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Se obliga a usar mascarillas.

¿Por qué el coronavirus puede acabar con la prohibición del burka en Europa?

La pandemia del coronavirus ha provocado una polémica paradoja en los países europeos que han prohibido el velo integral.

15 de octubre de 2020

En algunas ciudades francesas, por ejemplo, el hecho de no cubrirse la cara para protegerse contra la COVID-19 puede acarrear una multa de 135 euros.

Sin embargo, al menos oficialmente, también se puede recibir una multa de hasta 150 euros por taparse el rostro en lugares públicos si la cobertura es un velo integral.

En 2011, Francia se convirtió en el primer país europeo en prohibir el velo integral en lugares públicos. Otros países de la región lo han seguido introduciendo prohibiciones totales o parciales, entre ellos Dinamarca, Austria, Bélgica, Bulgaria, Letonia y Noruega.

Hoy, a la mayoría de los ciudadanos europeos se les obliga a usar mascarillas para combatir la propagación del nuevo virus, algunos están poniendo en evidencia la aparente contradicción.

¿Cuál es la diferencia cuando te cubres la cara por razones religiosas o cuando te cubres la cara por razones de salud?», es el debate que ha instalado en algunos países europeos.

Cabe señalar que en 2014 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) desestimó los argumentos de Francia para prohibir el uso del velo integral en público por motivos de seguridad pública y protección de la igualdad de género.

Sin embargo, confirmó la restricción al aceptar que constituye una violación del principio francés de «vivir juntos» («le vivre ensemble»).

Tres años más tarde, dos mujeres belgas también presentaron su caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, alegando que la prohibición del burka infringía la legislación sobre derechos humanos. Una de ellas había dejado de llevar el velo integral en público, por miedo a una condena de cárcel o a una multa, mientras que la otra eligió quedarse en casa.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó que Bélgica no violaba ningún derecho a la libertad de religión o la ley de discriminación, ya que tenía derecho a imponer restricciones para garantizar el principio de «convivencia».

En el caso francés, la violación del concepto de «le vivre ensemble» se definió como «un rechazo de la fraternidad, que constituye la negación del contacto con los demás».

Sin embargo, el «vivir juntos» anterior a la pandemia tiene poco que ver con la convivencia actual en los países europeos basada en la distancia de seguridad.

El discurso ha cambiado completamente y se pide a la gente que se cubra la cara para poder vivir juntos en una sociedad democrática. La COVID ha cuestionado la validez de la prohibición del velo integral.

En Bélgica, uno de los países europeos donde está prohibido cubrirse la cara con un trozo de tela, ahora es obligatorio llevar mascarilla.

La llamada «prohibición de la burka» se justificaba para que las personas en los espacios públicos fueran “reconocibles” e “identificables” por motivos de seguridad pública. Pero debido a la emergencia sanitaria, este principio de seguridad pública parece haber sido dejado de lado.

A largo plazo, existe la preocupación de que la pandemia del coronavirus haya debilitado el argumento contra la prohibición de los velos integrales y es probable que surja una impugnación constitucional, ya que la situación actual sienta un precedente para las personas que quieren llevar cualquier tipo de velo facial en público, a lo que se replica que se trata de dos niveles diferentes. Usar una mascarilla ahora no tiene nada que ver con el hecho de que la gente pueda cubrirse la cara con un burka, se afirma. Con una mascarilla, todavía se pueden ver los rasgos, y si la persona es mujer o hombre.

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