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Medidas para conciliar la vida personal y profesional de los abogados.

Una de las sugerencias del abogado español Gonzalo Jiménez-Blanco es imponer un horario estricto y cerrar físicamente el despacho fuera de ese horario.

1 de agosto de 2017

En una columna publicada recientemente, el abogado español Gonzalo Jiménez-Blanco señala que hay al menos dos actividades donde parece que la jornada laboral no tiene límites; la del banquero de inversión y la de abogado, especialmente en los grandes despachos nacionales y en los internacionales. No se refiere a los abogados internos, que normalmente, según él, no tienen ese problema.
A continuación, argumenta, las razones de este "disparatado régimen":
-El cliente, al terminar la jornada laboral, encarga lo que sea a los abogados, con la esperanza de que al día siguiente, al retomar su jornada laboral, el abogado le diga cómo hacerlo -en ningún caso, que no puede hacerlo-.
-Hay mucha competencia entre los despachos de abogados: si un abogado dice que no, siempre podrá encontrarse otro que diga que sí.
-La profesión de abogado siempre se ha caracterizado por vivir al margen de horarios convencionales.
-La actividad no está sindicalizada: no hay nadie que vele por los derechos laborales de los abogados.
-Las horas adicionales no se pagan: el abogado tiene su sueldo, en el que caben todas las horas que se le digan.
Enseguida plantea, que sean unas u otra las razones, lo cierto es que el ritmo de actividad frenético de los abogados es insostenible.
Esto provoca, explica una notable dificultad para conciliar la vida personal y familiar con la profesional, ya que las largas jornadas de trabajo impiden o dificultan mucho esa conciliación, pues cuando se llega a casa, los niños estarán ya dormidos y, en cualquier caso, el trabajador llegará tan cansado, que no le quedarán ganas de hacer nada.
Asimismo, expone que el profesional que se ajusta a su horario es penalizado, no sólo por el despacho, sino incluso por sus compañeros y jefes inmediatos.
Además, asevera, los abogados sobreexplotados rinden menos, aparte de estar frustrados. “Nadie puede pretender que el abogado que se acuesta tarde y duerme poco sistemáticamente, al día siguiente esté en buenas condiciones para rendir óptimamente”, indica.
Y eso ocurre, dice, fundamentalmente en España. En otros países, como por ejemplo, Inglaterra, “se les cae el boli” a las cinco đe la tarde.
Lo que el abogado sugiere son implantar ciertas medidas para hacer posible esa conciliación como:
-Imponer un horario estricto y cerrar físicamente el despacho fuera de ese horario.
-Verificar la urgencia del trabajo: a menudo se pide al abogado para ya un informe urgente, que se pasa semanas sin ser ni visto por el cliente.
-Acostumbrar al cliente a que el buen trabajo necesita su tiempo; una parte del trabajo del socio, debe ser “gestionar las expectativas del cliente”.
-Cobrar más por el trabajo urgente: el cliente debe saber que el trabajo urgente cuesta más; cuando se cobre “por horas”, las horas fuera del horario ordinario deberían ser más caras.
-Pagar las horas extras de los abogados fuera de la jornada laboral ordinaria.
Dejar de “mirar mal” al que se va a “su hora”: lo normal debería ser irse a “su hora”.
-Hacer un uso más eficiente de las “nuevas tecnologías”, trabajando desde casa cuando haya que hacerlo fuera de la jornada ordinaria.
Concluye el abogado que todas estas medidas se reducen a una: “cambiar la cultura de despacho”.

 

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