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27 noviembre - 18 diciembre.

Ciclo de Conversatorios «Conciencia colectiva, convivencia social y asuntos constitucionales», U. Mayor.

«Chile necesita reflexionar en estos ásperos momentos y no ceder a la irritación y rabia enclaustrada que algunos expresan por las calles», afirma Clara Szczaranski, Decano de la Facultad de Humanidades U. Mayor.

25 de noviembre de 2019

En el marco de sus ya tradicionales coloquios sobre Sociedad Tecnológica y Futuro Humano, la Facultad de Humanidades, haciéndose eco del clamor social, ha iniciado un especial ciclo de conversaciones abierto a todos los miércoles de 12.45 a 14.30 en el Auditorio de M. Montt, hasta el miércoles 18 de diciembre, sobre “Conciencia colectiva, convivencia social y asuntos constitucionales”.

En el del miércoles 20 se abordó precisamente la mente colectiva y su rol en los movimientos y estallidos sociales. Participaron alumnos con consultas y opiniones altamente reflexivas, informadas, revelando con potencia el rostro, menos visible en estos días, del estudiantado que vive a fondo su formación universitaria y está inquieto responsablemente por el devenir humano y social. Entre ellos, destacó por la cultura subyacente a su pregunta, un alumno de derecho de la Universidad de Chile. Asimismo, con firmes conocimientos humanistas, intervino brillantemente un alumno de la UDD. Los alumnos coparon las preguntas.
"Nos alegramos de abrir nuestros conversatorios a toda la comunidad UM, docentes, estudiantes y colaboradores, y también a la comunidad externa y otras universidades. Chile necesita reflexionar en estos ásperos momentos y no ceder a la irritación y rabia enclaustrada que algunos expresan por las calles", afirma Clara Szczaranski, Decano de la Facultad de Humanidades U. Mayor.
Añade que "de los insumos que esperamos entregar en nuestros miércoles humanistas creemos la comunidad puede obtener más y mejor material para abrir posteriores y diseminados debates específicos. La Universidad se declara espacio abierto para todos los debates y conversatorios que sus miembros propongan como necesarios para el logro de una mejor convivencia, estable y apreciada por todos como el mar primordial del que puede nacer todo. La violencia sólo cierra puertas, clausura espacios de conversación y entendimiento, impide todo acuerdo, anula toda fuerza constructiva y solidaria".
Por eso, agrega, el próximo miércoles, "a petición del coloquio anterior, analizaremos el porqué de la violencia en el estado de derecho y en la convivencia social, de que surge, como es, que pretende. Quedan todos invitados".

 

Ponencias Conversatorio 20 de noviembre:

“Conciencia colectiva y movimientos sociales”

Dr. Ángel Muñoz Accardi

Académico e investigador Escuela Sociología Facultad de Humanidades U. Mayor

 

La sensación de conmoción y sorpresa con que los actores institucionales han vivido el advenimiento del estallido social en curso puede ser comprendido a la luz de la exploración de la relación conciencia / tiempo.

En el fenómeno de la conciencia colectiva es posible observar dos niveles o grados de conciencia: el tiempo largo y el tiempo corto. El largo es el tiempo permanente de las instituciones y de las normas establecidas, el tiempo de los actores políticos, económicos y sociales. Y, el tiempo corto de la conciencia histórica de los grupos sociales; es el tiempo de la vida cotidiana (el de la cotidianidad del desempleo, del trabajo precario, del bajo salario; de la percepción de la delincuencia…). En el tiempo corto actúan las acciones sociales de corto plazo, las redes de corto plazo. Es en este grado de conciencia cuando la tensión acumulada estalla y deviene en un aparentemente sorpresivo estallido social; sorprendiendo de manera inadvertida a los actores que habitan en el tiempo largo institucional.

El tiempo de la conciencia histórica tiene diversos planos. Un plano superficial, de la noticia cotidiana. Es la capa superficial externa de la historia (es el plano de las conversaciones políticas, de las decisiones gubernamentales, de las acciones sociales en redes de corto plazo). En un segundo plano, más denso y espeso, en el subsuelo de la superficie, es donde operan los procesos lentos y de acumulación de energía; es el tiempo de los procesos económicos, políticos e institucionales. En un tercer plano, más profundo, operan procesos en un tiempo muy lento, casi imperceptible a la conciencia individual; es el tiempo de la cultura social, de la religión, de la relación del hombre y su geografía…En el primer plano habita la conciencia individual. En el segundo y tercer plano habita la conciencia colectiva.

Entonces, la lenta acumulación de energía, la lenta acumulación de tensión en los planos profundos de la estructura social, deviene en estallido; y los actores institucionales que viven en el tiempo largo, son sorprendidos en un estado de paralización para ejercer acciones coherentes ante el estallido social. Esta sorpresa y paralización de los actores institucionales, obedece a su imposibilidad de leer o percibir lo que sucede en el tiempo corto – cotidiano de los planos profundos de la estructura social.

Es en estos momentos históricos de revolución, es decir, de cambios de estructura, de transformación civilizacional, donde cabe formular una pregunta cardinal:

¿Estamos dispuestos a continuar en una relación sociocultural humanizadora en el tiempo futuro?

¿Qué queremos conservar en esa relación?

 

“Movimientos Sociales”

Claudia Mora

PhD investigadora Centro Sociedad Tecnológica y Futuro Humano

 

Los movimientos sociales implican una oposición a la organización social vigente que no encuentra un canal de expresión en su institucionalidad. Presentan, de este modo, algunas oportunidades, como la necesaria visibilización de demandas ciudadanas no atendidas y el diseño de nuevas vías de expresión ciudadana y de canalización del descontento; y algunos riesgos, como la expansión y profundización de las protestas hasta hacerlas inabordables.

¿Quién protesta?
– Una primera vertiente explicativa del fenómeno de movilización social esta? dada por la tesis del radicalismo y la desafección: los ciudadanos que se involucran en formas no convencionales de participación lo hacen desde un móvil en el cual esta? presente la intención de desafiar a las fuentes de autoridad establecidas.

– Al contrario, en democracias occidentales, la participación en actividades de protesta no se realiza a expensas de otras formas de participación. En efecto, es más probable que aquellas personas que protestan participen en un rango más amplio de políticas ciudadanas convencionales.

 

En el estallido social de Chile 18/10 se dan estas dos caras de las movilizaciones

 

¿Por qué ocurre cuando ocurre?

De acuerdo a Sidney Tarrow, la gente se suma a los movimientos sociales como respuesta a oportunidades políticas abiertas. El concepto de oportunidad política pone el foco en recursos exteriores al grupo, que pueden ser explotados por este.

 

Entre la apertura de oportunidades políticas más importantes se encuentran: cambios en los alineamientos gubernamentales; en la disponibilidad de aliados influyentes; y divisiones dentro y entre las élites. En el caso chileno, la última década de movimientos sociales concitaron un creciente apoyo político y ciudadano, rearticulando los alineamientos gubernamentales. De este modo, asuntos como la reforma a la educación o la despenalización del aborto generaron alianzas entre sectores de gobierno y oposición. En esta misma línea, algunos proyectos de ley mostraron divisiones en la élite política, como la reforma laboral (apoyada y rechazada por miembros de un mismo sector); mientras que otros dieron cuenta de alianzas entre élites políticas e intelectuales novedosas, como la reforma tributaria.

 

Los movimientos sociales ocurridos en Chile, como todo moviemto, han sido modulares (Tarrow), es decir, han convergido en torno a principios abstractos -que pueden representar intereses diversos y que, además, permiten dar forma a las acciones para ser utilizadas con diversos objetivos, con lo cual es posible movilizar a las personas desorganizadas o autónomas mediante supuestos culturales compartidos (materiales; postmateriales; simbólicos). La articulación frente al conflicto da origen a un principio de identidad, donde los actores sociales reconocen el significado de las reglas dominantes, una estructura a las que se oponen, dónde se ubican los actores, y un principio de totalidad -en el que el conflicto es totalizador-.

 

“Elementos para una reconstrucción de la sociedad después del colapso, en el siglo XXI”

Héctor Velásquez

Director Centro Sociedad Tecnológica y Futuro Humano

 

Además de analizar qué es la conciencia colectiva y cómo y por qué se dan los movimientos sociales, es urgente plantear algunos elementos indispensables para saber decidir qué sigue en la reconstrucción de la convivencia social.

Sabemos que la modernidad no ha cumplido su promesa de que, a mayor certeza, más verdad; que, con más democracia, habría mayor igualdad; y que más ciencia, traería consigo mayor progreso. Lo que hoy tenemos es en una cultura escéptica, una sociedad desigual y una ciencia convertida en tecnología que amenaza con el calentamiento global y la guerra nuclear. Adicionalmente vivimos jalonados por la lógica del mercado, que recomienda actuar buscando la utilidad propia; la lógica del poder, que aconseja ponernos por encima del otro; y la lógica de los mass media, según la cual debemos buscar únicamente la notoriedad. Todo ello desfigura lo que sabíamos de nosotros mismos y empobrece los insumos para buscar escenarios futuros más confiables.

Por ello es pertinente señalar al menos tres puntos imprescindibles para una reconstrucción de la sociedad después de un colapso por movimientos sociales.

En primer lugar, hay que considerar que la gestión pública y las políticas sociales pertenecen al ámbito de lo que puede ser de muchas maneras, no de lo que se encorseta dentro de fórmulas únicas o rutas exclusivas. La modernidad postuló erróneamente que el manejo de lo político y social era una técnica que se aprende y reproduce, bajo el principio de que, como cualquiera otra realidad, la sociedad no era sino un conjunto de partes integradas en un todo, relacionadas en función de un criterio de interacción; como un mecanismo de relojería. Esa simplificación reduccionista ha extraviado la comprensión de la complejidad social.

Un segundo punto consiste en recuperar la visión de lo que somos como seres humanos. Según la teoría de sistemas, hay sistemas cerrados (que no interactúan con el medio, sino que lo resisten hasta un punto crítico más allá del cual colapsan) y sistemas abiertos, que interactúan con el medio y tienen la capacidad de asimilarlo y dejar algo de sí en el medio, de modo estandarizable. Frente a ellos, el ser humano aparece como un sistema libre, que interactúa con el entorno y lo asimila desde su propia peculiaridad biográfica, la de cada uno de nosotros. A partir de lo cual configura su interioridad e intimidad, que revela en sus acciones. Reconstruir la sociedad implica comprendernos entonces como sistemas libres biográficos irrepetibles (lo que antes se llamaba persona). Esto lo desdibujó la modernidad, al entendernos como individuos, núcleos infranqueables y cerrados, cuya presencia es amenazantes para los demás, y que buscan protegerse mediante garantías individuales que mantengan a raya al otro mediante la ley. De lo que resulta una comunidad de individuos inconexos, ajenos, indiferentes, que coinciden en un territorio sin compartir nada más. En cambio, una persona es un sujeto del que debo esperar y acoger la manifestación de lo que cree, siente, anhela, desea o rechaza; y del que espero en reciprocidad la disposición de acoger la manifestación de lo que soy, quiero, anhelo y rechazo. Una comunidad de personas debe considerar su interacción mutua, no el aislamiento; su manifestación y acogimiento, no la mera presencia; la coexistencia, no la mera convivencia.

De ahí el tercer y último punto: la interacción social humana debe construirse sobre la idea de coexistencia más que de la mera convivencia. La coexistencia es la existencia mutua en libertad, que implica al otro, que me vincula y vuelca hacia él; no que le da la espalda ni lo considera inexistente. No se trata de tolerar al otro sino de emprender su acogimiento.

Una reconstrucción social que deje de lado estos tres puntos está condenada al fracaso. Va más allá de una reformulación o recuperación de valores; implica más bien un cambio de actitudes: que lo político y social no se ejerza con necesidad sino reconocer que puede ser de múltiples maneras; que somos más bien personas y no meros individuos, y que coexistimos más que simplemente convivir. Y con ello lograremos una realidad más real, más vivible, más humana.

 

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