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miércoles 25 de junio de 2025
Tradición jurídica con siglos de historia

De toga romana a símbolo judicial: la historia milenaria del atuendo del poder

Una prenda que comenzó como símbolo de ciudadanía en la antigua Roma y terminó siendo emblema de imparcialidad y solemnidad en los estrados judiciales. En España, su uso se institucionalizó en el siglo XIX, pero su historia viene de mucho antes.

Antes de ser sinónimo de jueces, solemnidad y tribunales, la toga fue la vestimenta de los ciudadanos romanos que marcaba su paso a la adultez y su integración a la vida pública. Su nombre proviene del latín tegere, que significa «cubrir», y no era cualquier prenda: podía medir hasta seis metros, lo que finalmente la relegó a actos ceremoniales por su incomodidad para el día a día.

Durante la Edad Media, con el declive del Derecho romano y el predominio de la justicia divina, la toga desapareció. Pero volvería siglos después, esta vez desde el ámbito universitario. Fue en las casas de estudio medievales europeas donde se recuperó su uso, distinguiendo a rectores, doctores y juristas. La Universidad de París jugó un papel clave en convertir esta prenda en símbolo de autoridad intelectual y académica.

En España, la toga tuvo varios antecesores: durante el reinado de los Reyes Católicos se usaban prendas como el balandrán o la loba. Más tarde, bajo el mandato de Felipe II en el siglo XVI, se ordenó que todos los miembros del Consejo de Castilla (el órgano judicial más importante de la época) vistieran la “garnacha” negra, una especie de antecesora de la toga actual.

El color negro se consolidó como el tono oficial de la indumentaria judicial a raíz del luto por la muerte de la reina María II de Inglaterra en 1694. El tinte usado, extraído del árbol del palo de Campeche, era altamente valorado por su intensidad y resistencia, lo que también le dio un estatus especial.

Fue recién el 28 de noviembre de 1835 cuando el uso oficial de la toga quedó establecido en España a través de un Real Decreto, que modernizó el diseño de la antigua garnacha. Se introdujeron elementos como la capilla (pieza de tela que cae por la espalda), las vueltas delanteras y las famosas “puñetas”, esos bordados blancos en las bocamangas que distinguen el rango profesional del jurista.

Curiosamente, durante el siglo XIX, estas puñetas eran tejidas por reclusas de la Cárcel de Mujeres de San Bernardo, en Madrid, dando origen a la conocida expresión “¡ándate a hacer puñetas!”, que originalmente aludía a esa tediosa tarea.

En 1870, con la Ley Provisional de Organización del Poder Judicial, la toga se consolidó como vestimenta obligatoria en todos los tribunales españoles. Desde entonces, cada categoría del sistema judicial viste la toga con detalles específicos: los jueces, fiscales y abogados del Estado, todos con su escudo bordado correspondiente.

Más allá de su estética, la toga representa un principio: la igualdad ante la ley. Al vestirla, todo profesional del Derecho –sea de parte o del Estado– actúa como un intérprete del sistema legal, despojado de intereses personales.

Desde Roma hasta hoy, la toga sigue siendo un símbolo vivo de la justicia y del rol del jurista como garante del bien común. Su evolución es también un reflejo de cómo el Derecho, al igual que sus instituciones, se ha vestido con los valores de cada época para mantenerse vigente.

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