Artículos de Opinión

Un Brexit doloroso.

Nada ha sido fácil desde que el electorado británico decidió separarse de la Unión.

Con la aprobación del reciente acuerdo entre la Unión Europea y Gran Bretaña, se materializará el temido BREXIT. El mayor desafío del gran proyecto de la Europa contemporánea, por ahora, y sin que con él se acaben los que podrían surgir a futuro. Nada ha sido fácil desde que el electorado británico decidió separarse de la Unión. Un mal cálculo del Gobierno de Cameron que lo apostó todo, incluida su permanencia política, y perdió. Su sucesora Theresa May, ha debido materializar dicha opción, no sin sobresaltos, dificilísimas negociaciones, riesgo para su cargo, y múltiples consecuencias para Gran Bretaña y para la UE, en diversos campos. Particularmente en lo político, económico, e institucional. En definitiva, se ha procurado preservar los logros de la UE lo más posible, desandar lo avanzado, y paliar un incierto futuro en las relaciones entre los ahora 27 Estados de la Unión, y Gran Bretaña. Una tarea extremadamente complicada, llevada a cabo en relativamente poco tiempo, y que según los análisis más acuciosos, ha dejado descontentos a todos. Interesante punto, pues tal vez represente el mejor arreglo posible. Si sólo una parte hubiere quedado más que satisfecha, entonces significaría que deberíamos preocuparnos, ya que sería un arreglo no equilibrado, frágil, y por lo tanto, revisable.
En lo político, debemos tener presente que la Unión Europea ha venido evolucionando paulatinamente, desde el casi utópico Tratado de Roma (1957), que transformó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en un nuevo proyecto y proceso de integración económica, el más ambicioso existente. Desde ahí, los sucesivos acuerdos contemplados en el Acta Unida (1986), Maastricht (1992), Amsterdam (1999), y Niza (2003), que buscaron la consolidación paulatina de los grandes objetivos de la Unión, transformándola, de un proceso sólo económico y comercial, en uno político, que incorporaría a todos los países del Continente. Sin duda algo inédito. Baste recordar que las dos más destructivas Guerras Mundiales que ha conocido la humanidad, se han iniciado y desarrollado en Europa. Y para qué decir, si se analizan los innumerables conflictos históricos previos también europeos. No obstante, tal vez se forzó una evolución más acelerada en vista de lo alcanzado. Y la primera señal de que algo no iba como estaba previsto, vino del rechazo de Francia y Países Bajos, al proyecto de una Constitución Europea que consagraría el proceso político, el 2004. Un evidente freno a los impulsos buscados. En consecuencia, se debió rectificar mucho de lo alcanzado, y devolver competencias a los Estados, moderando algunos casos, y en otros, simplemente deteniendo, el traspaso a la Unión de variadas soberanías estatales que se buscaba entregar a Bruselas.
No obstante, todo logró evolucionar sin graves contratiempos. Los grandes propósitos de paz, bienestar, progreso, seguridad, justicia, eliminación de las fronteras (una de las grandes causas de los conflictos), desarrollo sostenible, crecimiento, pleno empleo, medio ambiente, derechos humanos, democracia, progreso científico y tecnológico, seguridad social, y tantos otros de similar importancia; siguieron avanzando casi sin contratiempos, basados en una estructura integracionista en lo económico, y en una institucionalidad creada precisamente, para asegurar el imperio de la legislación comunitaria, y la gobernanza de los órganos de la Unión dotados de poder decisorio. Hasta que estalló el BREXIT, sorprendiendo a todos.
Por lo tanto, la apuesta en el acuerdo UE y GB era muy alta. Si no se lograba un acuerdo, moderadamente satisfactorio, sería cosa de tiempo el que surgieran nuevos y serios desafíos. No es necesario pormenorizarlos, pero están a la vista. Las difíciles situaciones económicas de algunos miembros, como Grecia, o la actual de Italia y otros en la Euro Zona. O las diferencias evidenciadas frente a la política migratoria, prevención y control del terrorismo, evolución de la Unión a diferentes velocidades, o la más reciente propuesta de Francia de eliminar la regla de la unanimidad en las decisiones comunitarias, hubieren tenido un campo fértil si el acuerdo reciente sobre el BREXIT no hubiere prosperado. Y de manera más reciente, los crecientes apoyos a políticos más radicales, populistas, euro-escépticos y partidarios de acabar con todo, acusando a Bruselas de burocrática e ineficiente. Por todas estas razones y muchas más, haber logrado el acuerdo, no significa que sea de fácil implementación práctica, y tal vez ahí esté su mayor complejidad. A Theresa May le costó la renuncia de siete Ministros, entre ellos el encargado de las negociaciones. Por poco pierde su puesto en el intento. Un acuerdo de 185 artículos y 3 protocolos, conteniendo un Pacto de Retirada y Declaración Política, con temas tan reales como los trabajadores británicos en el continente, como aquellos del continente que trabajan en Gran Bretaña. Los pagos y contribuciones a la Unión, las competencias de los Tribunales Europeos y de la Legislación Comunitaria, a lo menos por un período de transición, el que se inicia el 29 de marzo de 2019, prorrogable por una vez. Asimismo, la participación británica en las elecciones del Parlamento Europeo y sus agencias. Un punto de suma importancia será cómo se retrocede en el camino de las competencias transferidas por los Estados a la Unión. Es el caso de la política exterior y acción común; la política de seguridad común; la política de defensa común, y otras de igual categoría. También respecto de aquellas mixtas, y el aumento ahora de las que volverán a ser propias de Gran Bretaña.
Y no hay que olvidar que la frontera física entre Irlanda del Norte, perteneciente a al Reino Unido, e Irlanda del Sur, independiente, será la única terrestre entre la Unión y el Reino Unido, un asunto clave y que fue largamente abordado para evitar que transforme en inoperante el acuerdo, y fuente de serios problemas de desplazamiento mutuo, que por ahora avanzarán paso a paso. Ciertamente habrá un largo tiempo de adecuación entre el acuerdo alcanzado y su plena implementación.
El tema de Gibraltar, por su parte, planteado por España, habrá que conocerlo más en detalle. Al parecer ambas partes han quedado conformes, aunque en verdad, todo indica que nada cambia de manera dramática y urgente. Tampoco les convenía que Gibraltar fuera el detonante de la ruptura del un acuerdo que se negoció por más de un año. Por algo España no hizo efectiva su amenaza de oponerse al acuerdo.
Hay que reconocer que, no obstante sus tropiezos, la Unión Europea en lo político, la Comunidad Económica Europea en lo económico, y el funcionamiento jurídico institucional, ha sido un ejemplo y un ideal para tantos otros procesos de integración regional, y un referente para los nuestros en América Latina, aunque nunca hayan alcanzado el nivel del europeo.
Ha sido sumamente doloroso para los involucrados, y no hay garantías de que todo será óptimo. Ojalá se constituya en un trascendente ejemplo de cómo los europeos han logrado superar este BREXIT, sin comprometer el proyecto fundamental unionista. En caso contrario, los inconvenientes podrían multiplicarse y constituir nuevos retos de gran envergadura. Es de esperar que el pragmatismo y la anticipación sigan siendo los principios predominantes, como hasta ahora. (Santiago, 26 noviembre 2018)

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