporte al conocimiento de dicha realidad y a la posibilidad de su transformación, qué duda cabe de ello. Lo que no aporta es que mientras se ilumina un tipo de violencia, se oscurecen otros. La violencia intrafamiliar es un complejo fenómeno donde conviven violencias de distinto tipo, naturaleza y direccionalidad: de madres o padres a hijos, de hijos a madres o padres, de hermana/o a hermana/o, de hombres a mujeres, de mujeres a hombres. Parte de esa violencia, quizás la más frecuente, pero también la más reconocida y visibilizada, es la violencia de género contra la mujer, pero no toda la violencia intrafamiliar es violencia de hombres a mujeres, ni toda la violencia de hombres a mujeres puede ser considerada violencia de género, ya que no toda esa violencia está motivada o puede explicarse a partir de una relación de poder y subordinación entre hombres y mujeres. Los tipos de violencia al interior de la familia son múltiples y disímiles, tanto como sus explicaciones y sus factores de riesgo.
Sabemos que las encuestas pueden llegar a ser instrumentos poderosos no solo para medir la realidad sino también para crearla, de ahí la importancia de que sus supuestos conceptuales sean claros, precisos y transparentes, para ser una contribución real y no terminar siendo un obstáculo en el avance de la comprensión de la complejidad y diversidad de la violencia intrafamiliar. (Santiago, 19 febrero 2018)

 

 

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