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La ropa que llevamos puede robarnos la credibilidad profesional.

Una imagen con valores, creíble, constante y coherente, nos permite alcanzar nuestras metas más fácilmente, pues nos convierte en personas poderosas, influyentes, y por consiguiente, persuasivas

20 de febrero de 2020

En una reciente publicación del medio españo Confilegal se da a conocer el artículo "La ropa que llevamos puede robarnos la credibilidad profesional", de Regina Ascanio, aseora de imagen.
En el texto dice ¿Te habías planteado alguna vez que existían los ladrones de credibilidad? Sí, te lo puedo asegurar, vamos a ponernos en situación, ¿alguna vez has estado delante de un cliente, te has querido ganar su confianza y posteriormente te has dado cuenta de que el mensaje que intentabas transmitirle no le llegó?

A continuación expone ejemplos de ladrones de credibilidad:
 

-Traje arrugado.

-Cuellos de camisa y americana mal encajados.

-Ir sin medias.

-Zapatos sin lustrar.

Como puedes comprobar, asegura, esto no sólo se aplica en el ámbito jurídico, pues la confianza y la credibilidad son intangibles tan valiosos, que llegan a ser incalculables por su capacidad transformadora.

Luego, comparte algunos potenciadores de la credibilidad:
 

-Peinado y cabello cuidados.

-Ropa y zapatos de calidad.

-Corbatas de seda.

-Bolsillos de americana, falda, pantalón o vestido, vacíos.

Explica que aplicando los potenciadores a través de nuestra imagen, generamos nuestra reputación como consecuencia de las percepciones que otros reciben de nosotros.
Nuestra imagen, añade la asesora,  es mucho más simbólica, visual –en función de los colores, formas, cortes, volúmenes, texturas, tejidos que utilicemos-, que funcional. Pensemos si no en un reloj, que más allá de dar la hora, puede representar un reconocimiento social de éxito y estatus, que internamente nos recuerda las medallas y condecoraciones que hemos conseguido. Una persona creíble en el mundo de los negocios, es un experto confiable.
Enseguida destaca que una imagen con valores, creíble, constante y coherente, nos permite alcanzar nuestras metas más fácilmente, pues nos convierte en personas poderosas, influyentes, y por consiguiente, persuasivas; el truco radica en usar conscientemente como armas, la ropa, los colores y los complementos para que nos perciban como la mejor opción y mantengan su preferencia.
Por tanto, concluye, cuidar de nuestra imagen se trata de una inversión en uno mismo, no de un gasto.

 

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