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Texto final.

Amnistía condena el pacto sobre los refugiados de la ONU: líderes mundiales no están a la altura del reto.

Charmain Mohamed, director de Derechos de las Personas Refugiadas y Migrantes del organismo, arguye que aunque el Pacto contiene algunas sugerencias positivas sobre cómo hacer realidad el reparto de la responsabilidad, no está claro a su juicio si existe la voluntad política para llevarlas a la práctica.

26 de julio de 2018

Ante la publicación del texto final del Pacto Mundial sobre Refugiados, acordado por los Estados miembros de la ONU, Charmain Mohamed, director de Derechos de las Personas Refugiadas y Migrantes de Amnistía Internacional, declaró que “el Pacto Mundial era una empresa ambiciosa que debería haber creado un cambio drástico en la forma en que los Gobiernos tratan a las personas refugiadas. Lamentablemente, los y las líderes del mundo no han estado a la altura del reto de producir las soluciones audaces y valientes que necesitamos con tanta urgencia”.
A continuación, explica que “el texto final se limita a afianzar el enfoque actual, que es insostenible, por el que los Estados más ricos pueden elegir qué medidas, en su caso, adoptan para compartir la responsabilidad. Esto dejará a muchas personas refugiadas en países más pobres que no pueden o no quieren ayudarlas”.
Aunque, plantea, el Pacto contiene algunas sugerencias positivas sobre cómo hacer realidad el reparto de la responsabilidad, no está claro a su juicio si existe la voluntad política para llevarlas a la práctica.
“Antes incluso de que se secara la tinta sobre el Pacto, las acciones de muchos Gobiernos eran contrarias al propósito expreso de éste de proteger a las personas refugiadas y compartir la responsabilidad respecto de ellas”, arguye.
Luego comenta que” mientras los diplomáticos negociaban el Pacto en la ONU, los Gobiernos europeos atacaban la capacidad de las ONG para rescatar a personas refugiadas abandonadas a su suerte en el mar e ideaban nuevos planes para disuadirlas y detenerlas, mientras Australia seguía justificando sus crueles y tortuosas prácticas de detención en Manus y Nauru”.
Por último, concluye que “lo que hace más falta que nunca es una respuesta compasiva y fundada en los derechos humanos a las necesidades de las personas refugiadas, basada en compartir la responsabilidad, no en eludirla”.

 

Vea texto final

 

 

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