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El Presidente y las potestades legislativas.

Los autores concluyen que no habrá norma constitucional posible que evite la concentración del poder si no regresamos a nuestras fuentes.

28 de febrero de 2019

Recientemente, los abogados argentinos Carlos I. Salvadores de Arzuaga y
Guillermo A. Cappelletti publicaron un artículo sobre el Presidente y las potestades legislativas.

Los autores comienzan sosteniendo que una rápida mirada retrospectiva de los últimos 25 años (periodo tomado al azar) se observa con claridad que el presidente asume funciones legislativas con mayor asiduidad e intensidad.

A continuación, se refieren a la dogmática constitucional en cuanto a la forma de gobierno republicana y el valor de la división funcional del poder.

Enseguida, refieren que en la actual presidencia de Mauricio Macri, la emisión de Decretos de Necesidad y Urgencia ha tenido motivos variados, sin romper la inercia que viene de presidencias anteriores.

Aducen luego que las limitaciones que tiene reguladas la Constitución para frenar la actitud y dinámica invasiva del Poder Ejecutivo son insuficientes, y tanto técnicas como políticas.

A continuación se preguntan si el sistema está en crisis y si acaso la república y la división de los poderes han sido superadas por la “posmodernidad. Responden que no está en crisis el sistema constitucional. Si bien el ordenamiento puede tener errores de técnica, respecto de los que colaboró poco para corregirlos o morigerarlos el Congreso con la ley 26122 con la regulación para el tratamiento de los decretos de necesidad y urgencia, decretos delegados y decretos de promulgación parcial de leyes. Lo que está en crisis es la clase política, que no ha entendido que la política está sujeta o debe sujetarse a la Constitución.

Finalmente, manifiestan que, en definitiva, centrar en este siglo los excesos presidenciales, la asunción de funciones legislativas como un mero problema constitucional es una ingenuidad. Creen que, en lugar de eso, deben concentrar la visión en dos aspectos: la conducta del político y la conducta de la sociedad. En lo que hace a lo primero, la política no puede estar en manos de advenedizos. Es demasiada importante para que lleguen a ella sin méritos intelectuales y sin decencia. A su vez, la sociedad debe remozar sus vínculos que la consoliden en la solidaridad y los valores tradicionales, donde la educación es el primer catalizador.

 

 

Vea texto íntegro de la publicación.

 

 

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