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A propósito de la discusión en España.

Acerca de las condiciones para reformar una Constitución Política.

La reforma no se puede afrontar desde la partitocracia, destaca el texto, es esencial que los partidos políticos piensen a partir del interés general y el bien común.

23 de diciembre de 2016

A propósito de los debates que de un tiempo a esta parte se han planteado en torno a la necesidad de reformar la Constitución Política española, el académico David Ortega ha planteado una serie de condiciones o decálogo para que ella se implemente, algunas, incluso, extrapolables a casos del derecho comparado.

En el documento, el autor expresa que la reforma de la Constitución de 1978 probablemente sea el reto político más relevante de la presente legislatura.

Primera. Por lógica, la primera cuestión a abordar es la necesidad de la reforma. En este sentido la Constitución precisa de su actualización. No es políticamente sano su carácter pétreo e inamovible, se señala.

Segunda. Oportunidad de la reforma. Esta XII Legislatura tiene a favor que es una legislatura abierta, no hay mayorías absolutas y precisa de una praxis política basada en el consenso y en el acercamiento.

Tercera. La reforma no se puede afrontar desde la partitocracia, destaca el texto, es esencial que los partidos políticos piensen a partir del interés general y el bien común.

Cuarta. En política, y en la vida, hay que saber priorizar, distinguir lo decisivo de lo secundario. Basta de complejos. La democracia nace del imperio de la ley, al margen del Estado de Derecho no hay democracias. Eso es lo que está pisando el nacionalismo radical. Además, hay que explicar a catalanes y al resto de españoles que España y Cataluña no progresarán por separado. Siempre sería un resultado de suma negativa. Pierden ambos.

Quinta. Localizada la prioridad, que no es otra que la mejor convivencia de los 46 millones de españoles en un proyecto común y compartido, se indica que hay que tener claro los principios de esa organización territorial del Estado.

Sexta. El nuevo diseño territorial tiene que ser ilusionante y mayoritariamente compartido, tiene que demostrar su mejor servicio a los españoles en los tres pilares del Estado del Bienestar (Sanidad, Educación y Justicia). Entiendo que éste es el criterio, que el Estado dé mejores servicios a los ciudadanos, se apunta.

Séptima. Una reforma de calado, como la que se precisa para superar el desafío de los nacionalismos radiales, necesita del refrendo mayoritario del pueblo español. Ése es el sentido profundo de la democracia, darnos el proyecto político que trabajemos y apoyemos la mayoría. No es tiempo de pasividad.

Octava. Obviamente, expone el académico español, una reforma constitucional precisa de liderazgo político compartido, como apuntaba antes, de sentido de la Historia. Tiene que haber acuerdo en el qué y en el para qué. Hay que escuchar mucho a los diferentes colectivos representativos de la vida económica, social y cultural española. Debe ser un proyecto participativo, a mayor grado de participación, mayor posibilidad de éxito.

Novena. Destaca el profesor que no hay que tocar en la Constitución lo que ha funcionado razonablemente bien. En materia de derechos fundamentales, nuestra Constitución está a un nivel parecido al de nuestro entorno europeo. Es más terreno de política legislativa y parlamentaria que de materia constituyente. La reforma del artículo 57.1 respecto de la discriminación por razón de sexo en la sucesión a la Corona es comúnmente aceptada. Más polémico es el sistema electoral. Entiendo que si hay un nuevo diseño territorial y reforma del Senado, se verá necesariamente afectado. La clave para su mayor proporcionalidad, por encima del resto de elementos -representación mínima inicial, número de diputados y fórmula electoral D’hondt- es el tamaño de circunscripción, poco sentido tendría seguir manteniendo la provincia.

Décima. Por último, concluye el autor expresando que debemos recuperar el sentido de Pacto de Estado. Me parece algo decisivo; sólo desde esta perspectiva la reforma puede llegar a buen puerto, de no ser así, mejor quedarnos como estamos.

 

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