A pesar de todo lo que uno pueda criticar (a veces con justo motivo) a los EE.UU., desde la creación del GATT en 1947 por regla general se ha sometido al mismo sistema comercial internacional que rige para los demás Estados.
Pero el 2 de abril, el presidente norteamericano Donald Trump anunció que EE.UU. aumentaría los aranceles a las importaciones [1] y en los días siguientes fue modificando algunos aspectos de su anuncio. Esto significó un quiebre porque vulnera el Derecho de la Organización Mundial del Comercio (OMC), infringe tratados de libre comercio y pone en tela de juicio los fundamentos del sistema comercial internacional [2].
Como era de esperar, casi de inmediato comenzaron juicios en EE.UU. contra los aranceles impuestos por el Gobierno [3], y también han comenzado procesos internacionales (p.ej. ante la OMC, Canadá y China ya presentaron reclamaciones [4]).
Donald Trump ha argumentado que los aranceles buscan reciprocidad en los flujos comerciales, ya que EE.UU. tiene un déficit comercial. Sin embargo, y aunque asumiésemos una explicación simplista del déficit comercial, el Gobierno norteamericano no ha usado una metodología seria para estimar cuál es el nivel de aranceles necesario para lograr una balanza comercial equilibrada. En consecuencia, parece razonable sospechar que el argumento de la reciprocidad sea un pretexto. Eso se sabrá a ciencia cierta cuando el Gobierno de EE.UU. tenga que explicitar su metodología en tribunales.
Mientras se desarrollan los juicios, una serie de nuevos anuncios ha capturado la atención mundial, tal como si se tratase de capítulos de una serie televisiva (y hay quienes aseveran que ese sería el objetivo final de Trump). La incertidumbre que genera cada nuevo anuncio es en sí misma una barrera comercial, lo que socava el sistema comercial internacional, para el cual la seguridad y la previsibilidad son elementos esenciales (art. 3.2. del Entendimiento sobre Solución de Diferencias de la OMC).
Podemos aventurar algunas posibles consecuencias políticas en el caso de que se mantenga el alza de aranceles. Podría mermar el apoyo político de Trump y afectar las elecciones intermedias (midterm elections) de EE.UU. que se celebrarán durante el año 2026.
Entre las posibles consecuencias económicas, es probable que el alza perjudique a los consumidores en EE.UU. y a las empresas de EE.UU. que participan en cadenas globales de valor. También los inversionistas lo pensarán dos veces antes de invertir en EE.UU. porque es ahora un socio comercial y un destino para inversiones más imprevisible y menos confiable que antes.
Otra consecuencia se refiere a la desviación de comercio. Debido a los aranceles, los demás Estados exportarán menos a EE.UU., por lo que es posible que una parte de ese comercio se desvíe a otros mercados. Debido a la menor demanda en EE.UU., tal vez podría disminuir el precio internacional de algunos bienes. P.ej., en Chile podría disminuir el precio de algunos bienes europeos o chinos.
La respuesta de China ha sido un tanto sorprendente. En vez de mantener la calma, mirar a largo plazo y esperar a que termine el período presidencial de Trump, China parece haber entrado en pánico y respondió con un alza de aranceles a las importaciones desde EE.UU. Es decir, se dejó arrastrar a un caso típico de lo que la teoría de juegos denomina “chicken game”.
En Chile, el embajador chino ha subido el tono con amenazas veladas y críticas por el centro astronómico que la Academia China de Ciencias iba a construir en colaboración con la Universidad Católica del Norte y el atentado a las obras de la central hidroeléctrica Rucalhue que construye una empresa china. En una nítida muestra de la mezcla entre intereses políticos y económicos, estatales y privados, el embajador comunicó que dos empresas chinas se retiran de proyectos de litio. Es evidente el trasfondo geopolítico de estas declaraciones. En la prensa, a propósito del centro astronómico el embajador chino llamó a Chile a cuidarse de “ciertos países que desprecian la soberanía chilena y su derecho a elegir socios, tratando a Latinoamérica como su patio trasero”. Cabe preguntarse si una advertencia análoga vale para Taiwán y otros Estados de Asia. China y EE.UU. tal vez tengan ambiciones imperiales y practiquen un doble estándar moral, pero por lo menos EE.UU. todavía sigue siendo una democracia en la que impera el Estado de Derecho. La brújula moral de la política internacional chilena debe conservar su buena orientación.
¿Qué puede hacer Chile? En primer lugar, la confrontación no tiene sentido. El peso mundial de nuestra economía es insignificante, por lo que elevar nuestros aranceles a las importaciones provenientes de EE.UU. no ejercería presión política suficiente; además, perjudicaría a los consumidores chilenos. Chile podría reducir la protección a la propiedad intelectual norteamericana (tal como en el año 2013 la OMC lo autorizó a Antigua y Barbuda 5]), pero es una opción que habría que estudiar en detalle y su viabilidad política sería muy dudosa.
En segundo lugar, Chile podría negociar con EE.UU. A mediados de abril una delegación del Ministerio de Relaciones Exteriores se reunió con el Representante de Comercio de EE.UU.[6] Pero muchos Estados quieren negociar ahora con EE.UU. y dudo que Chile esté entre sus prioridades.
En tercer lugar, varios Estados están diversificando sus relaciones comerciales internacionales. Chile ya tiene una gran ventaja gracias a la amplia red de tratados de libre comercio que hemos creado desde los Gobiernos de la Concertación. La amenaza arancelaria de EE.UU. demuestra, una vez más, la necedad y miopía de quienes se oponían al CPTPP (TPP-11), frente a la lucidez y la clarividencia de las mujeres y hombres que lideraron la inserción comercial de Chile desde 1990. De hecho, Chile sigue diversificando sus relaciones comerciales; p.ej., recientemente se anunció el inicio de negociaciones para un Acuerdo de Asociación Económica Integral con India [7], se firmó un Acuerdo de Alcance Parcial con Trinidad y Tobado [8] y se está tramitando un Acuerdo de Asociación Económica Integral con Emiratos Árabes Unidos [9].
¿Se está acabando la época del libre comercio que comenzó después de la II Guerra Mundial? Si hay algo que nos recuerda la disrupción que genera el alza de aranceles de EE.UU., es lo siguiente: el libre comercio y el proteccionismo no son hechos inevitables de la naturaleza, sino que son decisiones políticas. El alza de aranceles de EE.UU. nos perjudica, pero gracias a la política comercial que Chile ha seguido desde 1990, estamos en una mejor situación que muchos otros Estados.
[1] https://www.whitehouse.gov/presidential-actions/2025/04/regulating-imports-with-a-reciprocal-tariff-to-rectify-trade-practices-that-contribute-to-large-and-persistent-annual-united-states-goods-trade-deficits/ y https://www.whitehouse.gov/fact-sheets/2025/04/fact-sheet-president-donald-j-trump-declares-national-emergency-to-increase-our-competitive-edge-protect-our-sovereignty-and-strengthen-our-national-and-economic-security/.
[2] Uno de los principales antecedentes del actual debilitamiento del sistema comercial internacional consiste en que, desde el año 2017, EE.UU. ha impedido la nominación de integrantes del Órgano de Apelación de la OMC (Lehne: «Crisis at the WTO: Is the Blocking of Appointments to the WTO Appellate Body by the United States Legally Justified?», Grossmann, 2019, pág. 13-27).
[3] https://www.nytimes.com/2025/04/27/us/politics/trump-tariffs-lawsuits.html
[4] OMC: Estados Unidos — Derechos adicionales sobre los automóviles y partes de automóviles (Canadá), WT/DS637, https://www.wto.org/spanish/tratop_s/dispu_s/cases_s/ds637_s.htm. OMC: Estados Unidos — Derechos adicionales universal y por país (China), WT/DS638, https://www.wto.org/spanish/tratop_s/dispu_s/cases_s/ds638_s.htm
[5] OMC: Estados Unidos — Juegos de azar, WT/DS285, https://www.wto.org/spanish/tratop_s/dispu_s/cases_s/ds285_s.htm.