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Los radicales del fútbol. Problemas de la ultraviolencia deportiva desde la óptica del Derecho penal.

La principal dificultad en esta clase de delitos tendenciales radica precisamente en probar ese ánimo o motivación de atentar contra la paz pública.

26 de noviembre de 2018

Recientemente, el penalista español José M. Ríos Corbacho, publicó un artículo sobre la ultraviolencia en el fútbol.

En el documento, se explica que la violencia exógena llevada a cabo por grupos de aficionados violentos se ha constituido en una parte más de las crónicas deportivas, en especial, de las futbolísticas. Por ello, desde hace ya algunas décadas, los científicos sociales se han preocupado por encontrar las raíces de este tipo especial de violencia y más en particular, de encontrar remedios. 

Enseguida, el autor plantea que la extensión de este tipo de grupos y de sus resultados dañinos ha conducido a que se utilice el Derecho Penal como mecanismo de último recurso para su erradicación o reducción. En ese sentido, aspira a mostrar los problemas que en ocasiones puede suponer aplicar los tipos penales que regulan la violencia grupal en espectáculos deportivos.

Más adelante, da cuenta de algunas explicaciones que pueden ofrecer luz a la cuestión de qué es lo que lleva a un aficionado partidista a enrolarse en colectivo violento y cómo la "Psicología grupal" acaba condicionando su conducta individual.

Por lo tanto, señala que las aportaciones que recientemente está aportando la neurociencia. Explica que con ello no pretende dar una explicación comprehensiva (social, económica o política) sobre la violencia en el deporte, sino introducir algunas explicaciones que permitan entender mejor la transformación de un aficionado partidista en un aficionado violento.

Igualmente se refiere a la situación de su país. Expone que empiezan a ser muchos los casos de violencia en los estadios, lo que hace temer que España empiece a parecerse más a Argentina que a Alemania en este aspecto. Las autoridades públicas no han estado pasivas ante este creciente fenómeno.

Añade que en 2007 se promulgó la Ley contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte y casi simultáneamente se creó el observatorio con el mismo nombre y finalidad. Pero entre esas intenciones iniciales y la puesta en práctica de medidas efectivas para detener el fenómeno, hay un gran vacío. Son varias veces en las que se ha criticado la falta de recursos de dicho observatorio, así como la improvisación y descoordinación en la aplicación de sanciones.

También echa en falta mayor reconocimiento de responsabilidad por parte de los clubes en esta ola ultra que invade el fútbol español, puesto que en la mayoría de los casos, se lavan las manos, alegando que no es culpa del club ni siquiera del fútbol, sino de determinados hinchas violentos que nada tienen que ver con este deporte, pero a los que, paradójicamente, siguen admitiendo en sus gradas, en lugar de procurar que sus actuaciones públicas hagan gala de los valores que propugna el deporte y que su gestión se ajuste a criterios de juego limpio, de respeto a las normas deportivas, a los rivales y a los aficionados.

Finalmente, en ese sentido y dada la creciente gravedad de la situación, propone ir pensando en la creación de “programas y oficiales de cumplimiento deportivos”, que tengan funciones tanto educativas, preventivas y eventualmente sancionatorias. Una actuación conjunta y coordinada entre el Consejo Superior de Deportes (CSD), las federaciones, ligas profesionales y clubes en el establecimiento de dichos programas y órganos de cumplimiento podría ser un paso decisivo en la reducción de esas amenazas.

 

 

Vea texto íntegro de la publicación.

 

 

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