Cartas al Director

Ciber-días, Ciber-mes. Ciber-vida.

Diego Pérez

11 de octubre de 2018


Los ciber-días del ciber-mes de octubre hacen surgir una serie de preguntas acerca de la creciente tecnologización que estamos experimentando los seres humanos.
No es noticia nueva el que la tecnología ha logrado permear en prácticamente todos los aspectos de nuestra existencia. De hecho, es difícil imaginarse (por lo menos para la mayoría) un día sin tener acceso a internet de una u otra manera.
Ahora bien, aun cuando este fácil acceso a un universo de información ha traído una serie de importantes beneficios, hay un aspecto negativo que nos debería preocupar como sociedad: la manera de relacionarnos con los aparatos tecnológicos. Con esto me refiero a que la normalización del uso cotidiano y constante de la tecnología nos ha generado una suerte de dependencia que produce una suerte de distorsión de la realidad. En otras palabras, muchas veces ya no experimentamos la realidad con nuestros propios ojos, sino que por medio de una pantalla. Ya no sabemos de la vida de amigos y conocidos por medio de la comunicación directa y presencial, sino más bien por fotos y mensajes publicados en las distintas redes sociales. Juzgamos la vida ajena de acuerdo a lo que vemos de ella en las pantallas, para luego desmotivarnos al comparar nuestra propia cotidianeidad con estos orquestados y artificiales momentos de felicidad y exaltación. En breve, hoy resulta normal tener una doble presencia en la vida: una “real” y otra digital.
Hay que tener en consideración, empero, que la simultaneidad y masividad de la comunicación que la tecnología facilita no es algo en sí malo. El problema, de hecho, no está en la tecnología, sino en nosotros: en la manera en que los seres humanos nos relacionamos con ella.  Puesto de otro modo, la tecnología se vuelve problemática cuando las personas experimentan el mundo sólo a través de las pantallas, cuando la vida digital se transforma en la única vía para experimentar el mundo.
¿Qué hacer, entonces, frente a este panorama? El detener el avance tecnológico o destruir el ya logrado parece absurdo y quimérico. La vida digital llegó para quedarse, y está muy bien que así sea. Pero el otro extremo tampoco suena muy atractivo. Aceptar que la realidad ha perdido la batalla frente a las pantallas supone renunciar, por lo menos en cierto aspecto, a aquello que nos hace humanos. Parece que solo nos queda un camino: el aprendizaje. Ya en 1959 Heidegger decía que hay que utilizar los aparatos técnicos, “pero manteniéndonos a la vez tan libres de ellos que en todo momento podamos desembarazarnos […]. Podemos decir «si» al inevitable uso de los objetos técnicos y podemos a la vez decirles «no» en la medida en que rehusamos que nos requieran de modo tan exclusivo, que dobleguen, confundan, y, finalmente, devasten nuestra esencia.  Me parece que hoy más que nunca es necesario escuchar al filósofo alemán: debemos aprender a que la vida real y la digital coexistan en harmonía. Una buena oportunidad para ello son las XIII Jornadas de Derecho Natural que organizan en conjunto la Pontificia Universidad Católica y la Universidad San Sebastián entre los días 6 y 10 de noviembre

 

Diego Pérez

Académico Facultad de Derecho y Gobierno

U. San Sebastián

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