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Programa Asia Pacífico.

Sobre «La estrategia nacional de salud mental en Australia que fortalece el rol de las instituciones».

El fortalecimiento institucional no solo se refiere a la coordinación entre todas las organizaciones públicas involucradas, o a las prácticas accountability para monitorear los avances, también en crear buenas condiciones en los hospitales públicos.

29 de agosto de 2018

En una reciente publicación de la Biblioteca del Congreso Nacional se dio a conocer el artículo “La estrategia nacional de salud mental en Australia que fortalece el rol de las instituciones”.
Se sostiene que en la región Asia Pacífico, el país oceánico es uno de las economías que más ha invertido en la prevención y tratamiento de estas enfermedades. Aunque se trata de un marco de acción que involucra el desarrollo de políticas y nueva legislación, establece un presupuesto que supera el cinco por ciento del total destinado a la salud.
A continuación, se afirma que Australia y Nueva Zelandia son los países con mejores resultados en la atención de salud mental en toda la región Asia Pacífico. Una visión de largo plazo y centrada en el fortalecimiento de las instituciones han contribuido a que en cada hospital hayan camas destinadas a la atención de personas con trastornos. Esta iniciativa contribuye con el cumplimiento del objetivo de desarrollo sostenible (ODS) número 3, "Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades", particularmente su meta 3.4, "para 2030, reducir en un tercio la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles mediante la prevención y el tratamiento y promover la salud mental y el bienestar".

Un marco legal en el tratamiento y prevención

El texto asegura que las personas con enfermedades mentales pueden, al menos en la mayoría de las ocasiones, cambiar positivamente su situación si se mejoran algunas condiciones en la calidad de vida, tales como el tiempo libre, calidad del sueño, un buen ambiente laboral y una alimentación adecuada. Sin embargo, el logro de dichas condiciones no serían suficientes para que las personas no sufran de ansiedad, depresiones u otro tipo de trastornos, enfermedades que también responden a otro tipo de causas.
El Atlas Mundial de la Salud Mental de 2018, publicado por la Organización Mundial de la Salud, afirma que la gobernanza en esta materia es crucial para tratar y prevenir enfermedades, por lo que recomienda a los países miembros de la organización que desarrollen e implementen políticas, planes y leyes bien definidos sobre la salud mental y sus necesidades. Más aún, que estas se enmarquen dentro de la Convención sobre los Derechos de Personas con Discapacidad y otros tratados de derecho internacional. Incluso, el informe hace especial hincapié en la legislación, pues además de entregar un marco adecuado para la creación y avance de las instituciones, establece directrices para que los tomadores de decisión desarrollen planes de largo aliento.
En este contexto, detalla la BCN, la medición internacional que realiza el Atlas Mundial de la Salud Mental muestra que de un total de 111 países consultados, 66 países equivalentes al 40 por ciento han actualizado su legislación durante los últimos cinco años. Tal cifra es resaltada por el informe debido a la importancia de contar con un marco legal apropiado, pues la legislación permite avanzar en la promoción de los derechos y proteger a las personas con desórdenes mentales y psicosociales.

Salud mental en la región Asia Pacífico

Con respecto a el Asia Pacífico, se expone que es el tercer mercado más grande en la venta de fármacos y la salud mental ha adquirido mayor relevancia entre los gobiernos, principalmente en los países emergentes. A lo largo de la región, entre el 4 y el 20 por ciento de la población tiene algún tipo de síntomas asociados con enfermedades de salud mental. Según un informe de la OCDE, en la región Asia Pacífico son cinco los principales problemas a enfrentar: depresión, ansiedad, estrés post traumático, comportamiento suicida y abuso de sustancias.
Luego se indica que los países donde más prevalece la ansiedad son Tailandia, Corea del Sur, Malasia y China. Esto ha llevado a que entre 2013 y 2018 realicen esfuerzos para establecer marcos legales e impulsar políticas orientadas a reducir los problemas a través de inversión en infraestructura, capacitación de recursos humanos y cambiar la cultura sobre estas enfermedades, principalmente en reducir la estigmatización. Aunque el esfuerzo en este ámbito ha consistido en cambiar el foco del sistema de salud, que considera la salud mental en una segunda dimensión, para integrarla totalmente.
En un artículo de Marc Yates, director de investigación de la revista Mercados Emergentes, explica que en cuanto al éxito de las políticas de salud mental en la región, hay dos grupos de países demarcados claramente. Australia y Nueva Zelandia con una considerable cantidad de recursos destinados a construir marcos institucionales de acción para tratar y prevenir la salud mental. En el otro grupo se encuentran India, Filipinas, Vietnam e Indonesia, donde los desafíos son mucho mayores y donde el presupuesto anual de salud en este ámbito es 1 por ciento o menos, del total destinado a la salud.
Economías como Japón, Corea del Sur o Hong Kong, pese a tener sistemas de salud desarrollados y altos presupuestos para el tratamiento de enfermedades, existe una cultura de rechazo, incluso de actitudes negativas hacia personas con dificultades mentales. Por lo general hay una creencia que este tipo de enfermedades son contagiosas o moralmente deficientes, situación que repercute en una exclusión social que impide establecer relaciones interpersonales y obtener empleos estables. Incluso en Singapur, las enfermedades mentales son consideradas como un signo de debilidad personal.
Frente a esta realidad, Chee H. Ng investigador del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Melbourne, plantea en su artículo Salud Mental e Integración en el Asia Pacífico que para la región, la necesidad de fortalecer los sistemas de información es fundamental que permita la difusión de evidencia en cuanto a los mitos y realidades sobre las enfermedades, con el fin de ampliar la aceptación entre las personas y que se forme una cultura de inclusión a aquellas personas que viven con algún tipo de padecimiento, especialmente para moldear las actitudes de las familias que, por lo general, son influenciadas por los valores de la sociedad.

La estrategia nacional que desarrolló el sistema de salud mental en Australia

La BCN detalla que fue lanzada en abril de 1992 luego de una conferencia que reunió a todas las autoridades de salud del país oceánico. La Estrategia Nacional de Salud Mental nació como un marco para guiar un conjunto de reformas legales, pero también para la elaboración de una Política Nacional de Salud Mental que comenzó a funcionar ese mismo año hasta que cumplió sus objetivos en 2008, además de un Plan Nacional que fue relanzado en noviembre de 2009. Asimismo, el año 2012 se promulgó la Declaración de Derechos y Responsabilidades en Salud Mental. Todas estas acciones forman parte de la estrategia.
Aunque este marco desarrolla una gran cantidad de programas, por ejemplo, sobre prevención del suicidio en jóvenes, o de atención en sectores vulnerables como los pueblos aborígenes, esta estrategia ha seguido la línea de lo que propone la Organización Mundial de la Salud como una de las condiciones necesarias para el desarrollo en el tratamiento de personas con enfermedades mentales, es decir, el fortalecimiento de las instituciones como base para el cumplimiento de los derechos, pero también para monitorear los avances y desafíos en la materia.
El fortalecimiento institucional no solo se refiere a la coordinación entre todas las organizaciones públicas involucradas, o a las prácticas accountability para monitorear los avances, también en crear buenas condiciones en los hospitales públicos, que son los lugares donde acuden los australianos cuando sufren algún tipo de trastorno. Para ello, el Gobierno del país oceánico entre 1995 y 1996 invirtió dos mil millones de dólares -alrededor del cinco por ciento del total del presupuesto- en equipar hospitales, principalmente en recursos humanos, con el fin de que cada territorio cuente con unidades psiquiátricas, ya sea para internar o atender ambulatoriamente.
De esta manera, el sistema de salud mental australiano logró un mínimo de 8 camas privadas y 36 públicas para la atención de trastornos mentales por cada 100 mil habitantes. Pero también el equipamiento de servicios ambulatorios con profesionales bien asalariados, o en asociación con clínicas psiquiátricas privadas. Aunque esta fue la primera fase de la estrategia nacional, la segunda, que comenzó el 2008 tiene como foco la promoción de cuidados y formas de prevenir enfermedades mentales, además de darle continuidad a los logros obtenidos durante la primera fase.

Desafíos para la institucionalización de la salud mental en la realidad chilena

El documento explica que trastornos como la ansiedad o la depresión son comunes en nuestro país, esto se evidencia en las cifras de la Superintendencia de Seguridad Social que sostienen que más de un tércio de las licencias médicas corresponden a trastornos emocionales provocados por el estrés laboral, entre otras causas. Para Jorge Ojeda Vidal, terapeuta ocupacional y encargado de atención primaria del Servicio de Salud de Chiloé, el principal desafío para la institucionalidad de salud en nuestra realidad tiene que ver con solventar la falta de profesionales capacitados para tratar la gran cantidad de personas, principalmente en regiones.
En su opinión, los recursos han sido escasos, particularmente los recursos humanos. “Por ejemplo horas especialistas en psiquiatría y psiquiatría infantil son escasas y hay una lista de espera muy larga, inclusive en el sector privado. Esto es por causa de que en regiones no hay investigación, ni grandes clínicas especializadas en esta área. Por lo general cuesta que los especialistas se vengan. También la cantidad de recursos orientados a los programas de salud mental llevados por psicólogos o terapeutas ocupacionales son muy escasos, es muy difícil de cubrir la totalidad de las necesidades. Por ejemplo, en todo Chiloé hay programas de salud mental para terapeutas ocupacionales en dos comunas de las 10 existentes, eso a nivel de hospitales y atención primaria. El caso de los psicólogos es similar, donde hacen consultas y no hay sesiones de psicoterapia. Todo esto se explica por la falta de recursos, pese a que se envían fondos especiales que se destinan a programas de capacitación y de igual manera son insuficientes. Este problema de los recursos humanos se ve replicado en todo el país”, señaló.

 

Vea texto íntegro del documento

 

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