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Desierto Sonoro — Valeria Luiselli

El texto consiste en una reconstrucción de la memoria familiar y de los fantasmas que la rodean, mediante un ejercicio archivístico tan periodístico como judicial.

Por Felipe Morales Anguita, Universidad de Chile

La última novela de la escritora mexicana, Valeria Luiselli, narra la historia de un matrimonio en crisis, que viaja en auto junto a sus dos hijos desde Nueva York hacia el sur de Estados Unidos para acercarse al proyecto laboral del marido —documentar los sonidos de aquellos lugares en que vivieron los apaches— y, de un modo peculiar, también al de la mujer —documentar la crisis de los niños perdidos en el sistema migratorio estadounidense—.

Los niños se ven envueltos en las historias que les cuentan los padres en las demasiadas horas de viaje por carretera, y se distraen también escuchando audiolibros y contando las suyas propias. A veces la ficción aparece como un respiro, una posibilidad de escape en medio del tedio y de la angustia. Pero también se presenta como una condena. Luiselli propone, en esta alegoría casi épica, que no podemos vivir sin ficción, que la imaginación es un componente fundamental en todos los planos de la vida.

Esto se hace más evidente en aquellos pasajes de la novela en que se aborda la historia de los niños perdidos, los infantes mexicanos y centroamericanos indocumentados que son sometidos a cuestionarios por parte de la corte migratoria de Nueva York. Ahí, la narradora actúa como traductora del engorroso sistema de justicia norteamericano, contribuyendo a su comprensión pero también a la construcción de un relato, una historia plausible que, usando la metáfora kafkiana, pueda convencer al guardián y abrir las puertas de la ley, permita a los niños entrar al imperio norteamericano.

El texto consiste en una reconstrucción de la memoria familiar y de los fantasmas que la rodean, mediante un ejercicio archivístico tan periodístico como judicial.

El libro, originalmente escrito en inglés (lo que supone un interesante caso de bilingüismo y auto-traducción), se llama «Lost Children Archive», cuya traducción literal sería «El archivo de los niños perdidos». Así, su composición consiste en una serie de «Cajas», que son las que lleva la familia en el auto, mediante las cuales la narración se va entretejiendo, plagado de referencias a canciones, libros, películas y otros soportes. Las cajas simbolizan, quizás, el sostén de la familia, aquel espacio donde la ficción se hace necesaria para seguir adelante en la carretera.

Si lo pensamos bien, con el derecho ocurre algo similar. Se sostiene en la ficción. El ejercicio de los jueces no consiste en algo distinto que la reconstrucción de un relato, aquel que en base a pruebas pueda afirmarse como el más verosímil. El derecho zanja cuál de las historias imaginadas será la que consideraremos como verdadera, aunque realmente nunca lo sea (en eso reside la diferencia procesal entre verdad material y verdad formal). Pero a pesar de su falsedad inherente la aceptamos, porque es lo único que nos permite seguir adelante. Pensemos en Kelsen, el más positivista de todos, y su norma fundante básica; ¿es acaso algo distinto que una ficción jurídica?

La novela de Valeria Luiselli es un recordatorio de la necesidad imaginativa del derecho, y también de las familias, de los niños, de los lectores. Es una advertencia de que la ficción nos puede llevar a los lugares más oscuros y también más luminosos del alma, y que es por eso que vale la pena seguir imaginando.

 

Valeria Luiselli (1983), nacida en Ciudad de México, creció en Costa Rica, Corea del Sur, Sudáfrica e Irlanda. Ha escrito los libros de ensayos Papeles Falsos (2010) y Los Niños Perdidos (2016), y las novelas Los Ingrávidos (2011), La Historia de mis Dientes (2013) y Desierto Sonoro (2019). Actualmente reside en Nueva York.