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Evaluaciones sobre la ley de etiquetado de alimentos: a tiempo de incluir mejoras.

De acuerdo a LyD la mayoría de las personas no necesitan un sello negro para saber que los chocolates, dulces y galletas son altos en azúcar. Sin embargo, es probable que muchos valorarían poder distinguir cuál de los chocolates es «el menos dañino».

9 de diciembre de 2018

En una reciente publicación del Instituto Libertad y Desarrollo (LyD), se sostiene que a dos años de la implementación del Reglamento de Etiquetado de Alimentos, que complementó la Ley Nº 20.606 sobre Composición Nutricional de los Alimentos y su Publicidad, se han levantado algunos estudios y/o análisis preliminares que pretenden evaluar los efectos que ha tenido esta normativa en nuestro país.
Sin embargo, arguye LyD, y como se verá más adelante, resulta apresurado concluir que en virtud de los resultados que arrojan los estudios, la normativa ha sido exitosa.

DIAGNÓSTICO SOBRE LA OBESIDAD EN CHILE

En primer lugar, recuerda, que la normativa sobre etiquetado en Chile surgió como respuesta frente a los altos índices de obesidad y sobrepeso presentes en la población chilena, en particular, sobre la población infantil.
La moción presentada el 2007 por los senadores Girardi y otros, tuvo a la vista el Informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la Salud en el Mundo del año 2002, que arrojaba que el 60% de las 56 millones de defunciones al año son producto de Enfermedades No Transmisibles (ENT). Asimismo, se basó en la Encuesta Nacional de Salud del año 2003 elaborada por el Ministerio de Salud de Chile, que indicaba que el 61% de la población padecía de sobrepeso y obesidad.
A continuación, afirma LyD que los índices de obesidad y sobrepeso han ido aumentando cada vez más en nuestro país. Según datos extraídos por la Encuesta Nacional de Salud, el año 2010 el 67% de la población chilena presentaba sobrepeso y obesidad; y el año 2016, un 74,2%.
Asimismo, y según el último informe de la FAO, Chile pasó del octavo al segundo lugar de los países OCDE con mayores índices de obesidad, siendo sólo superado por Estados Unidos. Si bien se comparte la preocupación de hacer frente al problema de obesidad en el país, se debe analizar el efecto que han tenido las medidas implementadas.

LEY DE ETIQUETADO EN SU SEGUNDA FASE DE IMPLEMENTACIÓN

Luego, LyD expone que la Ley N° 20.606 establece que aquellos alimentos a los que se les hayan adicionado azúcares, sodio o grasas saturadas y superen los límites establecidos por el Ministerio de Salud para dichos nutrientes y calorías deberán presentar un sello de advertencia que lo indique en su cara frontal. El Reglamento de Etiquetado, publicado el año 2015, y que entró en vigencia en junio de 2016, estableció los límites de nutrientes críticos sobre la base de 100 grs. o ml., los que entrarían en vigencia en forma progresiva con límites más estrictos. Además, menciona el texto, que los límites chilenos son muy estrictos o exigentes en comparación con otros países.
Al mismo tiempo, la nueva legislación introdujo una serie de restricciones en materia de publicidad dirigida a menores de 14 años, y prohibió la comercialización o entrega a título gratuito de los alimentos “Alto en” en los establecimientos de nivel parvulario, básico y medio del país.
Actualmente, asegura LyD, y ya en su segunda etapa de implementación, la aplicación de la ley no ha estado exenta de conflictos. Ejemplo de ello, y particularmente tratándose de las prohibiciones de publicidad, los conflictos se han judicializado por la afectación del derecho de propiedad sobre la marca comercial.

PRIMERAS EVALUACIONES DE LA IMPLEMENTACIÓN DE LA LEY

Enseguida, el texto detalla que a la fecha existen dos evaluaciones de implementación de la Ley de Etiquetado elaboradas por el Ministerio de Salud (MINSAL): una de junio de 2017, y otra de febrero de 2018. Asimismo, existen otros estudios y análisis preliminares elaborados por académicos de universidades que pretenden evaluar sus efectos.
Según el último informe de evaluación de implementación de la Ley de Etiquetado elaborado por el MINSAL, las inspecciones arrojaron un cumplimiento de la regulación en un 75,2% de los casos, y un 24,8% de inspecciones cuyos hallazgos dieron inicio a sumarios para investigar eventuales incumplimientos. El informe también muestra datos obtenidos de una encuesta acerca de las percepciones y actitudes de los consumidores sobre la implementación del Reglamento. Algunas preguntas están orientadas a ver si existe una comprensión por parte de los consumidores de los sellos de advertencia y, otras, encaminadas a ver cuáles son las afirmaciones de los consumidores respecto de sus compras.
LyD ejemplifica que los encuestados manifestaron que después de comparar la cantidad de sellos presentes en un alimento, ellos: eligen alimentos con menos sellos (58,4%), compran menos cantidad de lo que hubieran comprado si el alimento no tuviera sellos (55,2%), no compran alimentos con sellos (40,9%), o les es indiferente si un alimento tiene sellos de advertencia (40,2%). Sin embargo, arguye, estas respuestas hipotéticas no son un buen indicio de que efectivamente los consumidores estén cambiando sus conductas, y por lo tanto, no son suficientes para determinar que la política de etiquetado ha sido exitosa.
Recientemente, comenta, se publicaron también los resultados de un estudio realizado por académicos de la Universidad de Chile (INTA), Universidad Diego Portales y Universidad Carolina del Norte. De acuerdo a los resultados, se observa que las compras de bebidas azucaradas y cereales disminuyó en un 25% y 9%, respectivamente, se redujo la cantidad de sodio y azúcares en variados alimentos a partir de reformulaciones hechas por la industria, la gente reconoce mejor la calidad nutricional de los envasados y se disminuyó la exposición de los alimentos “Alto en” a los niños en los establecimientos educacionales y vía publicidad.
Otro estudio relacionado (Araya et al. 2018) utiliza datos individuales de transacciones reales (no declaraciones de intenciones de compra) en supermercados de Santiago, Valparaíso y Viña del Mar. El estudio se centra en cuatro categorías de productos alimenticios que han sido afectados fuertemente por la nueva regulación. Los resultados del referido estudio muestran que los sellos de advertencia tuvieron impactos en disminuir la probabilidad de comprar cereales (-11%) y jugos (-24%), pero no se encontraron efectos en la categoría de chocolates y dulces, ni en las galletas.
Esto, destaca LyD, es consistente con la literatura que indica que los sellos son efectivos cuando proporcionan información nueva al consumidor. La mayoría de las personas no necesitan un sello negro para saber que los chocolates, dulces y galletas son altos en azúcar. Sin embargo, es probable que muchos valorarían poder distinguir cuál de los chocolates es “el menos dañino”, no obstante ello, esto es algo que el sistema chileno de sellos no permite.
Además, el texto asegura que el segmento de más bajo gasto no parece responder a la existencia de los sellos, excepto para el caso de los jugos. Esto es preocupante desde el punto de vista de la efectividad de esta política pública, ya que su población objetivo es justamente la de más bajos ingresos ya que ella presenta mayores índices de obesidad.
En efecto, según datos de la CASEN 2017, el 17,1% de los niños menores de 9 años pertenecientes al Quintil I –menores ingresos– presentan sobrepeso u obesidad, mientras que en el Quintil V –mayores ingresos– el 9,7%. Si bien aún es muy pronto para sacar conclusiones drásticas, sin duda amerita mayor análisis y discusión de propuestas para perfeccionar el sistema de etiquetado de alimentos.

PERFECCIONAMIENTOS DEL ETIQUETADO

A su vez, LyD dice que una de las críticas al sistema de rotulado chileno es que al ser un rotulado del tipo corte y no uno gradual como podría ser un sistema de tipo semáforo (con sellos rojos para los niveles más altos, amarillo para niveles medios y verde para productos “saludables”), no permite comparar diferentes productos dentro de una misma categoría.
Lo anterior, asevera, combinado con el hecho de tener límites muy estrictos, termina produciendo lo que ya vemos hoy en día en los puntos de venta: ¡todo tiene sello! Esto genera confusión, o en el mejor de los casos, no informa y no tiene efecto en la toma de decisiones de los consumidores.
La industria, añade, ha propuesto mejoras al sistema de sellos que son dignas de considerar. Ellos llevan mucho tiempo estudiando el tema, y cuentan con la experiencia de empresas multinacionales en otros países que usan otro tipo de sellos nutricionales. Sin embargo, en vez de ser invitados a una sana discusión basada en evidencia, se han encontrado con reacciones negativas. Si bien los etiquetados nutricionales pueden contribuir, junto a muchas otras medidas, a atacar el problema multidimensional de la obesidad, lo cierto es que en el caso chileno este instrumento es aún perfectible. Lo que hace falta es considerar la nueva evidencia que comienza a aflorar basada en datos concretos, la experiencia internacional, y las ideas de todos los sectores. Los diferentes resultados de los estudios no permiten dar cuenta del éxito de la política propuesta. Si bien es apresurado extraer conclusiones, pues recién la ley lleva dos años de implementación, lo cierto es que el sistema de etiquetado chileno, por su medición en base a 100 grs. o 100 ml, genera una falsa percepción de productos saludables, no permitiendo comparar entre productos con el mismo sello. Es por ello que pareciera ser más razonable definir la información del etiquetado en base a una porción representativa, tal como se ha hecho en otros países, donde se han adoptado las Guías Diarias de Alimentación (GDA).
LyD concluye que dado que aún está pendiente la tercera fase de implementación, este es un buen momento para evaluar la posibilidad de introducir mejoras. Si bien existe un alto grado de conocimiento por parte de la población de los sellos frontales de advertencia y es valorable que la industria haga esfuerzos por reformular los alimentos, de acuerdo a los diversos resultados arrojados por los estudios, no es posible admitir con seguridad que los sellos frontales de advertencia han logrado su objetivo a cabalidad, que es combatir la obesidad.
Además, LyD argumenta que los estudios no dan luces respecto de cuáles son los sustitutos a los que recurren las personas que evitan los alimentos con sellos. Además, tomando en cuenta que la gran mayoría de los alimentos que consume la población no está afecta a sellos, es difícil determinar la efectividad de esta política pública. Cabe reiterar que la obesidad se combate con múltiples herramientas y desde una perspectiva interdisciplinaria.
Por último, recomienda contar con políticas públicas propositivas, que fomenten hábitos de alimentación y vida saludable. En suma, debiera perfeccionarse la información que se entrega a los consumidores y fomentarse políticas públicas más educativas para que sean ellos quienes responsablemente asuman las consecuencias de sus decisiones.

 

Vea texto íntegro del documento

 

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