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viernes 18 de julio de 2025

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¿Por qué sigo colegiado?

Ser parte del Colegio de Abogados no se trata de beneficios personales, sino de compromiso con la profesión, la ética, la comunidad y la defensa de la libertad profesional. Por eso sigo colegiado, y por eso invito a otros a sumarse.

Cada cierto tiempo alguien me pregunta por qué sigo colegiado. A veces la pregunta viene con una dosis de escepticismo: ¿sirve de algo estar en el Colegio de Abogados? ¿Qué gano con eso? Y lo entiendo. No siempre es fácil ver lo que se construye cuando uno forma parte de algo más grande que su propio ejercicio profesional.

Pero para mí hay cinco razones que explican por qué, año tras año, renuevo mi compromiso con el Colegio. Y no tienen que ver con beneficios inmediatos ni con cálculos individuales, sino con una idea más profunda de lo que significa ser abogado hoy en Chile.

La primera razón es simple: el Colegio protege nuestra libertad profesional. Puede sonar abstracto, pero no lo es. Cuando el ejercicio libre de la profesión se ve amenazado, por decisiones administrativas, por el poder, por entornos hostiles, contar con una institución que defienda esa libertad no es menor.

La segunda razón tiene que ver con la ética. En un contexto donde la confianza pública está en crisis, someterse a reglas claras de conducta es una señal. Para los clientes, para los tribunales, para los colegas. La colegiatura no convierte a nadie en mejor abogado, pero sí es una forma concreta de decir: voy a responder por cómo ejerzo.

La tercera razón es la formación. El Derecho cambia, las tecnologías avanzan, y el Colegio se ha convertido en un espacio de actualización. No hablo solo de los cursos o charlas, sino de la posibilidad de estar en diálogo con otros que también están enfrentando los mismos desafíos. Eso yo creo que vale.

La cuarta tiene que ver con sentirse parte de una comunidad diversa. El Colegio de Abogados debería representar a todos: jóvenes, mayores, quienes litigan, quienes investigan, quienes trabajan en lo público o en lo privado. Y para que eso ocurra, hay que estar. No se puede construir la representatividad desde afuera.

Y, por último, porque quiero votar. En un gremio donde las decisiones que se toman afectan la profesión, no participar en ese espacio es ceder. La única manera de incidir, de empujar cambios o defender lo que uno cree, es siendo parte y usando esa voz.

No digo que el Colegio sea perfecto. Tiene mucho por mejorar. Pero estar colegiado no es un premio ni un favor: es una forma de asumir que la profesión que ejercemos importa, y que vale la pena cuidarla juntos. Por eso sigo. Y por eso invito a otras y otros a sumarse.

 

Paulo Montt Rettig

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