Cartas al Director

Ciudadano.

Eduardo Zuchel  y Eugenio Muñoz

25 de mayo de 2021


Ciudadano, como expresión jurídica, según se define en la actual Constitución Política de Chile, es todo chileno – hombre o mujer – que haya cumplido 18 años de edad y que no haya sido condenado a pena aflictiva. En la misma Constitución se le garantizan a dicho actor social ciertos derechos humanos y políticos que, como tales, se deben reconocer y respetarse.

Dada la relevancia que esta acción de respeto tiene para asegurar la vida democrática de nuestra sociedad y conocidos los derechos humanos, se enfatiza que los derechos políticos del ciudadano son: el derecho a sufragio, el derecho a optar a cargos de opción popular y el derecho a organizar partidos políticos y participar en ellos; derechos que, por cierto, ningún buen ciudadano habrá de desatender en tanto no hayan circunstancias de fuerza mayor que dificulten su observancia.

Como expresión social, un ciudadano que se precie debe ser esencialmente una persona capaz de convivir con sus congéneres de manera constructiva y contribuir libremente, con acciones responsables y humanitarias, a mejorar la forma de vida de la comunidad en que vive y convive; una persona que colabore al buen desenvolvimiento de su país, preocupado no sólo de sí mismo sino, también, de los demás, con quienes habrá de compartir ideas y valores en la recta intención de lograr objetivos superiores de bien común, comprendiendo y reconociendo las naturales diferencias existentes entre los seres humanos, que nos hablan de la diversidad.

Un buen ciudadano habrá de asumir cierta conducta social ineludible, que considere la práctica de inapreciables deberes cívicos, tales como: cumplir responsablemente con sus obligaciones en tanto es: honrado, honesto, tolerante y ecuánime, de gran capacidad de diálogo, solidario, amante de la libertad, la justicia y la paz. Así practicados estos deberes, ellos otorgan una adecuada orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social; más aún si se convierten en hábitos permanentes y se transmutan en deberes éticos asumidos por todo ciudadano responsable de una Nación.

Un ciudadano ha de ser por lo anterior un tenaz cumplidor de sus deberes cívicos y del respeto categórico hacia las leyes de su país, en tanto provengan de un sistema deseable de gobierno democrático. Debe querer a su País y respetar la ley y la autoridad legítima del país al cual lo ligan vínculos históricos, jurídicos y afectivos, junto a otros conciudadanos con los cuales convive y comparte esperanzas.

El amor patrio es “per se” un valor cívico que todo ciudadano debe cultivar, indefectiblemente, primero en su hogar, luego nutrirlo en la escuela y continuar perfeccionándolo en las demás instancias donde tenga participación para que “no se deje guiar por la lógica tan en boga en este momento de los egoístas intereses individuales».

La participación ciudadana responsable – como expresarse en las urnas- es vital para que una sociedad pueda mejorar sus condiciones de vida y garantizar la resolución de los problemas sociales que afectan al colectivo o que le atañen, en busca y aseguramiento del bien común de todos los habitantes de su País.

Eduardo Zuchel  y Eugenio Muñoz

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