Cartas al Director

¿De qué experiencia límite nos hablan?

Omar Villanueva Olmedo

16 de abril de 2015


En el último  trimestre el país ha vivido una experiencia límite, así se desprende de lo que se comenta en todos los círculos. En los más de 40 años de consultoría a empresas nunca antes vimos una relación tan  imprudente entre empresa y política. Lo anterior solo tiene algún parangón con situaciones históricas: incumplimiento de recaudos tributarios al incanato, o destitución de funcionarios reales o gobernadores por diferenciales en el tesoro recaudado para la corona peninsular.  

Los métodos de la administración que empleen las empresas se deben usar para un trabajo honesto, productivo, e innovador con una alta preocupación por las personas y por unas relaciones responsables con respecto al medio y a los constituyentes. Mucho de esto se estaría dejando de aplicar. 

Nos queremos detener en tres aspectos de la administración en esta experiencia límite: (1). La precisa definición del problema, (2) Una visión somera sobre los recursos que conforman la economía y, (3) Los futuros posibles, según las diferentes soluciones que se apliquen.

1.- ¿Está definido el problema? Un problema real y actual para Kepner y Tregoe es la diferencia entre: “lo que ocurre” y “lo que debería ocurrir”. Una vez que está bien definido se buscan sus causas –  generalmente cambios que han ocurrido – y que han pasado desapercibidos o que han sido introducidos: por error o por falta de prolijidad o con intencionalidad.

Sólo si se define correctamente el problema, y se identifican y demuestran sus  causas recién se estaría en condiciones de resolver adecuadamente el  problema, interviniendo sobre sus causas. Y, así, Kepner y Tregoe sigue describiendo su rigurosa y estricta metodología racional aplicada con éxito a la resolución de miles de problemas de diferente naturaleza.

Por ahora no hay una definición del “problema”, más bien hay búsquedas que  confunden, se dan pistas diversas y contradictorias, se acusa y condena, se absuelve, se apura  la investigación, se acota,  se desvía, se pide cautela, se dan detalles, se pide repensar o cambiar legislaciones, acudir a instancias de hombres y mujeres buenas, dejar que las instituciones hagan su trabajo y suma y sigue. Pero todavía no se sabe la profundidad del problema, ni su cuantía económica, ni el número de personas y de empresa-política a investigar, ni el número y montos de los presuntos documentos ideológicamente falsos, aunque todos, o casi todos, los documentos que son susceptibles de ser falsos están debidamente numerados. O sea, el problema aún no está precisamente definido ni acotado, más aun sabiendo  que: ¡No existen soluciones simples y rápidas a problemas complejos! menos si tienen múltiples variables.

(2) Las magnitudes de los recursos y los de  la experiencia límite. Se puede  estimar los recursos que han estado disponibles en la economía y estimar los recursos que han dado nacimiento a esta experiencia límite.

Por ejemplo, (a) El PIB Mundial Anual en la actualidad se estima en aproximadamente “75 millones de millones» de dólares, (b) La suma del PIB Nacional entre el año 1990 y el presente se puede estimar en más de “3 millones de millones de dólares”,  (c) El presupuesto nacional llegaría, para el mismo período, a “1,3 millones de millones de dólares” y finalmente (d) El patrimonio nacional suponemos que podría estimarse por encima de los “20 millones de millones de dólares”. O sea, ha habido enormes  recursos disponibles en los últimos 25 años de democracia  y, por lo tanto, la experiencia límite quizás entonces no es más que un detalle minúsculo, en términos de riqueza (aunque sea inimaginable para la mayoría de las personas).

(3) Escenarios futuros posibles. (a) Se puede seguir indagando y buscando las causas para eliminar el problema, (b) se puede resolver el problema  «por acuerdos», pero sin identificarlo verdaderamente y sin identificar sus respectivas causas y responsables, y (c) hay otros escenarios imaginables. Cada escenario deparará diferentes consecuencias para la relación empresa–política, para toda la comunidad, para la credibilidad internacional y para muchas otras actividades.

Como consultores profesionales solo nos queda recomendar e instar a resolver esta experiencia límite con mucha racionalidad y transparencia, ir de verdad a identificar las causas reales y poner, en la solución,  creatividad e innovación con una visión anticipativa de las posibles consecuencias, en especial en los comportamientos empresa-política.

Finalmente, algunas preguntas: ¿Es esta experiencia una oportunidad para ser una nación con mayor  transparencia? ¿Por qué no ser líderes en una gobernanza innovadora para siglo XXI y  crear -sin temor- nuevas y más riquezas con alto valor agregado, tecnologías e inteligencia y un buen desarrollo «para todos»? ¿Por qué no usar emergentes tecnologías y comunicaciones, nuevos conocimiento, inteligencia artificial, sistemas expertos, internet de las cosas, entre muchas otras posibilidades disponibles en este siglo, para facilitar una transparencia amplia de la gestión pública y privada, que conduzca a   una mejor democracia y a un control moderno, anticipativo y transparente que garantice un desarrollo de las empresas y gobiernos corporativos y con menos riesgos para todos? (Santiago, 16 abril 2015)

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