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«¿Cómo se siente un hombre difamado y acusado falsamente?: Verdades como puños».

Una vez la denuncia se archiva, o salen absueltos por falta de pruebas, se dan cuenta que el daño producido es para toda la vida.

14 de octubre de 2018

En una reciente publicación del medio español Confilegal se da a conocer el artículo “¿Cómo se siente un hombre difamado y acusado falsamente?: Verdades como puños”, del abogado José Luis Sariego, especialista en derecho en familia.
El letrado sostiene que lleva más casos de los que quisiera, de hombres falsamente acusados de delitos deleznables, que son difamados sin ningún escrúpulo por personas, casi siempre envidiosas, trastornadas o, simplemente mala gente.
Es muy curioso, ejemplifica, que muchas de estas acusaciones de agresión física o de incluso agresión sexual a ella o a sus hijos, se da justo durante el proceso de separación o el divorcio de la pareja.
Hace años ve cómo jueces y fiscales apoyan, en temas de custodia, a estas mujeres que usan la denuncia falsa o instrumental para lograr el control absoluto en un divorcio: casa, coche, niños, y pensión.
Muchos, dice, pensarán que pongo a los niños en tercer lugar, y lo hago a propósito, ya que los niños suelen ser cosificados por estas personas, como un elemento más del paquete del divorcio.
Se suele pasar horas y horas hablando con estos hombres que han sido difamados de forma gratuita en un proceso de divorcio. La mayoría de ellos, caen en un “shock” difícil de comprender.
Pierden, continúa el letrado, el sueño, la salud, el trabajo, los amigos e incluso la familia propia, que es reacia a apoyar a un hombre acusado de maltrato o de agresión sexual. El trauma que sufren estos hombres es inexplicable para quienes no han sufrido nunca una denuncia falsa.
Muchos psicólogos clínicos y psiquiatras dice saben de lo que habla. Traumas agudos que pueden dar lugar a descompensaciones neurológicas, y a reacciones en la que, incluso pueden llegar a matar.
Ha visto a mucha gente “comprender” a palestinos que se auto inmolaban con una bomba en el pecho, en Israel, en un autobús lleno de gente, o junto a un grupo de policías israelíes. Estos hombres denunciados en falso necesitan mucho consuelo y apoyo, y asegura los estamos dejando solos.
Sabe que su discurso parece peligroso y criticable, máxime cuando sabe que tras estos hombres falsamente acusados de delitos graves se esconden, en redes sociales y en grupos de apoyo, otros muchos hombres que han maltratado a su pareja o a sus hijos, y se hacen pasar por corderos, cuando en realidad son auténticos lobos maltratadores, sin empatía alguna por los demás.
Pero habla de esa mayoría silenciosa de los “otros”, ya que de los hombres malos hablan ya bastante los medios y los grupos feministas. Estos otros hombres que no hicieron nada malo,  de elloshabla en este artículo.
Ante estas acusaciones, señala, a veces realizadas desde las redes sociales, pero otras veces a través de los Juzgados, estos hombres se enfrentan a un gran dilema: dejarlo pasar, y que la injuria o la calumnia persista en el tiempo como una mancha en su prestigio, o bien tomar medidas legales contra quienes usaron la injuria y la falsa acusación contra ellos.

El autor se refiere puntualmente a los siguientes temas:

Cada día hay más de diez personas acusadas falsamente de un delito

Mientras Ud. lee este artículo, en España, más de diez personas son acusadas falsamente de un delito, ante la policía. Mas de diez vidas personales, familiares y profesionales son destruidas.
La reputación de una persona, que le ha llevado años o incluso toda una vida de trabajo y esfuerzo, se esfuma de la noche a la mañana.
Una vez la denuncia se archiva, o salen absueltos por falta de pruebas, se dan cuenta que el daño producido es para toda la vida.
Es como cuando en Alemania señalaban con una estrella amarilla, a los judíos.
Descubren, tras el estrés de haber soportado la difamación pública y notoria, de que no hay una solución fácil para restablecer su “buen nombre”.
Sobre todo, porque la Ley Orgánica del derecho al honor, la intimidad y la propia imagen (LO 1/1982 de 5 de mayo), impone una enorme carga de la prueba y requisitos a las personas difamadas, para lograr acceder a un reconocimiento judicial de haber sido objeto de difamación.
Además, en el caso de poder lograr que los tribunales le otorguen el amparo constitucional con una sentencia favorable, la noticia de que aquello que se hizo contra él, se demuestra que fue mentira, no tiene la misma repercusión ni personal, ni profesional, ni mediática.
El daño y el dolor que se produce a las familias de estas personas, tampoco se suele evaluar por nadie.
Las horas de tristeza y de llorar en soledad, del miedo a salir a la calle, del terror a oír una sirena de la policía (¿vendrán por mí, otra vez?), sentir el rechazo de sus amigos, y compañeros de trabajo, es una película de terror que pocos superan del todo. 

Trauma emocional

Estos hombres que sufren en su piel una experiencia así, no suelen poner en tela de juicio al sistema, con cosas tales como alegar la presunción de inocencia, la detención ilegal, o cosas por el estilo, sino que les sale el ser humano que llevan dentro, y suelen alegar en su defensa el dolor y el espanto que les produce todo ello a sus familias y a sus hijos.
Es una respuesta natural frente a un trauma emocional, del que sufre una acusación falsa, en cualquier ámbito, pero sobre todo en la esfera de la violencia doméstica.
Los medios de comunicación se muestran como una nueva inquisición, dispuestos a quemar en la hoguera de las tertulias televisivas a quien se les pongan por delante, por unos puntos de share.
La única respuesta de personas ante estos ataques difamatorios puede ser emocional, ya si que responden con alegaciones sobre derechos humanos, eso no despierta la empatía del público en general ni de amigos, compañeros, etc. en particular.
Todos nosotros, contribuimos de alguna forma al escarnio público de un ser humano, porque nos interesa más el morbo de lo inmediato, que la sensatez de lo permanente. 
Si un hombre acusado de forma falsaria, se muestra humano ante la difamación, nadie le creerá en el contexto social, y deberá defenderse con las uñas ante los tribunales, que necesitamos que sean como son: imparciales y exentos de emociones en sus resoluciones.
No importará a nadie el buen hacer como persona, como padre, como hombre, como profesional de la persona acusada en falso. Todo eso no sirve de nada, ya que solemos fijarnos en el hecho puntual de la acusación, y lo condenaremos públicamente sin juicio previo, en las redes sociales, en los medios, o en los servicios sociales.
Los políticos y las instituciones de toda índole están atrapados por una nueva forma de totalitarismo, como es la dictadura de lo políticamente correcto.
El neofeminismo actual, que impera a sus anchas, incluso en las poltronas del gobierno, se ha hecho dueño del discurso de lo políticamente correcto, aprovechando la idea totalitaria que lo sostiene.

Cuando quien asesina es una mujer

Vemos así, que muchas veces salimos a guardar un minuto de silencio por una mujer asesinada, pero cuando quien asesina es una mujer, nadie sale a guardar un minuto de silencio por la víctima, sea mujer, hombre o niño.
Es como si una psicosis social se hubiera adueñado de los medios e instituciones. De todos nosotros.
Y no somos conscientes del peligro que entraña para todos, valorar más la vida de un ser humano que la de otro ser humano.
Ya nos advertían gente tan conocida como Nienmöler, Rushdie, Solzhenitsyn, Saramago o el mismo Neruda, de las consecuencias que tiene, cuando en un país o en una sociedad, se permite valorar la vida de una persona por encima de otra.
Surgen los movimientos sociales más extremos, ya que, si se permite vulnerar un derecho humano para justificar un fin concreto (defensa de las mujeres, en este caso), se abre la puerta a la reivindicación de poder vulnerar el resto de derechos humanos.
Además, la legalización y normalización social de aquella argumentación, sostiene y propicia de alguna manera, la aparición de ideas más extremistas.
Así, el Tribunal de Nürenberg ya estableció las bases de que es inaceptable un trato no sólo degradante e inhumano, sino incluso un trato desigual a un ser humano (Convenio de Viena).
Muchos jueces se han dejado llevar por el miedo a enfrentarse a lo políticamente correcto, mientras que otros muchos, han optado por aplicar directamente lo que juraron aplicar, el respeto a la CE y a los derechos fundamentales de cada ciudadano, sin ningún tipo de distinción.
De todas formas, casi 1.200.000 de seres humanos han sido denunciados, acusados, detenidos, enjuiciados y condenados o absueltos tras u largo y tortuoso camino.

Casi el 80 por ciento de los denunciados han sido no culpables

De estos seres humanos denunciados, casi el 80% han resultado ser no culpables de una acusación que contribuyó a que perdieran su vida (aumento de suicidios de hombres), su carrera, su trabajo, su casa, su familia, etc.
Todos estos seres humanos tienen amigos, familias, conocidos, compañeros de trabajo que han visto lo injusta de una ley que presupone la culpabilidad del acusado.
Muchos me preguntan asombrados, y no sólo dentro de España: ¿cómo es que hay juzgados sólo para acusar a hombres?
Pues estos hombres, tras pasar por un verdadero infierno en vida, solo les queda acudir a un tribunal, para pedir que se les “reconozca” judicialmente que ha sido difamados y obtener, en el mejor de los casos una exigua indemnización económica.
Si alguna vez te detienen en España de forma injusta y se demuestra que hubo una acusación falsa y eras inocente, el Estado te suele pagar una media de unos 6.000 euros por cada año de tu vida en la cárcel.
El perder tu trabajo, a tus hijos, tu casa, a tus amigos, no tiene valor alguno en este país. O al menos aún no se ha establecido judicialmente en forma de doctrina.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos si suele condenar al Estado por ello, como por ejemplo, por no poder ver a tus hijos durante años, tras una acusación falsa, se han llegado a reconocer indemnizaciones de hasta 10.000 euros.
Un estado valora así la vida de la gente a la que se le ha destruido su vida, es como para pensar que no es un estado de los ciudadanos.
En esto, otros estados, como Reino Unido, Canadá o EEUU son más rigurosos a la hora de indemnizar a la gente, por este tipo de situaciones.
Ello, ha contribuido que las acusaciones falsas de medios o personas contra alguien, sean menos numerosas.

Baremos para resarcir a las personas acusadas de forma calumniosa

Creo que hace falta establecer unos baremos de este tipo de daños que sufren las personas acusadas de forma calumniosa, para parar esta locura de falsas acusaciones que hay en nuestra sociedad, no sólo de personas contra personas, sino muchas otras veces desde periódicos digitales que lanzan este tipo de noticias.
Y en el caso de los medios que calumnian, no bastaría solo una multa o indemnización económica, sino que las sanciones deberían ir más allá, hasta poder llegar al cierre temporal o definitivo del medio.
Queremos que nuestros hijos vivan en un entorno con ciertos valores, pero no podemos permitir, tengamos las ideas políticas que tengamos, que se convierta en valor social el derecho al insulto o la calumnia.
Ya vemos los resultados en la infancia de ser tan permisivos con las falsas acusaciones: El aumento espectacular del acoso escolar y el aumento de suicidios de jóvenes adolescentes.
Si seguimos así, nadie está a salvo de todo esto: mañana será falsamente acusado cualquier ciudadano, sea hombre o mujer, de cualquier cosa, vulnerando sus derechos, y no pasará nada.
Podemos verlo en el caso de la ministra de Justicia, a la que se le vulnera su derecho a la intimidad (conversación privada en un entorno determinado) en nombre de una “libertad de información”, o en el caso de tres juristas grabados en una sala de vistas, tras terminar su trabajo, en una intimidad que creían poseer.
No puedo entrar a valorar lo que dijeron o dejaron de decir, porque ello, es algo íntimo de cada uno, y no tengo ningún derecho a opinar sobre algo que hemos conocido, cuando se han vulnerado sus derechos humanos.
Se ha abierto la caja de los truenos, y ya no hay quien la pare.
Tanto la ministra como los tres juristas están señalados de por vida por estos hechos deleznables (intromisión en su intimidad) Y solo les queda la salida de dejarlo pasar o solicitar que se les de amparo judicial en su derecho personal a su propia intimidad, imagen y a su honor.
Y esto es lo que en nuestro estudio venimos haciendo hace unos años: aquellas personas que han sido difamadas tras una acusación falsa, proceder a reclamar dicha intromisión, con distintos resultados.

El autor no quiere dejar de decir que, este articulo no va contra la defensa de las mujeres maltratadas y sus instrumentos, sino que precisamente lo escribe para que quien lee este artículo y ha llegado hasta aquí, reflexione si sería bueno que los recursos destinados a ese casi 80% de acusaciones falsas, sobreseídas, o con resultado de absolución del acusado, que hay en España en violencia de género, pudieran destinarse de una forma más eficaz a aquellas mujeres maltratadas que sí lo son y además, se han atrevido a dar el paso de denunciar.
Porque, ¿cuántas mujeres han muerto porque los recursos estaban “ocupados” y colapsados con miles de denuncias sin fundamento?

 

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