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Cambios al sistema de admisión escolar: ¿por qué son necesarios?

Los datos dan cuenta que la introducción de nuevos criterios para la admisión, como el mérito, puede contribuir a otorgar al nuevo sistema una mayor aprobación entre los postulantes, muchos de los cuales se sienten disconformes con sus criterios y resultados actuales.

11 de marzo de 2019

En una reciente publicación del Instituto Libertad y Desarrollo se da a conocer el artículo “Cambios al sistema de admisión escolar: ¿por qué son necesarios?”
Recuerda que en enero recién pasado, el Gobierno ingresó un proyecto de ley para realizar cambios al sistema centralizado de admisión escolar. Tras el rechazo unánime anunciado por la oposición, así como las visitas a distintas ciudades del país que realizó la Ministra de Educación, Marcela Cubillos, para conocer y documentar las impresiones de los usuarios del nuevo sistema, el Gobierno determinó que, para facilitar su tramitación, el proyecto será dividido en dos partes.
A continuación, arguye que lo cierto es que independiente de la forma en la cual se discuta esta iniciativa, al analizar las cifras relativas al proceso de admisión para el año 2018, encontramos una serie de antecedentes que permiten apoyar la introducción de cambios al sistema vigente. Algo de ello esbozó la Ministra cuando anunció la separación del proyecto en dos.

ALTA CONCENTRACIÓN DE POSTULACIONES EN POCOS COLEGIOS

LyD explica que en primer lugar, los resultados del proceso de admisión para el año escolar 2018 dan cuenta de la existencia de una alta concentración de preferencias en un número muy acotado de establecimientos educacionales. Así, si bien a nivel general encontramos que 94% de los establecimientos que ofrecieron vacantes recibieron al menos una postulación en primera preferencia, por otro lado, más de la mitad de éstas (55%) se concentraron en apenas el 10% de los colegios. Dicho en otras palabras: encontramos que 5,5 de cada 10 postulantes que participó en el proceso de admisión optó por tan sólo 1 de 10 establecimientos disponibles.
Aunque, advierte, esto ocurre en todas regiones en las que se ha implementado el nuevo sistema de admisión, es especialmente notorio en algunas de ellas y en ciertos cursos. Por ejemplo, en O’Higgins, 74% de quienes postularon a 7° básico lo hicieron a sólo 34 establecimientos, que representan apenas un 10% del total de los que ofrecieron vacantes para dicho curso. Y sólo un colegio concentró el 37% de las solicitudes en primera preferencia. Asimismo, en Tarapacá, también en 7° básico, sólo 3 establecimientos -de un total de 94- recibieron la mitad de las postulaciones en primera preferencia, mientras que sólo uno concentró el 27% de las solicitudes.
De esta forma, expone LyD, los datos indican que si bien la diversidad de establecimientos es valorada por los usuarios en la medida que casi todos los colegios fueron elegidos por al menos un postulante, es también cierto que hay un número relativamente bajo de colegios que concentran una porción mayoritaria de las postulaciones de las familias en cada región. Esta elevada heterogeneidad es la que explica que haya un número significativo de usuarios disconformes por no obtener un cupo entre los establecimientos altamente demandados. Luego, LyD asevera que antes de la existencia de un sistema centralizado, dicha decepción se diluía, pues no había a quién “culpar”; no obstante, desde que el Ministerio de Educación asumió el control a través de un sistema centralizado de admisión, éste pasó a convertirse en la cara visible de la insatisfacción y en el blanco de las críticas. En ese contexto, parece oportuna la idea del Gobierno de definir e introducir nuevos criterios que guíen la asignación de los cupos en los colegios con una demanda muy alta, reconociendo que, en ciertas circunstancias, es legítimo otorgar mayor prioridad a quienes manifiesten preferencias más intensas por un determinado establecimiento, respaldada con actitudes concretas, como podría ser un buen rendimiento académico previo u otros requisitos relativos a un proyecto educativo específico.
Si bien, argumenta, la introducción de estos criterios no aumentará el porcentaje de alumnos que logre un cupo en el colegio de su preferencia, pues en último término ello depende de qué tan concentradas estén las postulaciones, sí podría otorgar al sistema mayor aceptación por parte de la ciudadanía.

ALUMNOS DE ALTO RENDIMIENTO: LOS MÁS INSATISFECHOS

LyD comenta que un segundo hallazgo que obtuvieron tiene que ver con el éxito en la postulación de los alumnos de alto rendimiento académico (pertenecientes al 20% superior de notas de su colegio de origen), para lo cual consideraron sólo a quienes ingresaron a 1° medio. Los datos indican que, en comparación al resto de los postulantes, éstos se adjudicaron con menor frecuencia un cupo en el colegio de su preferencia. Considerando todas las regiones que participaron del proceso, vemos que un 53% de los alumnos calificados de alto rendimiento logró ser admitido en el establecimiento de su primera preferencia, mientras que un 8,4% no quedó en ninguno de los colegios a los cuales postuló. Entre el resto de los alumnos que no pertenecen a este grupo, en tanto, estos porcentajes fueron de un 62% y de sólo 5%, respectivamente. Todo esto, utilizando los datos del proceso de admisión para el año escolar 2018, que son los últimos que han sido publicados.
Enseguida, expone que mientras en Tarapacá casi no existen diferencias entre quienes presentaban un alto rendimiento académico y el resto, en la región de Magallanes hay una brecha sustantiva. En ésta, mientras sólo un 46,5% de los alumnos de alto rendimiento quedó en el colegio de su preferencia, este porcentaje fue casi 20 puntos mayor entre el resto de los postulantes, donde llegó a 65,6%.
En línea con el análisis de la primera sección, LyD dice que una razón que podría explicar esta diferencia tiene que ver con que los alumnos de alto rendimiento académico postulan más que el promedio a establecimientos educacionales de alta demanda, es decir, se están disputando las vacantes más solicitadas de cada región, de manera que la probabilidad de adjudicárselas es más baja. Esta hipótesis es consistente con lo que muestran los datos: mientras los alumnos de alto rendimiento académico postularon en primera preferencia a colegios que recibieron un promedio de 7,6 solicitudes por cupo, el resto de los alumnos aplicó a establecimientos que promediaron 4,5 postulaciones por cupo.
Al analizar por regiones, vemos que esta diferencia se repite, aunque en distinta magnitud, excepto en Tarapacá. Así, por ejemplo, en la región de O´Higgins los alumnos de alto rendimiento postularon en primera preferencia a establecimientos que recibieron 15 postulaciones por cada cupo ofrecido, mientras que el resto de los alumnos lo hizo a colegios que recibieron 8,3 solicitudes en primera preferencia por cada vacante.
Todo esto, añade LyD, ayuda a entender por qué son mayoritariamente los alumnos de alto rendimiento académico los que hoy están decepcionados con el nuevo sistema de admisión. Según lo encontrado, casi la mitad de ellos no obtuvo un cupo en el establecimiento de su preferencia, lo que no es esperable vaya a cambiar en el corto plazo. De esta forma, estos resultados constituyen un antecedente para apoyar la introducción de nuevos criterios para la admisión, particularmente los relativos al mérito, de manera que esas familias que no logran ser admitidas en el colegio de su preferencia a pesar del buen desempeño de sus hijos, sientan al menos que su esfuerzo fue considerado y no se desalienten.

UN DEBATE NECESARIO QUE LA OPOSICIÓN NO DEBIERA EVADIR

El texto argumenta que los datos revisados en el presente documento indican que, si bien no se trata necesariamente de una discusión sobre la eficiencia del mecanismo actual, el hecho que las preferencias -especialmente de los alumnos de mayor rendimiento académico- estén muy concentradas en un grupo acotado de establecimientos, justifica la introducción de nuevos criterios para la admisión.
LyD considera también que el debate del que la oposición se está queriendo restar no sólo es legítimo, sino que también parece necesario para poder otorgar al nuevo sistema de admisión una mayor aprobación entre la ciudadanía y los postulantes que se sienten disconformes con sus criterios y resultados.
En la medida, asegura, que este tema se discuta de manera desprejuiciada, sin descalificar de antemano las diversas posturas que puede haber ni crear falsas expectativas, será posible alcanzar un mayor consenso del que permitió la discusión que se dio en 2014 y 2015 cuando se formuló el actual sistema.
De igual forma, añade, los resultados del sistema hablan también de la necesidad de avanzar en el mejoramiento de la calidad de la educación y, en lo inmediato, de mejorar los mecanismos de entrega de información que facilite que las familias conozcan los proyectos educativos que conviven dentro de la diversidad del sistema educativo.
Por último, sostiene que en la última década se han llevado a cabo una serie de reformas y necesitamos que éstas se empiecen a traducir en mejoras en la percepción de las familias. Pero aun aceptando ese desafío, la escasez que se detecta en las opciones educativas de calidad explica por qué hoy sí es relevante acoger la discusión que está planteando el Gobierno y repensar los criterios para adjudicar aquellos cupos que están siendo altamente disputados, especialmente entre los alumnos de buen desempeño escolar, que hoy son los más desilusionados.

 

Vea texto íntegro del documento

 

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