Artículos de Opinión

Tiempos de (casi) guerra.

Los respaldos reflejan nuevamente una división mundial, que podría verse impelida a tomar partido por uno u otro bloque, dándole al conflicto una dimensión mayor a los territorios directamente involucrados. La peor realidad, si se desata una guerra de mayor alcance y duración.

¿Se ha tomado conciencia del alto riesgo bélico en el este de Europa, si no se ha producido ya? Los diálogos se condicionan ante las nuevas acciones rusas y la tensión crece. El decreto que inicia el reconocimiento oficial de Donetsk y Lugansk por Putin, como dos repúblicas independientes vecinas, en territorio de Ucrania que mantienen luchas separatistas, respaldadas por Rusia, puede detonarla. Viola la integridad territorial ucraniana, los acuerdos de Minsk, y su autodeterminación. Ciertamente no serán aceptadas por occidente, que intensificará su apoyo, aplicará sanciones a quien las reconozca, y son denunciadas como una provocación. Si la población local se opone, o Ucrania apoya a quienes resisten a Rusia, las acciones militares serán inevitables. Estamos al arbitrio de una gran potencia, dispuesta a sus objetivos que denuncia amenazados. Los inmensos costos en destrucción y vidas no cuentan. Si la fuerza vuelve a silenciar la paz, no habremos aprendido nada, y además, desmantelado la convivencia internacional.

Hay dos bloques antagónicos: La Unión Europea y Estados Unidos, dentro de la OTAN, por una parte; frente a Rusia y Bielorrusia por la otra, más las regiones separatistas en Ucrania, ahora transformadas en repúblicas por Rusia. Cuenta con apoyos de algunos países extra continentales, como China, Irán, Siria, entre los que importan. Los de ciertos Latinoamericanos son intrascendentes, e inspirados en el consabido antinorteamericanismo. Los respaldos reflejan nuevamente una división mundial, que podría verse impelida a tomar partido por uno u otro bloque, dándole al conflicto una dimensión mayor a los territorios directamente involucrados. La peor realidad, si se desata una guerra de mayor alcance y duración.

Las partes han asegurado que no desean guerra. Resulta lógico, no podrían aseverar lo contrario. Sería contra el sistema internacional existente y se le calificaría como agresor. Además, las acciones bélicas no se anuncian, se ejecutan, y se procura demostrar que la culpa es del otro, nunca propia. No obstante, los posicionamientos objetivos predominan por sobre las interpretaciones y parecen ser irrebatibles. Analizar y elucubrar una vez más quien tiene razón, y si los argumentos de ambas partes son válidos o pertinentes, resulta inoficioso en estos momentos, por ser enteramente contrapuestos, y porque se han puesto en acción y utilizado, todos los elementos políticos y propagandísticos, tan propios de nuestro mundo interconectado y global. Lo grave es que todavía nadie cambia de postura ni cede en sus propósitos, al aumentar sus acciones.

Lo demuestra la campaña de Biden y de los principales responsables europeos, unidos en responsabilizar y denunciar, hasta el día y la hora en que Putin decidirá invadir el resto de Ucrania o parte del país, desprestigiándolo. Nada sucede como se anticipa. Demostraría que los servicios de inteligencia occidentales tienen intervenidos y conocen, hasta los más reservados planes de la contraparte, haciéndolos predecibles y vulnerables, sea o no verdad. El efecto ha sido justamente impedir el que suceda lo advertido, al menos en el momento publicitado, y si así fuere, tendría que posponerse, para no conceder que disponen de esta enorme ventaja estratégica. Igualmente, se denuncian ataques cibernéticos y aumentan aislados episodios bélicos para motivar reacciones.

Este juego inevitable de posiciones, podría pasar a ser irrelevante, si advertidos o no, Putin invade y desata la conflagración, como podría derivarse de la creación de las repúblicas ficticias que sostendrá militarmente. Sus imponentes despliegues, ejercicios y presiones, no son sólo propaganda o una manera de impresionar al adversario. Obedecen a objetivos perfectamente claros y planificados, que desarrolla sin modificaciones. Occidente no las tolera, sobre todo si además de la oposición al ingreso de Ucrania a la OTAN, se agrega una nueva secesión de Ucrania,  como ocurrió con Crimea. Rusia ha demostrado y a cualquier costo, no estar dispuesto a tolerar obstrucciones, e impide más campos de negociación, que compensen y eviten las consecuencias económicas que pudieren disuadirlo, a cambio de otros beneficios. Es sabido que la situación económica rusa, sigue siendo relativamente frágil, y podría empeorar si le aplican más sanciones. Sus logros han sido políticos y estratégicos, sin importar otras consecuencias. No resulta verosímil  que Putin de marcha atrás y renuncie a las repúblicas creadas. Un punto de no retorno, y justificación de que sus tropas ingresen a Ucrania para “pacificarlas”.

Occidente y Estados Unidos, como sabe Rusia, no desean verse involucrados militarmente de forma plena. Sería una guerra a escala europea con gigantescos costos aparejados, y sin esperanza de obtener un cambio en Putin, ni en sus inocultables propósitos de predominio, recuperación de su incidencia global, y ser determinante en las ex repúblicas de la antigua Unión Soviética, que añora. Sólo anticipan drásticas sanciones económicas, aportan pertrechos a Ucrania y algunas tropas, sólo en territorios de miembros de la OTAN, sin provocar con su presencia en suelo ucraniano, lo que podría demostrar que Rusia tendría razón, al desconfiar del Pacto Atlántico, y comprobar que sería una amenaza. Las nuevas repúblicas serán un golpe muy serio a occidente.

La expansión de la OTAN podría ser el motivo primario, pero no el fundamental de la oposición a  la pertenencia de Ucrania. Recela de que fuere el primer paso para su ingreso a la Unión Europea, todavía menos aceptable. Si ocurriera en el mediano o largo plazo, entraría un nuevo país vecino a los ya pertenecientes, y uno fundamental dada su histórica relación con Moscú. Constituiría un desafío directo al régimen de Putin, en lo interno y para su estabilidad, por más que todavía tenga todo bajo control y de manera indefinida. En definitiva, incompatible con los postulados democráticos y de libertad de la Unión. Tal vez otra razón de fondo para su oposición, y un riesgo adicional a la pertenencia de Ucrania a la OTAN y las repúblicas creadas. Peor todavía, si este ejemplo fuere seguido por Bielorrusia, mantenido bajo control con un régimen subordinado.

La situación constituye el más grave desafío al régimen mundial de post guerra, al involucrar directamente a las grandes potencias, depositarias del sistema de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz, demostrado aplicable pero a condición de no verse involucradas entre sí. Quedaría sobrepasado, y obligaría a repensarlo y revisarlo desde sus bases, si no funcionara. Con o sin guerra ya está puesto a prueba, y debiera ser la mayor preocupación para el mantenimiento de la seguridad internacional del futuro. Lo estamos viviendo con un Consejo de Seguridad paralizado. Es hora que la comunidad de naciones tome conciencia, que de no superarse, podrían repetirse entre otros actores. Bien conocemos que no son pocos los que observan con atención esta pugna, y que podrían seguir el ejemplo que les convenga. (Santiago, 23 febrero 2022)

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