La delincuencia y el crimen organizado se han transformado en uno de los grandes flagelos de la sociedad chilena. Estos fenómenos se han constituido como una real amenaza al monopolio de la fuerza estatal, principalmente por el poder de fuego que cuentan y la capacidad corruptora hacia las instituciones. La violencia ejercida por los grupos de crimen organizado no es del mismo tipo que la ejercida por privados ordinarios, quienes no son materia de Derechos Humanos. La violencia de estos grupos es organizada y sistemática, en sus organizaciones hay diversas jerarquÃas, modus operandi y un extenso catalogo de delitos asociados a su actuar, no solo narcotráfico, sino también homicidio, tortura, secuestro, etc.
En el paÃs son más de diez las organizaciones de crimen internacional que operan, entre ellas el Tren de Aragua, los Gallegos, los Trinitarios y otras peligrosas bandas. Este fenómeno ha remecido por completo la polÃtica nacional e internacional, siendo la prioridad número uno, dos y tres. Lamentablemente, esto también ha favorecido a ciertas figuras polÃticas que han alcanzado una popularidad nunca antes vista, con discursos que relativizan o niegan el valor de los Derechos Humanos en pos de prometer seguridad; el candidato Kast, con insinuaciones que sus medidas traerÃan incluso una posible persecución penal internacional, la candidata Matthei, haciendo guiños a la pena de muerte, o el candidato Kaiser, posando con metralletas.
Ante este fenómeno, la agenda de Derechos Humanos debe responder con más compromiso que nunca en la defensa de valores como la igualdad, la dignidad y la libertad ¿Qué puede significar esto? Pues que se debe abordar la agenda de seguridad con fuerza y decisión desde la institucionalidad y el compromiso con los Derechos Humanos, ya que la seguridad es un Derecho Humano en sà mismo, un derecho que permite el ejercicio de otras libertades y derechos, como la educación, la salud, empleo digno etc. Que tanto han costado conquistar y para los cuales el Estado tiene un rol garante.
Los movimientos, las organizaciones de la sociedad civil y la academia deben derribar el falso mito de una dicotomÃa entre Derechos Humanos y seguridad. Esa es la manera de resistir y responder a aquellos embates de corte autoritario. La relación entre democracia y Derechos Humanos es de una simbiosis histórica. El crimen organizado es una amenaza a la democracia y, en estos dÃas en que poco parece importar el régimen que resuelva los problemas de los chilenos de a pie, reafirmar el compromiso democrático de los actores de la sociedad parece ser un desafÃo difÃcil, pero no imposible.
Esta carta es una invitación a toda la comunidad a repensar el rol de los Derechos Humanos en el ámbito de la seguridad y a reafirmarlo, ya que no involucrarse significa dejar el asunto en manos de quienes irresponsablemente solo prometen más balas.
Pablo Ledezma Monsalve
Estudiante Derecho UDP