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Opinión.

«Perú 2021: las diez amenazas para la democracia», por Rafael Rodríguez Campos, artículo publicado por La Ley (Perú).

El autor afirma que el próximo 11 de abril los peruanos deberán enfrentar quizá el proceso electoral más complejo de las últimas cuatro décadas. El próximo presidente de la República afrontará una doble crisis -sanitaria y económica-, generada por la pandemia del coronavirus, y otra de carácter político, producida al interior de sus propias instituciones constitucionales.

27 de enero de 2021

En una reciente publicación titulada «Perú 2021: las diez amenazas para la democracia», por Rafael Rodríguez Campos (*), publicado por La Ley (Perú), el autor se refiere a Alfredo Torres, presidente ejecutivo de Ipsos Perú, quien acaba de publicar el libro “Elecciones y decepciones. Historia de una democracia en construcción” (Planeta: 2020), obra en la cual -como se expone en la contratapa- no solo hace una revisión de los procesos electorales de su país de los últimos cuarenta años, sino, además, presenta un minucioso análisis sobre el otro gran actor político: los electores, convirtiéndolo en un libro indispensable para comprender la historia política reciente y vislumbrar el futuro.

Sin embargo, considera necesario detenerse en las reflexiones que el autor expone en el Capítulo 11 “Las diez amenazas para la democracia”, pues resultan vitales para evaluar las tareas pendientes que debemos emprender mientras seguimos en la búsqueda de la “promesa peruana”, es decir, la posibilidad de soñar con un destino colectivo. ¿Cuáles son esas amenazas? El autor responde.

El autoritarismo

La amenaza autoritaria, afirma Torres, subsistirá en tanto un sector de la población y de los líderes políticos tenga inclinaciones autoritarias, sean abiertas como en algunos movimientos extremistas, o veladas como se ha visto en políticos de partidos tradicionales. Felizmente, tanto la prensa como la sociedad civil, así como el Tribunal Constitucional y las propias Fuerzas Armadas, con su comportamiento neutral desde el 2001, han logrado evitar un retorno al autoritarismo, pero la amenaza está latente.

La desigualdad

Otro componente de la desigualdad, señala Torres, es la desigualdad horizontal, es decir, las diferencias interpersonales con independencia de la situación económica. Es la desigualdad en las oportunidades entre hombres y mujeres o a la diferencia en el trato por motivos raciales. Ya se han producido explosiones de violencia en otros países por maltrato policial motivado por prejuicios raciales.

El nacionalismo

Un elemento que contribuye al crecimiento de este movimiento (nacionalista y racista) y que pone en riesgo a la democracia, expone Torres, es la reacción de un sector de la población peruana a la masiva presencia de inmigrantes y refugiados venezolanos que han salido de su país ante la debacle del régimen chavista. Paradójicamente, Hugo Chávez fue un adalid del nacionalismo en su país; sin embargo, su legado ha sido la mayor emigración de la historia latinoamericana. Más de cinco millones de venezolanos tuvieron que dejar su terruño.

La violencia política

Actualmente, plantea Torres, Sendero Luminoso y el MRTA se encuentran desarticulados, y la mayor parte de sus dirigentes, en prisión; sin embargo, existen todavía dos movimientos derivados de Sendero en actividad: 1) En el Vraem, un grupo liderado por los hermanos Quispe Palomino, dedicado al narcoterrorismo sigue asesinando policías y militares; y 2) El Movadef, que pide la liberación de Abimael Guzmán y otros presos implicados en la “guerra interna”. Este movimiento no practica el terrorismo, pero sí la violencia social.

La irresponsabilidad económica

La recesión causada por la pandemia en el 2020, advierte Torres, corre el riesgo de agravarse si los líderes políticos actúan con irresponsabilidad en el gobierno que iniciará en el 2021. La tentación es grande porque los millones de personas que han perdido sus empleos o visto reducidos sus ingresos por la crisis están acumulando una frustración y desesperación que podría llevarlos a votar por las candidaturas que expresen mejor su malestar.

La corrupción

El impacto del descubrimiento de los casos de corrupción (Lava Jato y Club de la Construcción, entre otros), afirma Torres, y de contribuciones muy elevadas y silenciosas a campañas políticas, que han involucrado a todos los expresidentes vivos del país y a numerosas autoridades de todas las tendencias políticas, ha generado una enorme desazón en la ciudadanía, la peligrosa sensación de que toda la política peruana ha estado en manos de corruptos. A eso se suma la cotidiana aparición de denuncias por corrupción a altos funcionarios y mandos intermedios del gobierno nacional y los gobiernos regionales, cuyo carácter criminal se ha acentuado durante la pandemia, al haber sido la causa indirecta de muchas víctimas mortales.

La informalidad

En el Perú, señala Torres, ya antes de la pandemia la informalidad representaba el 70% de la PEA, y luego de ella sin duda se ha incrementado. El problema es grave porque no solo se siente en el empleo -donde no se aplican las leyes laborales- o en el ámbito tributario -donde se evaden muchos impuestos-, sino que esta cultura de la transgresión se extiende por toda la sociedad: un amplio sector de la población incumple cotidianamente la ley sin temor ni remordimiento.

La fragmentación política

La debilidad de los partidos políticos, expone Torres, se expresa en la informalidad con que son elegidas sus autoridades y candidaturas. En muchos casos, es un caudillo o una cúpula el que toma las decisiones. Por eso, muchos partidos se convierten en “vientres de alquiler”. Es decir, acuerdan ceder la candidatura presidencial a una personalidad con buen potencial electoral. El sistema de voto preferencial para el Congreso agrava esta tendencia. Con frecuencia, la inclusión en las listas implica una contribución económica importante para la campaña o para los “dueños” del partido.

El populismo

El discurso populista, plantea Torres, crece con el desencanto que produce la gestión pública en manos de autoridades incompetentes o indolentes. El desencanto se agudiza cuando estallan escándalos de corrupción. Los políticos populistas capitalizan ese malestar y prometen cambios radicales que despiertan una ilusión de renovación en el electorado, aunque en la mayoría de los casos han probado ser más corruptos que los políticos que pretenden reemplazar. Justamente, el riesgo para la democracia peruana es que el enorme desencanto que sufre el país con los últimos gobernantes dé paso al surgimiento de un caudillo populista radical que destruya la economía y la democracia como sucedió en Venezuela.

La desinformación

A punta de falsedades e insultos -porque en algunas redes sociales desborda la ira-, advierte Torres, grupos que piensan diferente se vuelven antagónicos y luego enemigos irreconciliables. Esta polarización hace que sea cada vez más ardua la tarea de tender puentes y construir consensos políticos y sociales, lo que pone en grave peligro a la democracia. La desinformación es un fenómeno contemporáneo global e impredecible. Es indispensable que los ciudadanos interioricen que lo que viene por redes no tiene por qué ser cierto, y en época de elecciones, menos.

En suma, advierte Rodríguez, como también se lee en la contratapa, «debemos tener presente que el próximo 11 de abril los peruanos deberemos enfrentar quizá el proceso electoral más complejo de las últimas cuatro décadas. El próximo presidente de la República afrontará una doble crisis -sanitaria y económica-, generada por la pandemia del coronavirus, y otra de carácter político, generada al interior de nuestras propias instituciones constitucionales».

En esa línea, añade, «luego de leer el libro de Alfredo Torres, me animo a decir que quizá lo más recomendable para nosotros (los electores) sea prestarle atención y entregarle nuestro voto de confianza a las candidaturas que, tanto para el Poder Ejecutivo como para el Poder Legislativo, respectivamente, sean capaces de ofrecerle al país una propuesta clara para afrontar con eficacia las diez amenazas que acechan a nuestra frágil democracia».

 

(*) Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Maestro en Derecho Constitucional por la Universidad Castilla – La Mancha (Toledo – España). Posgrado y estudios de maestría en Ciencia Política y Gobierno en la Escuela de Gobierno y Política Públicas de la PUCP. Especialista en Justicia Constitucional, Interpretación y Aplicación de la Constitución en la Universidad Castilla – La Mancha (Toledo – España). Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional. Miembro del Instituto Peruano de Derecho y Literatura.

 

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