En una columna publicada recientemente, el magistrado español José Ramón Chaves se pone en el lugar de un abogado y revela una serie de comportamientos de los jueces que irritarían.

Entre ellas, destacan:

1. Que obliguen a ser puntuales si no predican con el ejemplo.

2. Que no escuchen y que se les note.

3. Que obliguen a repetir lo mismo varias veces porque no atienden, sin darse por enterados.

4. Que miren con desgana mientras se les habla.

5. Que frunzan el ceño.

6. Que guarden silencio cuando les toca hablar y respondan con monosílabos cuando se les hace una pregunta.

7. Que durante toda la vista oral no se hayan molestado en tomar una nota ni examinar los autos.

8. Que bostecen con disimulo. 

9. Ser tratado como un humilde pecador que acude ante el confesionario donde le aguarda el obispo.

10. Que no se fijen en los detalles pese a que se insiste, enfatiza, subraya y grita…, como profeta en el desierto.

11. Que digan “sea breve” o “vaya concluyendo” cuando apenas se ha empezado a exponer.

12. Que se dediquen a escudriñar con parsimonia el expediente mientras un interminable silencio cae sobre la Sala y la tensión se eleva.

13. Presentir que el juez tiene prisa por acabar este juicio.

14. Que demuestren falta de memoria cuando un asunto idéntico ante él siguió criterios probatorios y decisiones distintas.

15. Que acepten la minuta y sentencias con la misma actitud que los folletos publicitarios en el metro.

16. Que den la palabra como si fuera la última cena del condenado a muerte.

17. Que los jueces crean que por tener la última palabra, tienen la razón.

18. Que te digan sonriente que, “si lo desea, puede recurrir”.

Pero lo que más irritante, concluye Ramón Chaves, es que si el abogado se convierte algún día en juez termina por incurrir en los defectos que criticó.

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