Alessandri

Piratería y Centennials: ¿Cómo andamos por casa?, por Francesca Bozzo.

Estudios demuestran que la Generación Z considera aceptable comprar productos falsificados. Sin embargo, las nuevas generaciones deben entender que un producto de lujo no solo debe su valor a la materia prima que la compone, sino que todo lo que sustenta.

Si hace quince años al hablar de piratería lo que nos venía a la mente eran CDs, DVDs, y libros comprados en comercios informales, hoy en las nuevas generaciones la palabra evoca otros bienes. Carteras, zapatos, zapatillas, joyas, relojes y anteojos son los productos en los que los más jóvenes piensan al hablar de piratería. Eso si, la palabra con la que se refieren a ellos suele ser “falso”.

La industria del lujo continuamente maximiza sus esfuerzos por frenar el avance de las copias y falsificaciones, por lo que llama la atención que “la Generación Z considere que es aceptable comprar productos falsos”, de acuerdo con lo reportado por Business of Fashion, portal especializado en moda, lujo e industrias creativas. Una encuesta realizada a usuarios nacidos entre 1997 y 2009 arrojó preocupantes resultados: más del 50% cree que está bien comprar productos falsos, y más de un tercio estaría dispuesto a usarlos.

Con la existencia de plataformas que favorecen la autenticación de los productos previo a su compra, como BeReal, o la incorporación de tecnología Blockchain a los relojes de lujo Vacheron Constantin, o el desarrollo más reciente de Richemont (dueña de Cartier, Piaget, Jaeger LeCoultre, entre otras) donde los usuarios pueden registrar sus relojes a través de los números de serie y reportar robos, nunca había sido tan fácil para los usuarios y consumidores comprobar el origen de bienes de lujo, ya sea nuevos o de segunda mano.

Teniendo todas estas innovaciones al alcance de un click, cabe preguntarnos qué ha fallado en la generación que consume sin tapujos carteras o mochilas con elementos o diseños característicos de reconocidas marcas, adquiridas a través de redes sociales, collares y pulseras imitación de marcas de lujo a través de links ocultos en conocidas aplicaciones disponibles en los aparatos móviles, o zapatos de procedencia cuestionable que tratan de pasar por reconocidas casas de moda italiana.

La respuesta lógica es pensar en la educación. Las nuevas generaciones deben entender que un producto de lujo no solo debe su valor a la materia prima que la compone, sino que todo lo que sustenta: la artesanía y trabajo manual (craftmanship) de quienes lo elaboran, el pago justo a sus artesanos y proveedores, los equipos creativos, legales, de marketing; la cadena global de distribución, impuestos, y un largo etcétera que no se ve. Comprar falsificado es financiar actividades criminales que reportan ingresos de unos estimados 4.5 trillones de dólares anuales.

De nada servirán los esfuerzos de pequeños, medianos y grandes empresarios por proteger sus marcas e invenciones, si la generación que continuará el negocio en el futuro no entiende hoy el valor que tiene la propiedad intelectual y los esfuerzos que conlleva.

 

Francesca se incorporó al equipo de Propiedad Intelectual de Alessandri el año 2020. Enfoca su práctica en materias de marcas, patentes y dominios.