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¿Qué es el síndrome de Estocolmo y en qué consiste?, por Marta López Ger, periodista especializada en criminología.

El pronóstico para una recuperación del Síndrome generalmente es bueno, pero la duración necesaria del tratamiento depende de la naturaleza de la situación de los rehenes, duración del secuestro y las experiencias previas en traumas personales, entre otros.

5 de septiembre de 2021

En una reciente publicación del medio español Confilegal se da a conocer el artículo «¿Qué es el síndrome de Estocolmo y en qué consiste?», Marta López Ger, periodista especializada en criminología.

Señala que el síndrome de Estocolmo define el fenómeno de la atracción que algunos rehenes suelen sentir por sus secuestradores, con los que llegan a identificarse, comprender y justificar. Comenta que fue bautizado con el nombre de la capital de Suecia por el primer suceso identificado en el que se dieron estos parámetros.

A continuación relata este primer caso: La mañana del 23 de agosto de 1973 Jan Erik Olsson asaltó la sucursal del Kreditbanken, en el céntrico distrito de Normalmstorg de Estocolmo. Olsson iba armado y luego se enfrentó a dos agentes de seguridad, a uno de los cuales dejó herido. La Policía puso cerco al banco pocos minutos después. Olsson, para protegerse, tomó como rehenes a cuatro personas, tres mujeres y un hombre durante seis días. Finalmente, las negociaciones con el secuestrador dieron su fruto y se entregó sin que hubiera un herido más. Uno de los rehenes, Kristin Enmark, la cual ejerció de portavoz de los retenidos, mostró abiertamente una clara simpatía y confianza hacia su secuestrador tras ser liberada. Y eso a pesar de que Olsson amenazase con poner fin a sus vidas poniéndoles una soga al cuello.

El desenlace de toda esta situación, arguye López, no pudo por más que ser curioso e inesperado. Una de las mujeres mantuvo, tras el asalto, una relación con uno de los criminales, y otra creó un fondo para ayudar con los gastos de su defensa en el juicio. Estaba claro que habían establecido un vínculo con el asaltante.

Luego, recuerda López que Nils Bejerot, el psiquiatra y criminólogo que asesoró a la policía sueca, acuñó por primera vez este término para referirse a la reacción del rehén para con su secuestrador.

Bejerot explicó las razones que motivan este síndrome,  señalando que desde su punto de vista, es más común que una persona que haya sido víctima de algún tipo de abuso llegue a experimentar simpatía por sus captores. Y no sólo se da en rehenes o secuestrados, también en prisioneros de campos de concentración, miembros de una orden de culto, prisioneros de guerra, prostitutas, víctimas de incesto, niños víctimas de abusos psicológicos y mujeres maltratadas por su pareja o familia.

Patty Hearst, el caso de síndrome de Estocolmo más conocido

El caso más importante, sostiene la comunicadora, y que hizo que este síndrome fuera mundialmente conocido, fue el de Patricia, “Patty” Hearst, nieta, nada menos, que de William Randolph Hearst, el gran magnate de la prensa estadounidense sobre el que Orson Wells basó su famosa película “Ciudadano Kane”.

Patricia Hearst, nieta de William Randolf Hearst, el magnate de la prensa en el que se inspiró Orson Wells para hacer «Ciudadano Kane», fue secuestrada por el grupo terrorista Ejército Simbiótico de Liberación; se unió a ellos y es uno de los casos más conocidos de «síndrome de Estocolmo».

López recuerda que Patricia Hearst fue secuestrada el 4 de febrero de 1974 por el Ejército Simbiótico de Liberación, un grupo terrorista norteamericano surgido un año antes en California, cuando se encontraba en el apartamento de su novio.
El objetivo no era ella, claramente, sino su padre, considerado por el Ejército, como el enemigo del pueblo. Los secuestradores estuvieron durante días chantajeando al hombre, le ordenaron entregar 70 dólares en comida de calidad a todos los californianos pobres. El progenitor de la secuestrada gastó cerca de dos millones de dólares en comida, sin embargo, su querida hija no fue liberada.

Dos meses después, la familia Hearst recibió un cassette en el que Patricia decía renunciar a su nombre, dándose a sí misma el seudónimo de “Tania” y en el que les comunicaba su decisión, de quedarse y pelear con el Ejército Simbiótico de Liberación.
Patty Hearst asaltó el banco de los padres de su mejor amiga junto a sus secuestradores, llevándose 10.000 dólares e hiriendo a dos guardias.Finalmente fue detenida.

Sus abogados alegaron, en el juicio –celebrado el 20 de marzo de 1976- que sufría el síndrome de Estocolmo. La joven afirmó que se había visto encerrada en un armario y que durante su cauterio abusaron física y sexualmente de ella. Luego fue obligada a unirse a ellos “o morir”. Un caso extremo del síndrome de Estocolmo.

No les sirvió de mucho, porque la joven Hearst fue condenada a diez años de cárcel por robo, pero salió a los 23 meses, gracias a una amnistía que le concedió el presidente Jimmy Carter.

Antes de recuperar su libertad, se enamoró de un guardia de la prisión en que estaba, un hombre de 33 años, lo cual reafirmaba el síndrome de Estocolmo, una vez más.

El caso de la colombiana Clara Rojas

Otro caso muy conocido fue el de Clara Rojas, la mujer de confianza de Ingrid Betancourt, quien en 2002 era uno de los candidatos a la Presidencia de Colombia por el Partido Verde Oxígeno.

Ambas mujeres fueron secuestradas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) cuando hacían campaña en San Vicente de Caguán, al sur de país.

Durante seis años fueron rehenes de este grupo terrorista en la selva. Un tiempo en el que Clara Rojas mantuvo una relación con uno de sus captores, del que nació un hijo, Emmanuel.

En este caso, las FARC fueron expeditas. Le hicieron un juicio sumarísimo al guerrillero y lo fusilaron.

¿Tiene el síndrome de Estocolmo tratamiento posible?

La periodista señala que según el FBI, aproximadamente uno de cada cuatro rehenes sufre este síndrome que tendría su origen en una particular manera de ver la situación en la que éstos se encuentran: la de sentir que el secuestrador le salva la vida simplemente al optar no quitársela.

Sorprende, agrega, que la persona secuestrada se ponga de parte de su secuestrador en vez de del de los rescatadores, que pretenden darle la libertad. Esto puede ser por la proximidad del rescatador para con la víctima, el darle de comer, el explicarle las razones del cautiverio…
Enseguida se pregunta ¿pero qué hacemos una vez la víctima se encuentra con el cerebro lavado?

El Síndrome de Estocolmo caería dentro de la categoría de efecto postraumático cuyo tratamiento, según el psicólogo Emilio Meluk, autor de “Secuestro, una muerte suspendida”, requiere de una intervención escalonada “en el contexto de su propia comunidad y familia”.

Esto se concentra en dos partes dentro del tratamiento. Por lo general, hablamos de una combinación de medicamentos para los trastornos del sueño a corto plazo y la psicoterapia para una cura más a largo plazo.

“En el caso de que la situación en la que intervenir fuese extrema, con síntomas de angustia, insomnio, pérdida de control, ideas recurrentes del sujeto de seguir secuestrado, estado de agresividad, pérdida de control con la realidad… etc, el tratamiento pasaría a una intervención de carácter psiquiátrico más delicada y severa”, agrega Meluk.

El pronóstico para una recuperación del Síndrome de Estocolmo, generalmente es bueno, indica la comunicadora, pero la duración necesaria del tratamiento depende de algunas variables, como la naturaleza de la situación de los rehenes, duración del secuestro y las experiencias previas en traumas personales.

 

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