Artículos de Opinión

Plebiscito: Un debate al estilo de Romeo y Julieta.

Tal como Julieta lo hizo con Romeo, algunos confían ciegamente en la posibilidad de que un plebiscito pueda resolver el complejo escenario de la crisis en la Educación. Sin embargo, poco han dicho del tipo específico de plebiscito que proponen, sus características, las preguntas concretas que desean plantear a la sociedad, entre otros puntos esenciales de esta clase de institución deliberativa.

La propuesta de convocar a un plebiscito para resolver las controversias que actualmente se plantean en materia de Educación ha generado un debate que me recuerda la historia de Romero y Julieta.
En la célebre obra de Shakespeare sus protagonistas experimentan un enamoramiento fulminante, al punto que Julieta presta su consentimiento para la celebración de un matrimonio secreto a las pocas horas de conocer a Romeo. La familia de la novia –los Capuleto– enemiga del clan del novio –los Montesco– condena cualquier vínculo entre ambos. Algo similar ocurre entre los que hoy se declaran pro plebiscito y los que categóricamente se oponen a él.
Tal como Julieta lo hizo con Romeo, algunos confían ciegamente en la posibilidad de que un plebiscito pueda resolver el complejo escenario de la crisis en la Educación. Sin embargo, poco han dicho del tipo específico de plebiscito que proponen, sus características, las preguntas concretas que desean plantear a la sociedad, entre otros puntos esenciales de esta clase de institución deliberativa.
Por su parte, los detractores del plebiscito, se han comportado como los Capuleto, que rechazan y desprecian sin mayores razones al pretendiente de Julieta. En efecto, incurriendo en una evidente falacia (de la que al parecer sólo ellos no se dan cuenta)  descartan toda clase de plebiscitos –como si todos ellos fueran iguales– e indican que son un factor de destrucción de las democracias.
Ocurre que los plebiscitos (o referendos) pueden revestir las más diversas formas. Algunos son obligatorios, otros meramente consultivos. Los hay para decidir acerca de propuestas de autoridades o grupos de ciudadanos como también para ratificar normas y autoridades, revocar mandatos o derogar leyes.
Además, afirmar que los plebiscitos arruinan las democracias es -al menos- impreciso. Países que solemos admirar han decidido asuntos de la mayor importancia empleando esta institución. Uruguay deliberó acerca de la anulación de la ley de caducidad que amnistiaba los crímenes de la dictadura. Islandia y Noruega votaron en plebiscito sus separaciones de Dinamarca y Suecia respectivamente. Varios miembros de la Unión Europea sometieron a consulta popular su incorporación e a ella. Incluso la posibilidad de crear una Constitución europea se dirimió por esta vía.
Romeo y Julieta es una historia que –desde luego– no sólo trasciende por su contenido emotivo. Es valiosa porque demuestra lo irracional de las opciones basadas en prejuicios. No es algo alentador que nuestros debates públicos se asemejen a ella.

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