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Publican «Mientras nos enfadamos con Facebook, la NSA nos graba».

Las tarjetas de crédito ofrecen a la Policía, a Hacienda y a los 'hackers' más información que la que hay en Facebook.

17 de abril de 2018

En el medio electrónico español actuall.com se da a conocer el artículo “Mientras nos enfadamos con Facebook, la NSA nos graba”. El autor Pedro Fernández se hace las siguientes preguntas ¿A qué viene el escándalo con el tráfico de datos de Facebook?; ¿Es que las tarjetas de crédito no acumulan los mismos?; ¿Pero es que sólo Facebook pone en riesgo la intimidad de las personas?
Luego plantea que no hay que haber visto una temporada completa de CSI Las Vegas o ni una sola película de Jason Bourne para saber que el FBI, la mafia o Hacienda localizan al asesino en serie, al contable fugitivo o al defraudador mediante los gastos de su tarjeta de crédito.
Si quieres esfumarte, continúa, tienes que pagar en efectivo, deshacerte de tu teléfono móvil y apagar el ordenador. Como hace Jack Reacher. Por eso, a mí me alarma la desaparición del dinero fiduciario por el dinero electrónico.
Igualmente, dice, no es nada nuevo que en los contratos de servicios de telefonía, financieros y energéticos, solemos dar nuestra autorización a que la empresa pueda usar nuestros datos para ofrecernos un mejor servicio. O sea, llamarnos para vendernos seguros de deceso, por ejemplo.
Además, agrega, muchas empresas comparten datos por obligación legal o por negocio. Por ejemplo, el fichero de morosos de la banca. ¿Sabía que las empresas eléctricas disponen de una base de los datos de sus clientes a los que pueden acceder para elaborar ofertas, llamada SIPS? Las eléctricas pueden estar al tanto cuántas lavadoras usted pone al día o si tiene aire acondicionado.
A continuación, el autor afirma que este tráfico de datos, nos dicen, es por nuestro bien. El Estado, en vez de bajar los impuestos a la electricidad, está convencido de que es mucho mejor que sus datos privados estén accesibles para que alguna empresa le haga una oferta que no pueda rechazar.
Pero, asegura que la mayor amenaza para nuestra intimidad no está en el sector privado, sino en el público. ¿Ya no recuerda el escándalo de las escuchas realizadas por la NSA, la Agencia de Seguridad Nacional, dependiente del Gobierno de Estados Unidos a numerosos líderes mundiales?
Así, Pedro Fernández expone lo siguiente: que el premio Nobel de la Paz Barack Obama ordenó en 2010 a la NSA que ‘pinchase’ el teléfono de la alemana Angela Merkel para saber cómo era ella.
En España, la NSA intervino decenas de millones de conversaciones telefónicas con la colaboración del CNI, un método usado en muchos países: los servicios de inteligencia locales echan una manito a los servicios de EEUU y a cambio reciben unos cuantos megadatos.
Hace poco, Wikileaks reveló el proyecto Dumbo, un malware que controla la webcam y el micrófono de un ordenador que use Windows. ¿Y quién ha desarrollado Dumbo? ¡La CIA! Busque usted en el archivo de LaSexta si dedicó algún programa a este asunto, entre pepero y pepera.
Hace unas semanas, los directores de las seis principales agencias de inteligencia de EEUU fueron al Senado (¡vaya casualidad!) y aconsejaron a sus compatriotas que no compraran productos ni servicios de las empresas de telefonía chinas Huawei y ZTE, porque los comunistas los podrían usar para robar datos y espiar. Sólo les faltó gritar: “¡Que vienen los rojos!”
Entonces, el autor se pregunta ¿por qué se da esta campaña contra Facebook? Y responde, pues porque el Poder sigue buscando culpables de la derrota de la candidata de Hollywood y Wall Street a la presidencia de EEUU. Puesto que todas las cabeceras de prensa y casi todas las cadenas de televisión importantes promovían a Hillary Clinton y denigraban a Donald Trump, la causa de que la gente no obedeciera a los editorialistas y los presentadores de los telediarios tienen que ser las redes sociales.
La revelación de que Cambridge Analytica, una consultora de publicidad política en redes sociales a la que han acudido numerosos políticos norteamericanos, dispuso de datos de más de 80 millones de clientes de Facebook y trabajó para las campañas del Brexit y de Trump (las dos indigestiones del Poder) ha sido según el autor la nueva excusa.
Como también la memoria se está diluyendo, pocos recuerdan que el Imperio Progre alabó a Obama por el uso del ahora endemoniado Facebook en sus campañas de 2008 y 2012. En el Washington Post titularon así un reportaje sobre él: “Barack Obama, rey de las redes sociales”.
Así, el autor cree que el plan es debilitar las redes sociales. Y la fase en la que nos hallamos consiste en linchar al presidente de Facebook para ‘ablandarle’, al que le acusan de dar la victoria a Trump y de ser un tonto útil de Putin.
Zuckerberg, añade, ya ha tenido que admitir, mientras tragaba saliva, que va a ser inevitable una mayor regulación de Facebook. Un senador le hizo la típica advertencia ‘de amigo’: o usted controla su negocio o lo haremos nosotros.
Y hay otro motivo. Los medios serios o tradicionales quieren acabar con un competidor. En 2017, Facebook  obtuvo un beneficio neto de 15.934 millones de dólares, un 56% más que el año anterior. Su facturación fue de 40.653 millones, un aumento del 47% frente a los 27.638 millones de 2016, detalla.
También se pregunta enseguida ¿Y de dónde sale ese dineral? De la publicidad, que antes iba a los periódicos y a los grupos de comunicación multimedia.
Sorprende que la prensa ‘seria’ culpe a Facebook de difundir ‘fake news’ cuando ella es la primera manipuladora de noticias.
Por ello el autor cita a Javier Benegas, editor de Disidentia.com, que ha resumido así el motivo de la cacería: “Zuckerberg es la cabeza de turco de políticos, burócratas y medios de información que ven en Internet una amenaza a su poder absoluto”.
Sí, agrega, a mí tampoco me gusta Zuckerberg. En su intervención en el Senado reconoció que la gente que trabaja en Silicon Valley, donde su empresa tiene su sede, está muy inclinada a la izquierda y también se disculpó por el bloqueo constante de contenidos católicos.
Pero si Facebook cae, asevera finalmente, nuestra libertad se habrá encogido un poco más. Los políticos y editores están preocupados no por nuestra intimidad, sino por su pérdida de poder y de dinero.

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