Artículos de Opinión

Sufragio voluntario: ¿buena o mala apuesta para la democracia representativa?.

Efectivamente, en la actualidad –como lo hemos hecho presente en otras columnas- es evidente que en el país se advierte un manifiesto descrédito de los partidos políticos y de la clase política en particular.

El título de esta nota corresponde a una editorial publicada  en  Gaceta Jurídica del mes de  abril de 2009, en la cual se hacía referencia a  la reforma constitucional contenida en la  Ley  Nº 20.337  publicada en el Diario Oficial del mismo mes y año, y en virtud de la cual se consagraba el sufragio como un derecho voluntario de los ciudadanos y su inscripción automática en los registros electorales.
Para los patrocinantes de la enmienda ella originaría una mayor presencia de la ciudadanía en los comicios. En tanto, para una corriente doctrinaria, la innovación representaba un error: el sufragio es un deber cívico, una carga y un compromiso con el bien común. Por consiguiente, la obligatoriedad del sufragio tenía   plena justificación.
Naturalmente, ambas tesis coincidían en la relevancia que para la democracia representativa tiene la participación ciudadana electoral.
En la reciente elección municipal: ¿quedó resuelta esta apuesta?
En principio podría estimarse –y así lo han manifestado importantes sectores- que  el alto grado de abstención tiene como causa principal  la consagración del  voto voluntario. Sin descartar ese argumento en términos absolutos, pensamos que el tema amerita un análisis más fino.
Efectivamente, en la actualidad –como lo hemos hecho presente en otras columnas- es evidente que en el país se advierte un manifiesto descrédito de los partidos políticos y de la clase política en particular.
Ahora bien,  el ausentismo de los votantes debe vincularse en gran medida entonces, a una actitud deliberada del ciudadano a rechazar la convocatoria de quienes estiman carecen de legitimidad por su comportamiento frívolo e ineficaz para atender sus necesidades.
El tema del abstencionismo electoral siempre ha preocupado a los politólogos. En forma resumida se ha escrito: “A pesar de que tiene varias interpretaciones esta palabra se refiere más específicamente  al –absentismo- electoral de los votantes, es decir, a su ausencia consciente de las urnas. Pero el abstencionismo no es un absentismo, fortuito sino deliberado, no es casualidad sino causal. No se refiere  a la ausencia del elector por motivos de enfermedad, defecto censales u otras razones ajenas a su voluntad, sino a una actitud querida y premeditada, un silencio o pasividad que expresa una voluntad política de rechazo a los partidos, a los candidatos o al sistema mismo. El abstencionismo se presenta por tanto como un acto de desobediencia cívica, de protesta contra el orden político existente. (Enrique Borja: “Enciclopedia Política”)
Estimamos que el fenómeno en nuestro país, se ha calificado de “abstención no prevista” tiene mucho que ver con la actitud de “rechazo consciente” a que se alude en la cita precedente.
Para pensarlo así dos factores indicativos: 1º La vitalidad de las manifestaciones sociales ocurridas durante este años en cuya gestación no tuvieron presencia las colectividades políticas e incluso se un originó rechazo  a las  mismas; 2º El resultado de la Comuna de Providencia, decidida por los “nuevos sufragantes” quedando demostrado con ello que no existe apatía ciudadana, sino que ausencia de incentivos motivantes.
En síntesis, creemos que la apuesta acerca de  de las bondades o defectos de la reforma aún no esta definida. 

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