Artículos de Opinión

Escenario electoral estadounidense e implicancias para la región.

El éxito en esta carrera presidencial no radica necesariamente en el contenido de cada propuesta, sino más bien en la capacidad de uno u otro candidato para persuadir a un receptor específico -en este caso los votantes indecisos de los llamados swing o battleground states- de que el relato propuesto recoge sus propias prioridades.

El 03 de noviembre de 2020 tendrá lugar el proceso electoral estadounidense que definirá quien ocupa su presidencia durante los próximos 4 años. Al igual que en las últimas elecciones de 2016, la candidatura del Republicano Donald Trump ha hecho de esta una polémica competencia que concita el interés tanto de estadounidenses como del resto de la comunidad internacional. La continuidad o cambio en dicha administración será un elemento que condicionará las opciones políticas de que dispondrán los países Latinoamericanos, pudiendo anticiparse diferencias en la estrategia de dicha potencia hacia la región así como en la conducción de las políticas exteriores latinoamericanas hacia aquella, según sea el resultado.

Como se ha enfatizado a lo largo del presente proceso electoral, el escenario en que se desarrollan estas elecciones es de particular complejidad. Estados Unidos se encuentra en un momento que los Demócratas denominan la tormenta perfecta, dada la simultaneidad de cuatro grandes crisis: (i) sanitaria, que suma más de 6 millones de contagiados y se aproxima a los 190 mil muertos, (ii) económica, que el Fondo Monetario Internacional proyecta con la contracción de -8% del PIB estadounidense para este año 2020, (iii) social-racial, que se visualiza en la ola de protestas extendidas a lo largo del país, las que dan cuenta de distintos problemas que esta potencia aún no logra resolver, y (iv) climática, que persiste como telón de fondo no obstante la mayor visibilidad o urgencia de las otras crisis.

Al conjunto de problemas antes referidos se suman las dificultades propias de la realización de elecciones en tiempos de pandemia y otras tantas más bien artificiosas. Para empezar, las reglas que rigen este proceso varían de Estado a Estado y de ciudad en ciudad, siendo el actual desafío mayormente logístico, como señala el Healthy Elections Project de Stanford-MIT. Adicionalmente, han surgido nuevas fuentes de conflicto: especulaciones sobre su posible postergación, problemas en la gestión del Servicio de Correos estadounidense, alegaciones sobre el potencial riesgo de sufrir fraudes electorales masivos en caso de votarse por correo, o el reciente llamado de Trump a votar dos veces -una presencial y otra por correo-. Se advierten problemas tanto de fondo como de forma, reales e inventados, que polarizan y complejizan esta elección.

En principio, los temas clave de estas elecciones serían el manejo de la crisis sanitaria, la capacidad para recuperar la economía del país y para hacer frente a protestas y disturbios. Sin embargo, las narrativas articuladas desde cada bando describen un Estados Unidos muy diferente. Centrando su atención en los elementos útiles a cada candidatura: la propuesta de Trump apela a la seguridad pública, reprochando la violencia introducida por quienes protestan y el recordando el peligro de caer en la izquierda radical (law and order); mientras que el discurso de Biden critica el deficiente manejo de la actual administración, revalorando las estadísticas ante el ascenso de muertos y contagiados de COVID-19 así como el profundo deterioro de la economía, minimizadas o magnificadas a conveniencia del presidente.

El éxito en esta carrera presidencial no radica necesariamente en el contenido de cada propuesta, sino más bien en la capacidad de uno u otro candidato para persuadir a un receptor específico -en este caso los votantes indecisos de los llamados swing o battleground states- de que el relato propuesto recoge sus propias prioridades. Ganar apoyo y mantener el momentum. De ahí la importancia de la visita de Trump a la ciudad donde fuera baleado el afroamericano Jacob Blake; no para visitar a su familia o referirse a este incidente, sino para recorrer la ciudad, dimensionar el daño causado por las protestas y apoyar a la policía, locatarios y contra-manifestantes. Wisconsin es un battleground state político tributario a su discurso de law and order.

Hasta el momento, el candidato Demócrata Joe Biden mantiene su ventaja en las encuestas frente al Republicano Donald Trump[i], pero como se recordará de las pasadas elecciones presidenciales de 2016, el voto popular estadounidense no es necesariamente equivalente de una victoria asegurada. Dado su sistema de colegios electorales, lo que resta de la carrera exige que los próximos meses se realicen campañas focalizadas a lo largo de los 16 swing states cuyo votos aún no es claro a quién favorecerán. Se trata de un proceso histórico en que se decidirá el rumbo de esta potencia hasta 2024, sea albergando la división o la unidad y, en ello, proyectando tanto en el plano doméstico como internacional pistas respecto de quiénes quieren ser. Se trata este un resultado que no es irrelevante ni para la región ni para Chile.

Desde la llegada de Trump a la presidencia en enero de 2017, su particular estilo de conducción marcado por un liderazgo personalísimo, bajo la premisa de America First, ha llevado al país del norte a reevaluar, cuestionar y erosionar sus relaciones bilaterales, regionales y multilaterales. La política del actual mandatario hacia la región es más que conocida con eventos clave como la salida de EE.UU. de las negociaciones del TPP, la renegociación de su acuerdo con México, sus opiniones sobre Centroamérica, la marcada indiferencia hacia la región salvo respecto de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Ecuador, o la reciente nominación de un candidato estadounidense al BID. Nadie sabe qué hará los próximos años, pero si recordamos su trayectoria reciente se intuye a qué atenernos durante un nuevo mandato.

Tratándose de Biden, en cambio, la región cobra interés al contemplar como parte de su programa político el reposicionamiento de EE.UU. como líder mundial, mediante la recomposición de lazos con sus aliados históricos y el reforzamiento de vínculos estratégicos que estima indispensables para hacer frente al ascenso de China. El multilateralismo, su oposición a la candidatura estadounidense en el BID y la reevaluación del TPP son ejemplos explícitos referidos por el propio candidato Demócrata. Se desconoce realmente qué es lo que hará este candidato los próximos 4 años en caso de ser electo, pero esta declaración de principios anticipa el derrotero que pretende recorrer, cómo y con quiénes.

Si la llegada de Trump a la presidencia fue sintomático del punto de inflexión que algunos describen tuvo lugar en 2016, este proceso electoral proporcionará un nuevo diagnóstico respecto de los populismos, globalización y multilateralismo. La administración estadounidense que asuma el 20 de enero de 2021 contribuirá a profundizar o revertir estas tendencias incidiendo en las opciones políticas que tendrán lugar en un escenario post-pandemia. No resulta difícil entrever cuál de estas candidaturas concuerda con los principios de la política exterior chilena. (Santiago, 11 septiembre 2020)

[i] Estas encuestas están disponibles en https://www.realclearpolitics.com/epolls/latest_polls/elections/ [Fecha de consulta: 06 de septiembre de 2020]

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