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Opinión.

«El gran escritor francés, Víctor Hugo, autor de «Los miserables», un modelo de «poligamia europea» en el siglo XIX», por Carlos Berbell.

El 5 de julio de 1845 el gran escritor francés, Víctor Hugo, se llevó el peor susto de su vidsa cuando llamaron a la puerta. Se hallaba haciendo el amor con una mujer, Leonie D’Aunet de Biard, esposa de Auguste Biard, un pintor de cierto prestigio de la Francia de entonces.

12 de diciembre de 2021

En una reciente publicación del medio español Confilegal se da a conocer el artículo «El gran escritor francés, Victor Hugo, autor de «Los miserables», un modelo de «poligamia europea» en el siglo XIX», por Carlos Berbell.

El 5 de julio de 1845 el gran escritor francés, Víctor Hugo, se llevó el peor susto de su vidsa cuando llamaron a la puerta. Se hallaba haciendo el amor con una mujer, Leonie D’Aunet de Biard, esposa de Auguste Biard, un pintor de cierto prestigio de la Francia de entonces.

Pero quien llamaba no era un don nadie sino un comisario de policía que sabía no sólo que estaba dentro sino con quien estaba. Al comisario le acompañaba el engañado marido.

Y como Víctor Hugo no quiso abrir, los hombres de la policía procedieron a tirar la puerta abajo. Los encontraron a los dos en paños menores en el lecho del placer, ambos abrazados.

Léonie fue inmediatamente detenida e internada en la cárcel parisina de mujeres de Saint-Lazare, la misma a la que años después iría a pintar Pablo Picasso durante su época azul.

Víctor Hugo se libró de seguir el mismo destino por su privilegio de inmunidad como par de Francia. El adulterio era, en aquella época, un delito que se castigaba con prisión a las dos partes, al hombre y a la mujer.

La noticia tampoco alcanzaría las páginas de los rotativos, pero todo París se enteró del traspiés del presidente de la Academia Francesa de las Letras. Todos menos su esposa, Adèle Foucher, con la que estaba casado desde hacía veintitrés años -era padre de cinco hijos, tres varones y dos muchachas- y su amante oficial, Juliett Drouet, una mujer escultural que sirvió de modelo para la estatua de Lille, en la Plaza de la Concordia de París.

A Juliette la mantenía en una casa alquilada, no muy lejos de la suya, con todos los gastos pagados y sin otra ocupación que esperar a que la visitara.

Por aquel entonces Víctor Hugo ya era un novelista consagrado. Había publicado dramas como “Hernani” y “Lucrecia Borgia”, y novelas populares como “Nuestra señora de París”.

Tenía una fortuna considerable, vivía en un apartamento de super lujo en la plaza Royal. Cuatro meses antes el rey Luis Felipe le había nombrado vizconde y par de Francia. Lo tenía prácticamente todo, aunque el sino del hombre es desear aquello que no se tiene y Víctor Hugo no podía dejar de ser diferente.

PIDIÓ AYUDA AL REY

Para solucionar su problema, el famoso escritor no dudó en acudir al mismo rey. Quería que intercediera por él ante el ofuscado marido. A Luis Felipe le divertían este tipo de situaciones y no dudó en echarle un capote a Hugo.

¿Cómo? Le aconsejó, por una parte, que se marchara al extranjero durante un tiempo. Por otro, el monarca se encargó de ganarse al engañado marido, hombre de gran vanidad, comprándole varios cuadros a cambio de que olvidara su contencioso con Víctor Hugo.

¿Quién podía resistirse a la petición de un favor por parte del mismo rey?

El matrimonio Biard quedó oficialmente disuelto el 14 de agosto. Léonie dejó la cárcel, pero no para obtener la libertad sino para ser conducida al convento de las Agustinas con el fin de pasar seis meses “reeducándose”, meditando y haciendo penitencia por haber pecado contra la institución del matrimonio.

Y es que las leyes de entonces no se andaban con remilgos.

Hasta entonces, Víctor Hugo vivía en un triángulo perfecto -no lo habría sido si hubiera sabido que su esposa le engañó, a su vez, en el período de 1832-1833, con el crítico literario más respetado de su tiempo, Charles Augustín Sainte-Beuve, al que el escritor consideraba poco menos que una rata viscosa-, en cuyo vértice principal se ubicaba él y en los dos restantes su mujer y su amante.

Un triángulo que fue convertido en un cuadrado cuando Léonie dejó el convento. Y como a Juliette, le puso un piso también, cuyos gastos pagaba religiosamente cada mes.

Dicen los cronistas que Víctor Hugo fue, a partir de entonces, fiel a sus tres mujeres, con las que se alternaba en la cama, según los días y de acuerdo con las apetencias del momento.

Sin embargo, la posteridad registró una aventura más con una bella joven, de nombre Alice Ory, y actriz de profesión, quien le dejó, al cabo de nueve meses, un inesperado “regalo”: un precioso chiquillo, al que puso el nombre de Charles.

La esposa, Adèle, aceptó al niño como si fuera propio.

LA ESPOSA SABÍA QUE EXISTÍAN AMANTES Y LAS AMANTES CONOCÍAN DE LA ESPOSA

Podía afirmarse que Hugo practicaba un modelo de «poligamia europeo», para lo que era imprescindible una fortuna como la suya. La mujer sabía que existían las amantes y las amantes conocían de la esposa y de la otra rival.

En 1851, Léonie, no contenta con su papel como “número tres” -al fin y al cabo era la última en añadirse al harén-, intentó desplazar a Juliette provocando un conflicto con ella que, sin duda, repercutiría sobre Victor Hugo.

Le envió las cartas que el amante le había escrito durante siete años. El tiro le salió por la culata. Más rodada en las cosas mundanas, Juliette dejó las cosas como estaban.

En 1848 Víctor Hugo dio el salto a la política. Francia vivía momentos convulsos. El rey había sido destronado y se había proclamado la II República. Se convirtió en diputado a la Asamblea Nacional Constituyente, obteniendo 2.000 votos más que Luis Napoleón quien se convirtió después en presidente (de 1848 to 1852) y después en emperador (de 1852 to 1870), con el nombre de Napoleón III.

Luis Napoleón era hijo de Luis, el hermano pequeño de Napoleón Bonaparte, por lo tanto, sobrina del emperador.

Víctor Hugo lo apoyó, al principio, con la esperanza de obtener el puesto de ministro de Instrucción Pública. Pero su gozo quedó en un pozo y el escritor se pasó al enemigo.

En 1851 Luis Napoleón dio un golpe de Estado, y se hizo con todo el poder; un año más tarde se proclamaría emperador. Víctor Hugo se opuso tan vehementemente que, incluso, llegó a dejarse ver en la calle, entre las barricadas, luchando contra las fuerzas de seguridad del Estado, lo que le valió que pusieran precio a su cabeza: 25.000 francos.

SE EXILIÓ POR SER ENEMIGO DE NAPOLEÓN III

A consecuencia de esto, el escritor se exilió en Bélgica gracias a un pasaporte falso que le consiguió su amante número uno, Juliette, quien se uniría con él en el exilio, mientras su esposa, Adèle, permanecía en París administrando la fortuna de su marido, incluyendo los pagos de manutención de la amante número dos.

El entendimiento de Víctor Hugo con sus mujeres fue tan pacífico y comprensivo que, en algunas ocasiones, utilizó la buena diplomacia de unas con otras.

En ese período, por ejemplo, tuvo que pedir a su esposa que tranquilizara a Léonie para que permaneciera en París entretanto se tranquilizaban las cosas porque esta quería de forma vehemente reunirse con él en Bruselas.

En 1985 Cameron Macintosh convirtió la famosa novela de Víctor Hugo, «Los miserables», en un músical de éxito mundial. En Madrid se ha representado en dos periodos. El último, desde noviembre de 2010, en el teartro Lope de Vega de Madrid. Con Gerónimo Rauch como Jean Valjean, Ignaci Vidal, en el papel del policía Javert, Guido Balzaretti como el joven Marius, Virginia Carmona en el rol de Fantine, Talía del Val como Cosette, Lidia Fairen como Eponine, Enrique R. del Portal en el rol del señor Thenardier y Eva Diago como su epsosa, la señora Thenardier.

Fue a través de su correspondencia con sus mujeres como se enteró, con todo lujo de detalles, de que Luis Napoleón había decretado su expulsión de Francia, junto con otros sesenta y cinco diputados. El exilio le sentó muy bien a la creatividad de Víctor Hugo.

Fue su época más productiva. Escribió “Historia de un crimen”, que resultó un gran éxito, “Napoleón el pequeño”, “Las contemplaciones”, “La leyenda de los siglos” y su novela mayor, “Los miserables”, sin duda la más conocida en todo el mundo.

El productor teatral británico, Cameron Mackintosh, convirtió a «Les Miserables» –título original en francés– en 1985 en un musical que ha tenido un éxito mundial, incluyendo España, donde se ha representado en dos periodos. En Londres todavía permanece en cartel, 36 años después.

Una obra que ha tenido una versión cinematográfica en 2012, con Hugh Jackman, Russel Crowe, Anna Hathaway, Amanda Seyfried, Eddie Redmayne, Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen en los papeles principales.

En 1853, Victor Hugo dejó Bélgica por prevención, ante los problemas que la publicación de “Napoleón el pequeño” pudieran provocar entre su país de nacimiento y su país de exilio, y se trasladó a vivir a la ciudad de Marine-Terrase, en la isla británica de Jersey, en el Canal de la Mancha, frente a Francia.

AFICIONADO AL ESPIRITISMO

Juliette, que le siguió como un corderito, se instaló en un pueblo cercano, Saint Hélier. En ese período se introdujo en el mundo del espiritismo, y de la ouija, en concreto. Lo desconocido le entusiasmó.

Pasaba las horas preguntando a los supuestos espíritus de Napoleón, Jesucristo, Moisés y Shakespeare sobre los temas más dispares, intentando construir una filosofía nueva.

El paraíso inglés se acabó dos años más tarde, cuando, con motivo de la publicación de unos textos injuriosos por parte de la colonia de refugiados franceses ilustres contra la reina Victoria de Inglaterra por una próxima visita que iba a realizar a Francia. El Home Office (Ministerio del Interior) les invitó a que abandonar la isla.

Y de Jersey, Víctor Hugo y Juliette se marcharon a otra isla del Canal de la Mancha, Guernesey, a pocas millas marinas de distancia. Ambos volvieron a tomar dos casas diferentes, ya que no estaban casados, pero muy cercanas la una de la otra.

Juliette, que estuvo casi medio siglo junto al escritor, como si fuera su sombra, y no dejó de escribirle ni un solo día. Su amor era tan profundo que hasta le perdonó un capricho pasajero que tuvo con su propia sirvienta.

La otra amante, Léonie d’Aunet, permaneció siempre en París sin que le faltara de nada. Llegó a realizar una pequeña carrera como autora de comedias populares.

Victor Hugo regresó a París en loor de multitudes en 1870, después de la deposición del emperador, y volvió a ser diputado a la Asamblea Nacional.

Sus últimos años fueron los de un hombre consagrado como el poeta oficial de la República, aunque ni los laureles ni el paso del tiempo le hicieron perder su fuerte apetito sexual.

Murió el 1 de junio de 1885 y el Gobierno le honró con un entierro de Estado. Desde entonces, 136 años después, sigue ocupando, por derecho propio, un lugar en el panteón de personalidades ilustres de Francia.

Una inmensa multitud acompañó su féretro hasta el Panteón, donde se le inhumó.

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