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Asia Pacífico.

Acerca de la caza ilegal de ballenas en mares australes.

El estudio de la Universidad de Queensland sugiere que el futuro de la población de ballenas en los mares del sur del planeta dependen de las acciones de conservación.

13 de septiembre de 2017

Un grupo de académicos de la Universidad de Queensland, Australia, da cuenta de las dificultades ambientales presentes en el sur del océano Pacífico para revertir la cacería de ballenas durante gran parte de los siglos XIX y XIX, además de las permanentes incursiones por parte de balleneros japoneses.
Señalan que durante más de cien años, durante los siglos XIX y XX la población mundial de ballenas fue reducida considerablemente con fines comerciales, al punto que más de medio centenar de especies se encuentran en peligro de extinción.
No fue sino recién en 1972 cuando la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente recomendó una moratoria de diez años sobre la caza comercial de cetáceos, a objeto de recuperar las especies.
Sin embargo, arguyen, que esta moratoria no fue completamente acatada por las grandes industrias pesqueras, especialmente aquellas provenientes de Japón, Noruega o la Unión Soviética, razón por la cual en 1982 la Comisión Ballenera Internacional (IWC), conformada por 88 miembros, determinó el fin de la caza con propósitos comerciales a nivel mundial. El motivo no era otro más que evitar la inminente extinción de esta especie.
De esta manera, en 1986 tal decisión fue respaldada por la Convención que reglamenta la caza de las ballenas, que aunque puso límites a la actividad industrial, contempla excepciones para aquellas instituciones que pretendan realizar una caza controlada de los cetáceos con fines científicos. Esta excepción dio pie para que tres países se nieguen a abandonar la cacería, aduciendo precisamente tales propósitos de investigación.
Según información de la International Fund for Animal Welfare (Ifaw) estos tres países son Japón, Noruega e Islandia. No obstante, Japón ha sido el que más reincide, pues de acuerdo al mismo organismo, se ha encontrado carne de ballenas supuestamente obtenida con fines científicos, en mercados de alimentos.
Recuperación de la población para 2100
Producto de esta abrumadora realidad -y a que incluso la Corte Internacional de Justicia de la Haya (CIJ) en marzo de 2014 prohibió a Japón la pesca de ballenas por no perseguir fines científicos- es que las ballenas se encuentran aún en peligro de extinción. De hecho, el estudio de la Universidad de Queensland proyecta que si no se aumenta la protección de las 10 especies que habitan en el hemisferio sur, para el año 2100 no se podría recuperar ni siquiera la mitad de la población existente antes del siglo XIX.
Asimismo, determinó que existiría un alto grado de incertidumbre respecto de las condiciones de vida a futuro, por lo que las proyecciones en torno a la recuperación de las ballenas presentes en el hemisferio sur se hacen difíciles. Los cetáceos necesitan condiciones ambientales especiales y son clave en el equilibrio de la disponibilidad del krill –especie clave de la cadena alimenticia en el océano Pacífico Austral- ya que además de consumirlo, ayudan a su regeneración.
Necesidad de conservación por parte de los Gobiernos
Por tales motivos es que el estudio de la Universidad de Queensland sugiere que el futuro de la población de ballenas en los mares del sur del planeta dependen de la acciones de conservación. Esta conclusión fue recogida por Greenpeace, quienes el 25 de agosto de 2017 hicieron un llamado para que los Gobiernos tomen medidas para la preservación de la especie. “El daño es más serio de lo que se pensó, por eso debemos profundizar la protección de las ballenas para tenerlas de vuelta”, señala el organismo.
Por su parte, el diputado Juan Morano, presidente de la Comisión de Pesca, Acuicultura e Intereses Marítimos, concuerda con el estudio de la universidad australiana y Greenpeace en cuanto a la necesidad de intensificar las medidas de protección, afirmando que “no puedo sino compartir esta preocupación. La actitud que tienen algunos Gobiernos, particularmente el de Japón, en el sentido de seguir enviando flota pesquera a cazar ballenas. Por más que se le dé el nombre de investigación, amenazan la supervivencia de especies particulares como la Minke en la zona Antártica. Nos parece que esto debe cambiar. La actitud de los Gobiernos y autoridades que circundan los mares del sur, entre ellos Chile y Argentina, debieran tener una capacidad mayor de reacción para impedir ese tipo de pesca”.
Luego, valoró el trabajo que realizan las instituciones en el sur de nuestro país, ya que a su juicio “cumplen un rol esencial en esto, por ejemplo la Universidad de Magallanes ha estado metiéndose también en este tema. Eso se ve en la gran cantidad de estudios que tiene sobre biodiversidad, conservación del fondo marino y cómo la Macro Zona Antártica también tiene gran influencia en el equilibrio de la Subantártica, que son los mares de Aysén y Magallanes, por lo que creo que es indispensable que nuestras universidades se especialicen, más aún en universidades del sur del país como pueden ser la Austral de Valdivia o la Universidad de Magallanes, a modo que puedan abordar más aspectos del desarrollo marítimo costero”. Fuente: www.bcn.cl

 

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