Lamentablemente cuando la estructura de la sociedad contemporánea dificulta promover la virtud entre los ciudadanos, el miedo a la ley se vuelve el modo más eficiente para combatir las injusticias. Esto bien lo sabía el filósofo chino Shang Yang afirmando, que “en la aplicación de la pena, una falta leve debería ser tratada, asimismo, como una falta grave, pues si no sucede así, las faltas leves no cesarán nunca y en lo sucesivo ocasionarán faltas graves. Si, por el contrario, se toman en serio las faltas más pequeñas, cesarán para siempre las sanciones mismas” (Shangjunshu, 13).

Este texto, si bien, fue escrito hace más de dos mil años, no deja de ser interesante para nuestros tiempos, pues ¿quién se atrevería a robar si el castigo es perder una mano? ¿Quién osaría matar, secuestrar o violar si el castigo es perder la vida? ¿Si no se promueve la virtud de los ciudadanos, no será mejor fortalecer las sanciones?

¿No debería, entonces, la legitima defensa contemplar la desproporcionalidad, pues quién se ve injustamente agredido busca defenderse “como sea”? ¿Cuál debe ser el límite de la ley? En suma, ¿Es siempre la desproporcionalidad de la sanción un mal?

Maximiliano Yáñez Gutiérrez