Artículos de Opinión

Reseña libro poético «Duda».

El texto, logra conciliar algo que en principio resulta aparentemente contradictorio: el derecho y la poesía.

Víctor Ilich (poeta anónimo)-Rocío Castelló-Rodrigo Gómez-Patricio Acevedo.
 

Mago Editores, Santiago, 2018, Edición Bilingüe.
 

El abogado, por el hecho de serlo, es una bestia nociva para el Arte”[1]
 

Duda corresponde a un libro confeccionado en una hermosa y cuidada factura en papel couché que recoge  el trabajo colectivo de un grupo de jóvenes jueces del Sistema Procesal Penal Chileno.
El trabajo está dividido en tres capítulos (Indubitadas Instrucciones; Relatos dudosos; y Sin duda, reflexiones visuales), bien redactados y de ágil lectura, donde la expresión “duda” es el hilo conductor de la obra, pues representa el estándar que todo juez debe necesariamente alcanzar para lograr llegar al resultado esperado: lo Justo.
El texto, logra conciliar algo que en principio resulta aparentemente contradictorio: el derecho y la poesía. Y decimos contradictorio, por cuanto no existe nada más rígido, nada más apegado a las formas como el Derecho, en tanto manifestación cultural que busca normar el comportamiento humano. No así la expresión poética que  se define libre por naturaleza, ajena a las formas y solemnidades que rigen el ámbito de lo jurídico. En tal sentido, quien mejor desarrolló  la relación entre el Derecho y el Arte,  fue el insigne jurista Gustav Radbruch para quien “(…) derecho y arte se separan también y hasta se enfrentan hostilmente. El derecho, el más rígido de los productos culturales, y el arte, la forma de expresión más variable del espíritu inquieto  del tiempo, viven, pues, en enemistad natural, tal como se manifiesta en numerosas  expresiones de poetas sobre el derecho, y en la reiterada repugnancia de jóvenes artistas por la profesión jurídica”. Y agrega: “(…) El Derecho, por ejemplo, conoce del matrimonio, pero ignora el amor; nos habla de obligaciones y de créditos y deudas, pero no de amistad (…).”
Sin embargo, tal como lo reconoce Ricardo de Ángel Yagüez  en su obra ¿Es bello el Derecho?  “(…) la expresión del Derecho está también sometida a juicios de valor estético”, pues querámoslo o no, el derecho se sirve del Arte, así como este último del mundo jurídico. El libro que reseñamos constituye un ejemplo de ello. En este sentido, Duda representa la más bella síntesis que desecha esa aparente antítesis que sugiriera Radbruch, demostrando que el derecho puede servir de elemento inspirador para una labor poética y artística en general. Logra demostrar también que el lugar de trabajo sigue siendo sin duda alguna, el mejor de los espacios para explorar, pues constituye una fuente inagotable de experiencias que nos fuerzan a la escritura, tal vez como una forma de escape, tal vez como una simple necesidad vital.
Duda no es un libro para especialistas, ni mucho menos para eruditos ni estudiosos del derecho. Es, por el contrario,  un libro abierto a quien quiera acercarse de manera amena y original al mundo de la judicatura. Sirve por momentos como un verdadero manual de uso, con lecciones ágiles para sobrevivir en el intrincado mundo de las Cortes y Tribunales de Justicia, con sus modos, sus usos, y su simbología y arquitectura del poder que se arrastra desde tiempos inmemoriales en nuestra cultura jurídica de tradición romano canónica occidental. Así por ejemplo, en el capítulo Indubitadas Instrucciones, Rocío  Castelló, nos dicta sus “Instrucciones para relatar con dignidad y morir en el intento” en las que aconseja al funcionario que sirve de relator no juzgar “(…) la complejidad del estudio de las causas o expedientes por su grosor, ya que tal como lo decía un ministro “las flacas son siempre las más complicadas”; o “(…) No especule , ni aventure respuestas, recuerde que un error puede generar la desconfianza de sus superiores y la labor del relator se basa precisamente en esa certidumbre , ya que como sabemos “en boca de mentiroso lo cierto de hace dudoso”.
Como puede verse, los recursos estilísticos son correctamente utilizados, recordándonos a ratos, las formas presentes en las fábulas de Esopo, y es así como en “Instrucciones para sobrevivir en un tribunal colegiado”, nuevamente de la mano de Rocío Castelló, nos alerta respecto a la necesidad de no exagerar los llamados votos en contra o prevenciones al momento de fallar, “(…) sobre todo cuando los intervinientes  o partes están de acuerdo en lo pedido. El que exagera se aleja de la orilla y naufraga como una polilla que se cree cigarra. Evite opacar al otro, para destacar debe brillar más. No actúe como la serpiente que persigue a la luciérnaga sólo porque esta brilla más. Y si las luciérnagas le molestan es que ama la oscuridad”.
Siguiendo un repaso ilustrativo de la obra, siempre en el capítulo Indubitadas Instrucciones, Patricio Acevedo nos alecciona irónicamente con sus “Instrucciones para cometer perjurio” y nos previene sobre las “buenas mentiras” en juicio, esto es el “perjurio”, definido como “(…) un delicado cumplido que la hipocresía presta a la verdad, y que diferencia esta noble actividad  de la de un vulgar mentiroso”, recordándonos que quien comparece a prestar declaración como testigo debe retirarse con la frente en alto y la satisfacción del deber cumplido, “(…) sabiendo que su labor no es convencer al juez con su sinceridad , sino introducir la duda en el proceso”.
Y si aceptamos que el arte poético se sirve del Derecho, no puede quedar ajeno a la reflexión de un libro como este, el simbolismo de la toga, aquel artefacto de poder, que como reconociera Santiago Sentís Melendo en Vivencia y Vigencia de Angel Ossorio, “no es mito sino manifestación de espíritu judicial”, cuestión que es refutada con respetuosa ironía ( la más bella, sutil y elegante expresión de la violencia!) por Ilich quien se pregunta “Y si no deben juzgar los jueces por las apariencias, la vestimenta de un juez es una paradoja”, cuestionando la dignidad del cargo, pues “con toga o sin toga es cuestión de fe. Fe en la moda o en el modo, en definitiva, la prudencia es un traje a la medida de las circunstancias”.
Finalmente, no queda más que invitar a la comunidad jurídico/poética a la lectura de este maridaje perfecto de aproximación estética del Derecho, de rápida y fácil lectura. Sin duda un notable esfuerzo de reflexión, desprovisto de formalismos, y abundante en observaciones, con las luces y sombras,  que sólo ojos agudos logran capturar del intrincado universo judicial. (Santiago, 24 septiembre 2018)

 


[1] Citado en El Alma de la Toga, de Angel Ossorio. Valletta Ediciones, Buenos Aires, 1986.

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