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Obesidad y discapacidad.

La obesidad, como enfermedad, tiene un origen debatido. Razón por la cual siempre su abordaje debe realizarse desde una perspectiva multidisciplinar, dado su origen multifactorial. Encontrándose determinantes biológicos, sociales y económicos.

27 de octubre de 2019

Recientemente, la argentina Jesica Ramírez publicó un artículo sobre obesidad y discapacidad, donde aborda ambas cuestiones, y la relación entre las mismas, desde una perspectiva jurídica.
La autora primeramente señala que el afirmar que la obesidad es una enfermedad es el resultado de una lucha de años de diferentes sectores sociales y médicos. Durante mucho tiempo no se pudo vislumbrar el problema de fondo detrás de la gordura debido a los diferentes modelos culturales, sociales y alimentarios que se han ido modificando conforme pasan los tiempos. Romper con el estereotipo para contemplar de cerca cuáles son las causales que llevan a una persona a padecer sobrepeso, logró liberarlo de la culpa y, por ende, de la responsabilidad salir de esa situación por sí solo.
Luego, rememora que hasta no hace mucho tiempo, los tratamientos para adelgazar eran considerados cuestiones meramente estéticas. Por lo cual, no eran reconocidos por los seguros médicos y casi no se encontraban dentro de las prestaciones de los efectores públicos. Poco a poco, la jurisprudencia fue reconociendo dentro del derecho a la salud, el acceso a tratamientos para personas obesas. Sobre todo, las intervenciones quirúrgicas como la cirugía bariátrica, las cuales eran rechazadas constantemente por los seguros médicos, al igual que las cirugías reparadoras, para quitar el exceso de piel que requieren los pacientes una vez se va logrando el descenso de peso.
Más adelante expone que al respecto surgen dos planteos fundamentales que intenta resolver. El primero de ellos es que no toda persona con obesidad se puede considerar con discapacidad. Pero si alguno de ellos. ¿Por qué? ¿Cómo se determina quienes sí y quienes no? El segundo es aún más complejo, pero se relaciona con el primero. Durante siglos, el colectivo de las personas con discapacidad y sus defensores han bregado para que deje de asociarse el término a la enfermedad. Pero, la obesidad es una enfermedad. Entonces ¿cómo se asocia de la discapacidad sin que signifique un retroceso?
A continuación aclara que dentro de los diferentes enfoques que ha recibido el término “discapacidad”, la perspectiva médica ha asociado la enfermedad a la discapacidad. Siendo que no todas las personas con discapacidad padecen una enfermedad. Y que, como en el caso de la obesidad, no todas las personas que padecen ciertas enfermedades tienen consecuencias discapacitantes. Por eso es importante de remarcar es que más allá de las definiciones, la discapacidad es un término dinámico que permite preguntarnos hoy la relación con la obesidad y otras situaciones no contempladas en antaño.
Enseguida agrega, sobre la obesidad, que la creencia de ésta como discapacidad reconoce la predisposición genética. La enfermedad presupone que no existe una relación directa entre la voluntad del individuo y el padecimiento que lo aqueja. ¿Por qué es importante asumir una postura respecto a esto? Porque, como sociedad, es lo que va a determinar qué derecho les reconoce la salud pública a las personas con obesidad. No sólo en términos de tratamientos médicos, sino también en otros aspectos sociales más amplios.
En tal sentido, desarrolla el que, generalmente, cuando una persona alcanza la obesidad mórbida, presenta también patologías asociadas serias. Las más comunes son la hipertensión, diabetes, cardiopatías, ciertas distrofias musculares, problemas de metabolismo, etc. Pero también comienza a tener limitaciones en la funcionalidad de su cuerpo. Y es allí cuando la obesidad comienza a presentar secuelas discapacitantes.
En este orden de ideas, la autora postula que la aceptación del problema del crecimiento de los índices de obesidad en la población trajo aparejado el reconocimiento de derechos en torno a ella en su país. Primero en la jurisprudencia, luego a través de una ley específica. Pero, como todo camino que recién comienza, surgen aristas que aún quedan por definir. Una de ellas es la incumbencia de este trastorno de alimentación con la discapacidad.
En consecuencia, se pregunta: ¿la obesidad es una enfermedad ¿considerarla discapacidad es un retroceso para la conquista de los derechos de las personas con discapacidad? Luego del amplio examen de material que realicé, creo que la pregunta está formulada con errores graves de concepto. Existen muchas enfermedades que producen discapacidad. En este caso, la obesidad es una de ellas. ¿Cuál ha sido la lucha entonces? Catalogar a las personas por sus padecimientos en lugar de paliar las consecuencias de ellos. El error sería considerar que el peso del cuerpo es lo que define la vida del obeso y no atender a las consecuencias que esa enfermedad le ocasiona. El peso no lo define, lo condiciona, como en cualquier enfermedad. Le crea barreras que, como sociedad, debemos contribuir a eliminar o disminuir para que su vida sea mejor cada día.
A continuación, se plantea ¿toda persona con obesidad tiene discapacidad? Creo que el criterio de las juntas evaluadores de la Dirección Provincial para la inclusión de las personas con discapacidad es la mejor respuesta: depende de las secuelas. Una persona que no alcanzó la obesidad mórbida tiene reconocidos sus derechos a través de la llamada Ley Cormillot y del derecho humano a la salud. Que no sea contemplada dentro de la protección de las personas con discapacidad no le resta garantías, dado que el sistema se las reconoce por otro lado. Además, ateniéndome específicamente a la definición de discapacidad de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, las personas con obesidad mórbida son las que se enfrentan a largo plazo a barreras que impiden su participación plena y efectiva en la sociedad en igualdad de condiciones que los demás.
Finalmente, aduce que dado que según la OMS la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, espero que como sociedad logremos que una persona con obesidad mórbida pueda ir a un hospital y tener una camilla que soporte su peso, se pueda sentar en una silla de un espectáculo público sin que esta se rompa, pueda viajar en un colectivo en un asiento que contenga su cuerpo; pero sobretodo, pueda salir a la calle sabiendo que es una persona con igualdad de oportunidades que el resto.

 

Vea texto íntegro de la publicación.

 

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