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Apostar por un «look sexy» o «trendy» puede perjudicar la credibilidad profesional.

Lo más probable es que una abogada que apuesta por un «look sexy», subconscientemente esté apelando a esa seguridad y a ese empoderamiento que logra con ello en otros momentos de su vida, obviando lo mucho que eso perjudica a su credibilidad profesional.

14 de febrero de 2020

En una reciente publicación del medio español Confilegal se dio a conocer el artículo "Apostar por un “look sexy” o “trendy” puede perjudicar la credibilidad profesional". 
Se sostiene que el hombre es un ser visual, recibimos impactos continuamente que nuestro cerebro interpreta en cuestión de segundos; nuestra imagen es una valiosa herramienta de comunicación, sin embargo a veces no disponemos de las palabras adecuadas para transmitir nuestro mensaje.
Luego, el texto reflexiona sobre ¿Cuántas veces hemos encontrado reconocidos abogados que se presentan en los tribunales, ellas, con un aspecto un tanto “sexy” y ellos con un “look” meticulosamente “trendy”?
¿Y cuál es el problema, acaso en este siglo XXI que hayamos perdido la libertad de expresarnos ante los demás como queramos, nos resulta justo?
Se asegura que existe cierto desconocimiento de los códigos de la imagen, y esto provoca en ocasiones que el mensaje que le demos al mundo sobre nosotros en según qué entornos, sea equivocado.
Lo más probable es que una abogada que apuesta por un “look sexy”, subconscientemente esté apelando a esa seguridad y a ese empoderamiento que logra con ello en otros momentos de su vida, obviando lo mucho que eso perjudica a su credibilidad profesional.
La belleza entendida como armonía y usada como valor añadido, no como mensaje principal de nuestra imagen, sí tiene sentido en el mundo profesional.
De ahí, se añade, que nuestra apariencia, especialmente en el mundo del derecho, precise tener unos valores éticos sólidos.
Saber que nuestra imagen acompaña a nuestro mensaje, hace que no perdamos parte de la capacidad de concentración que podemos dedicar a una una falda demasiado corta o a un traje que no nos sienta bien y nos centremos en la defensa de los intereses de nuestro cliente cuando estamos en una reunión con compañeros o ante un tribunal.
Por último, se concluye que si salimos de casa estando a gusto con nuestra imagen sólo nos queda concentrarnos en lo esencial: nuestra misión profesional.

 

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