Artículos de Opinión

El modelo.

El Orden Público Económico es el conjunto de principios, normas y prácticas que delimitan el actuar económico de una sociedad. En nuestro caso, este Orden está delimitado por los principios contenidos en la Constitución de 1980 y demás leyes complementarias. En su conjunto, estas normas conforman lo que coloquialmente se conoce como “el modelo”.

El Orden Público Económico es el conjunto de principios, normas y prácticas que delimitan el actuar económico de una sociedad. En nuestro caso, este Orden está delimitado por los principios contenidos en la Constitución de 1980 y demás leyes complementarias. En su conjunto, estas normas conforman lo que coloquialmente se conoce como “el modelo”. Y sobre el modelo se dicen muchas cosas, especialmente que está en crisis. No hay que ser un lector asiduo de la prensa para darse cuenta que -especialmente en los últimos tres años- la legitimidad del modelo ha sido puesta en cuestión. Y los argumentos son muchos: se trataría de una herencia de la dictadura, no se amoldaría a los nuevos tiempos, favorece a los mismos grupos económicos “de siempre”, fomenta actitudes poco solidarias, atenta contra la “justicia social”, e incluso se le ha llegado a tildar de cruel. Todos los argumentos mencionados se afirman en una “sensación generalizada”, una “percepción social”, en la opinión de la “inmensa mayoría”. Todos conceptos ambiguos sin contenido. Es decir, el malestar se apoya en nada. Sin tener que recurrir a cifras que son de público conocimiento –por ejemplo los informes anuales del Banco Central-, es evidente que la situación económica del país ha mejorado. Y no ha mejorado para algunos, sino para todos. El mejor acceso a la educación –evidente en el aumento de matrícula en las Universidades-, el acceso y aumento del consumo de todo tipo de bienes, el mejor acceso a la salud, y la baja en las cifras de pobreza, dan cuenta de ello. ¿Quién podría recordar los hábitos de consumo de hace 30 años o más? Veamos algunos ejemplos. Hace 30 años para una familia, comprar un televisor era una decisión importante, que se tomaba una vez cada muchos años, alrededor de la mesa común, y no sin antes haber ponderado bastante bien los gastos e ingresos del grupo. Un viaje al extranjero era una situación inalcanzable para la mayoría de la población. Un computador era una herramienta que solo aquellas empresas más sólidas y rentables podían costear. Hoy la situación es totalmente distinta. Basta pasear por cualquiera de los innumerables centros comerciales que abundan en el país para ver como prácticamente cualquiera puede adquirir un televisor de última tecnología, o ir al aeropuerto cualquier día de la semana y apreciar a simple vista como ha aumentado el tráfico aéreo con destinos internacionales. Para que hablar de los computadores, tablets y smartphones, prácticamente al alcance del bolsillo más modesto. Y este cambio en el acceso al comercio, así como en los hábitos de consumo de los chilenos, se debe precisamente al tan criticado modelo. ¿Cuál es el problema entonces? El problema es la igualdad. Ya lo señalaba el Ex Presidente Ricardo Lagos en su campaña presidencial del año 2000: “crecer con igualdad”. Ese es el problema de fondo a la crítica al modelo: no todos crecemos en la misma proporción. Es cierto que si comparamos cualquiera de nuestras cuentas corrientes con la de alguno de nuestros grandes empresarios o magnates, la diferencia será abismante. Pero la comparación es en sí absurda. Si comparamos fortunas, siempre habrá algunos más pobres que otros, y en consecuencia, siempre habrá pobres. La verdadera comparación se debe hacer en relación con el acceso al bienestar. Y es allí donde se notan, como ya expuse, las consecuencias del modelo. Es cierto, el modelo es perfectible. Es cierto, en algunos casos el modelo puede ser en apariencia cruel. En esos casos el rol del Estado estará más que justificado. Y no me refiero a más Estado, sino a un mejor Estado. Prestemos oídos a los elogios que recientemente, con ocasión de la Cumbre Celac-UE, otros mandatarios han prestado al modelo chileno. Tomemos conciencia de que antes que repartir riquezas debemos ser capaces de generarlas. Obremos de acuerdo a las características que tanto se alaban de Chile: Seguridad Jurídica, respeto a las Instituciones y libertad individual. En consecuencia, sigamos el ejemplo de países que han triunfado por esta senda, y evitemos que falsos faros –como señaló una dirigente social respecto a Cuba- desvíen nuestro derrotero.

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