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Acerca del caso que inspiró la abolición de la tortura judicial.

El periodista español, Carlos Berbell, destaca a Voltaire quien publicó el libro
“Tratado sobre la tolerancia con ocasión de la muerte de Jean Calas”, en el que utilizó, por primera vez en la historia el concepto de “derecho humano”.

19 de junio de 2017

En una columna publicada recientemente, el periodista español Carlos Berbell señala que en Toulouse, sur de Francia, Jean Calas, un padre de familia de 64 años, protestante, de religión, que tenía un pequeño comercio, se encontró, la noche del 13 al 14 de octubre de 1761, a su hijo primogénito, Marc-Antoine, colgando de una soga, en la puerta del almacén.
Relata que para evitar el escándalo, cortaron la soga y dejaron en el suelo al cadáver y después avisaron a las autoridades, a las que les contaron que el joven había sido víctima de un asesinato.
Berbell hace recordar que en aquellos tiempos el suicidio estaba castigado de forma muy severa por la ley. La persona que se había quitado la vida no sólo no podía ser enterrada, sino que si el Tribunal declaraba al muerto “culpable”, el cadáver podía ser desenterrado, arrastrado por las calles, colgado por los pies y finalmente arrojado a un vertedero de basura.
La policía, continúa el periodista, no creyó que había sido asesinado,  porque el joven Marc-Antoine quería hacerse católico, y un Tribunal local condenó al padre y a la madre a muerte, con la aplicación de la tortura previa, denominada “tormento preliminar”, que tenía como fin hacerles hablar para que delataran al resto de sus cómplices. Sin embargo, tras un recurso de apelación, el Parlamento de Toulouse anuló la sentencia de muerte a la madre y ordenó que sólo se aplicara a Calas.
Luego Berbell sostiene que tras horas de suplicio, el Tribunal le concedió a Calas, mediante una orden secreta, la “gracia” de morir estrangulado, quien clamó todo el tiempo su inocencia. La misma sentencia condenó al destierro a Pierre, otro de los hijos de Jean Calas, ordenó que se encerrara en un convento a sus dos hermanas y confiscó los bienes de la familia.
El caso Calas, explica el comunicador, atrajo la atención pública poco después, de François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, abogado francés, historiador, filósofo y uno de los enciclopedistas, junto con Diderot, D’Alembert, Rousseau y Montesquieu, que fueron la base ideológica de la revolución francesa de 1789.
Voltaire recaudó dinero para la familia Calas, escribió cartas a las autoridades, en nombre de los familiares, en las que relataba la verdad de los hechos, y publicó un libro basado en el caso que tituló “Tratado sobre la tolerancia con ocasión de la muerte de Jean Calas”, en el que utilizó, por primera vez en la historia el concepto de “derecho humano”.
Berbell afirma que el fundamento de su argumentación era que la intolerancia no podía ser un derecho humano, atacando el fanatismo y la intolerancia religiosa, en ese caso, católica, que había llevado a la policía y a los jueces a la conclusión de que Calas había matado a su hijo, citando lo siguiente: “No se entiende cómo, siguiendo ese principio [el derecho humano], un hombre podría decir a otro: Cree lo que yo creo y no lo que tú puedes creer o perecerás’. Es lo que se dice en Portugal, en España, en Goa [países tristemente célebres por sus inquisiciones]”.
Cabe señalar, dice enseguida Berbell, que el culto calvinista en público había sido prohibido en Francia desde 1685, por lo que las autoridades no tuvieron que hacer ningún esfuerzo para creer que Calas había matado a su hijo con el fin de  impedir su conversión al catolicismo.
Comenta luego que Voltaire, en sus ataques, comenzó a desplazar el foco de sus esfuerzos sobre el propio sistema de justicia penal imperante, especialmente en lo relativo al uso de la tortura y la crueldad, hasta el punto en el que incluyó en su Diccionario Filosófico, publicado en 1764, una referencia a esta práctica bárbara.
El caso Calas, agrega, provocó un movimiento en toda Europa y en las colonias americanas en contra del uso de la tortura judicial. Fue abolida en Prusia, en Suecia, Austria y Bohemia.
Por su parte, la monarquía francesa, indica, la suprimió para arrancar confesiones de culpabilidad antes de dictarse sentencia en 1780. Y, añade, en Gran Bretaña se suspendió la procesión pública y se introdujo el uso regular de un tablado, con lo que se garantizaba que las ejecuciones en la horca fueran más rápidas y “humanitarias”.
Finalmente, Berbell destaca que en 1789 el Gobierno revolucionario francés renunció a todas las formas de tortura judicial y en 1792 introdujo la guillotina, cuyo objeto era uniformizar el cumplimiento de la pena de muerte y ejecutarla de un modo tan indoloro como fuera posible.

 

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