“Uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”, reza el acertado adagio popular. Lo recordé con motivo de la peregrina acusación de acoso sexual y difusión indebida de imágenes íntimas que se le ha formulado al Presidente Boric, quien, creo, se arrepentirá de aquello que él y el progresismo que profesa han repetido con tanta fuerza en relación con esta materia: “a ella siempre hay que creerle”, “yo te creo amiga”, o aquella que se vocea a ritmo de canción, “el violador eres tú”.
Ahora le ha tocado al propio presidente ser víctima de una confusa denuncia de connotación sexual que él no sólo niega, sino que también contradice acusando a la acusadora.
La pregunta es: ¿A quién creemos? ¿Al sentido común que indica que toda acusación debe ser probada por quien denuncia, o al progresismo feminista que nos grita que siempre debe ser a la denunciante? Esta vez el presidente, renunciando a sus dogmas, se ha inclinado por la primera alternativa. Estoy con él.
Francisco Bartolucci Johnston