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¡Y mi pescado es el más grande! Reflexiones sobre una carta de Plinio el Joven.

Plinio, conocido como el joven, es un ciudadano romano con un importante cursus honorum y cuya fecha de nacimiento se calcula en el año 62 d.C.

2 de enero de 2019

Recientemente, Manuel A. González Castro, abogado y doctor en Derecho, publicó un trabajo sobre la carta escrita por Plinio el Joven a Cornelio Miniciano y que se calcula estar fechada a principios del año 101 d.c., donde se relata un proceso judicial.

Antes que todo, el autor señala que aquello que lo motiva es que, al igual que los pescadores, los abogados solemos reunirnos horas y horas para narrar estrategias de defensas exitosas y situaciones dificultosas de las cuales hemos salido al paso; y sobre todo victorias propias de juristas y estrategas. Por lo general, tanto en reuniones como en actividades académicas, nuestra narrativa se funda en situaciones de éxito y no en derrotas, en criollo: contamos las que vienen llenas y callamos severamente las vacías.

Enseguida, enfatiza que más allá de la fatiga, la complejidad y el conflicto de objetivos diversos, todos elementos presentes en la carta tanto como en el quehacer de los abogados en la actualidad, se ve en esta carta aparecer ya un fenómeno que hoy podríamos decir prácticamente como cotidiano: el ejercicio profesional en equipo.

A continuación, se pregunta si será Plinio quien marca una línea esencial para el trabajo abogadil en equipo y que podríamos traducir diciendo que es un trabajo en conjunto, con objetivos en común y por sobre todo sin competencias internas que a causa de celos profesionales den por tierra con cualquier tipo de estrategia diseñada. La literatura contemporánea y clásica se encuentra plagada de anhelos de fama, éxito y gloria por el profesional del Derecho, la cuestión es si ese es el fin último del ejercicio profesional y quizás lo que más difícil sea de digerir, si ese mismo éxito es compartible y en qué medida.

Más adelante, expone que la teoría del auditorio se convierte en marco referencial y la necesidad del hablar claro, va unida a la del énfasis. El hablar claro se erige en principio rector de buena oratoria. Para ello, una indispensable serie de cortes analíticos que puedan lograr las distinciones necesarias entre tantos delitos y tantos acusados; distinciones que van desde la certeza o falsedad hasta la conjetura de la mera probabilidad. El hablar claro, significa abrir cada cuestión en particular, cerrarla, peticionar la resolución pretendida, para pasar a la pretensión o punto que continua. Sin embargo, como buen pescador y abogado, Plinio intensificara su relato haciendo descripción de las dificultades que van a aparecer en el proceso y, ante tales, señalara dónde radicó la astucia para dar solución para lo que complicaba su objetivo.

Prosigue expresando que todo abogado busca el colofón de su relato y además la recompensa, que es el éxito ante el estrado tribunalicio. Pero, además, lo que no se puede permitir en el procesar y gestión procesal, es tolerar la parcialidad, y para ello, es importante también que el mismo letrado reconozca y defienda su posición procesal.

Al respecto, recuerda nuevamente el cansancio que conduce el ejercicio de la defensa por discutir argumentos, por hablar con los acusados, por interrogar testigos, por apoyar o refutar testimonios e incluso decir que no a tantos amigos de los acusados quienes rogaban a Plinio por ellos en privado y hacer frente a sus ataques en público; lo cual demuestra la necesidad de entereza del abogado y la ausencia de doblez ante peticiones mal sanas.

A juicio del autor, la recompensa principal radica en el revelar con claridad un juicio de honestidad y como en toda relación de causa va a recordar una última incidencia cuando uno de los testigos enojado por haber sido citado en contra de su voluntad o sobornado por alguno de los acusados para desarmar la acusación, acusó a uno de los delegados de la bética encargado de la pesquisa judicial de nombre Norbano Liciniano, en la causa contra la esposa de Clásico. La acusación era de prevaricación.

De esa manera, se concluye manifestando que así como el buen pescador goza narrando su hazaña y éxito, no le preguntes a un abogado sobre la hazaña y éxito de un proceso judicial de renombre pues hará una exposición larga y detallada como la de Plinio, y se regodeará contando mínimos detalles. ¿Es ello necesario? ¡Por supuesto que sí! Todo esfuerzo vale la pena ser contado, pues de este modo la victoria se transforma en lucha.

 

 

Vea texto íntegro de la publicación.

 

 

 

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