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Escriben: «Maternar con dolor. Criminalización de las madres y estereotipos de género en el Proceso Penal».

La autora enfatiza que la cultura construye mujeres vulnerables y sensibles, cuyo rol fundamental en el plano social es el cuidado benéfico de otros (hijos, padres, esposo).

2 de junio de 2019

Recientemente, en la Universidad de Buenos Aires, María Clara Fernández Segovia publicó un artículo sobre el sistema penal desde la perspectiva de género. Allí se pregunta si existen estereotipos de género, y si, en tal caso, la sentencia como acto estatal constituye o reproduce dichos estereotipos.
En ese sentido, el documento primeramente se refiere al estereotipo de madre, explicando que en el mundo occidental actual la maternidad es la manifestación social de la función reproductora de la especie humana, cuya responsabilidad recae mayoritariamente sobre las mujeres. Si bien ésta incluye una serie de procesos biológicos (concepción, embarazo, puerperio y, en algunos casos, lactancia), se extiende mucho más allá de ellos, hacia prácticas y relaciones sociales no vinculadas con el cuerpo femenino, que aun así, son naturalizados y por lo tanto, integrados a los procesos biológicos: cuidado y socialización, atención de la salud, alimentación, higiene, afecto y cariño
Luego, profundiza sobre la concepción de “buena madre” en el discurso judicial. Aduce que el estereotipo de madre es el que asegura una responsabilidad penal dirigida únicamente contra las mujeres, donde el sistema penal se activa para criminalizar a aquellas que no quisieron o no pudieron encajar con el tipo ideal.
La autora plantea entonces que la distribución de poder en la estructura patriarcal opera en distintos niveles, entre ellos el discursivo y el del Derecho. Ambos, niveles simbólicos.
Agrega que la definición de género de Judith Butler lo concibe como una ficción cultural, un efecto performativo de actos reiterados, sin un original ni una esencia. El lenguaje opera directamente en este proceso ya que el sujeto se constituye en el lenguaje. En este sentido, la figura materna será analizada como una construcción cultural inherente al género femenino basada en actos performativos.
Así, se pregunta si el discurso judicial, que operaría desde el plano simbólico de la estructura patriarcal, también constituye un acto performativo del género, un lenguaje que opera como forma de dominio y control.
Igualmente sostiene que la estructura jerárquica necesita y se reproduce a través de la violencia, ya que es el acto violento el que mantiene el orden de estatus, entendiendo violencia como el dominio de los medios y es siempre, o bien fundadora de derecho o conservadora de derecho, de derecho patriarcal.
Puntualiza que el acto violento performativo del lenguaje/discurso no refleja simplemente una relación de dominación social, sino que efectúa la dominación, convirtiéndose así en el vehículo a través del que esta estructura social se instaura una y otra vez.
A continuación, manifiesta que al hablar de violencia de género en el sistema penal debemos enfrentarnos al desafío de encuadrar una violencia dentro de otra, ya que por definición el sistema penal inflige dolor sin ningún otro fin inmediato que ese.
De este modo, concluye que la visión crítica a aportar es que la estructura patriarcal se filtra en la expectativa del rol de cuidado, y que en realidad respondería a la construcción cultural y performativa de un estereotipo operado por un mandato patriarcal según el cual tanto agresor como víctima, imputada y operadores judiciales responden a los mecanismos de la violencia estructural.

 

Vea texto íntegro de la publicación.

 

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