En Chile, los casos de corrupción son cada más grotescos e involucran millones de pesos del erario. Cuando esto ocurre, con alarmante reiteración, surgen dos voces ante esa problemática. Aquellos que argumentan sobre la observancia de la virtud aristotélica y la ética profesional, mientras que otros, en sentido opuesto, se abanderan en el castigo del Derecho Penal.
Sin embargo, ninguno ha resultado suficiente para enfrentar una verdadera cultura de la corrupción, tan arraigada e institucionalizada que pareciera estar hecha con ese objetivo. Ambas posturas fracasaron rotundamente, tanto de forma preventiva como represiva.
Así, la virtud no ha logrado inspirar ni el Derecho Penal disuadir.
Matías Vidaurre Vilo