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Por qué no es aconsejable mentirle a un periodista.

El periodista español Carlos Berbell argumenta en el artículo las razones de por qué no es aconsejable hacerlo.

15 de junio de 2017

En una columna publicada hoy, el periodista español Carlos Berbell señala que le han intentado mentir varias veces y eso le preocupa mucho, por lo que escribe esta columna con el fin de recomendar por qué es mejor no hacerlo.
Lo primero que aconseja en cursos de media training, donde entrega estrategias de comunicación y forma a la gente para hablar en público y con los periodistas, es que jamás mienta a un periodista, porque, tarde o temprano, se va a enterar.
A continuación advierte que si consigue “meterle el gol y que publique su información falsa, sus mentiras, lo pagará después. Y si se entera antes, también lo pagará, y además caro, muy caro”.
Explica Berbell que si lo hace, se lo tomará de forma personal y se convertirá en un enemigo suyo, para siempre. "La confianza es como un jarrón chino, una vez que se rompe, se puede pegar, pero jamás volverá a ser como al principio", indica.
Ello sucede, afirma, por una parte, porque el director, el redactor jefe o el jefe de sección del medio se lo recordará, "se lo restregará por la cara. Gran parte del crédito, de la confianza de sus jefes en su profesionalidad, se verá mermado” y porque "no hay nada que irrite más que a uno le tomen por tonto".
Berbell cita al escritor estadounidense Mark Twain, quien escribió: “Es muy desaconsejable meterse con personas que compran tinta por barriles”, que es una frase que siempre ha tenido muy presente porque implica un hecho evidente: el periodista siempre tiene la última palabra.
Continúa argumentando que es muy desaconsejable mentir a los periodistas, que “somos como su esposa, amigo lector -si es hombre-: detectores de mentiras”. Sin embargo, sostiene, también somos una gran oportunidad.
En relación a la mentira, nos relata el caso de Jesús Gil, presidente del Atlético de Madrid quien había conseguido convertirse en alcalde de Marbella. El periodista recuerda que en los 90 era un joven reportero que trabajaba en la revista Panorama, del Grupo Zeta, propiedad del desaparecido Antonio Asensio, del que Gil era muy amigo.
Gil lo llamó a la revista interesado en que le hiciera un reportaje sobre la próxima adquisición de un avión privado que iba a hacer el Ayuntamiento de Marbella, para su uso personal, con el fin de “vender su ciudad por el mundo”.
Estuvo con Gil dos días completos y no era la primera vez que le hacía un reportaje. Además, agrega que “él sabía que yo era -y sigo siendo- del Atlético de Madrid; el vínculo emocional”, dice Berbell.
Vio claro que el reportaje tenía el objetivo de crear el estado de opinión de que el avión era una necesidad perentoria para la ciudad. Pero, lo primero que  hizo fue llamar a una fuente, especialista en aviones privados, para que le contara en cuánto estaba valorado el aparato en cuestión. Seguramente, agrega, Gil pensaba que como era amigo de sus jefes eso le convertía en intocable.
Berbell contó en un reportaje “el pelotazo que pretendía dar Jesús Gil con la compra del avión a costa de la ciudad de Marbella”, eso hizo que su relación personal con éste se terminara.
Recuerda que se convirtió en su peor pesadilla porque lo había intentado tomar por tonto. Afirma que “incluso ejercí de “pitoniso” cuando, seis meses antes de que saliera la sentencia del Tribunal Supremo que dio con sus huesos en la cárcel y lo inhabilitó como alcalde, le predije en televisión que su suerte estaba echada y que iba a conocer el “Hotel Los Barrotes”, por dentro". Le contestó muy airado: Tú, ¿qué vas a saber del Tribunal Supremo?”. Así ocurrió, Gil se convirtió en una cuestión personal pero no fue el único que intentó mentirle.
Por ello, concluye “jamás, nunca, hay que mentir a los periodistas ni pensar que, tras una pequeña conversación de 5 minutos, son amigos íntimos.Tampoco hay que abrirles las puertas del corazón y revelarles los secretos profesionales y personales más íntimos". Agrega que si hay que venderles algo, hay que estudiar muy bien qué es lo que se quiere contar, cómo se quiere contar y a quién hay que contárselo. Y sobre todo, hay que ser coherente y profesional. De otra forma, se puede pagar muy caro y lamentarlo.

 

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