Artículos de Opinión

El Borrador a la luz del concepto de “Izquierda Indefinida” de Gustavo Bueno.

Una Carta que pudo haber creado un reconocimiento a los pueblos indígenas, se redactó con los anteojos de personas que defienden dichos derechos desde el indigenismo militante y políticamente activo; una Carta que pudo crear métodos de participación ciudadana y el impulso de la participación popular, se centró mucho más en los slogans de la democracia paritaria e inclusiva, que en las herramientas que le dan poder al pueblo. Y así suma y sigue con los demás ejemplos, centrándose más las normas propuestas en representar una bandera o lucha de la forma más completa, en vez de proponer una Constitución mejor que la anterior.

Tras el reciente plebiscito de salida, las críticas y reflexiones acerca del fracaso estrepitoso que tuvo el Borrador de la Nueva Constitución redactado por la Convención Constitucional (en adelante el Borrador) han sido numerosas, atribuyendo numerosos juristas y políticos que apoyaron el texto rechazado diferentes causas que llevaron a la población chilena a apoyar de forma unánime el proceso constituyente pero que desembocaron en el rechazo claro y contundente del articulado presentado.

Variadas son las críticas y reflexiones que ha tenido el Borrador, se ha desmembrado el contenido propuesto y se ha analizado el cómo las fórmulas constitucionales propuestas eran más o menos beneficiosas para nuestro país. En este escenario, creo que es necesario entregar una nueva perspectiva a tomar en cuenta desde el punto de vista del análisis de la teoría política, perspectiva que para la opinión pública pareciera ser (hoy en día) antijurídica, al carecer para muchos de la objetividad e imparcialidad que muchos juristas buscan dentro de sus análisis. Aun con todo lo negativo y el odio que representa dentro de las redes sociales, el entregar un análisis más cercano a la filosofía política es útil y necesario analizar la evolución ideológica que ha tenido la izquierda (o las izquierdas) en el Chile actual a la luz del acertado análisis que realizó en 2004 el filósofo español Gustavo Bueno en su libro “el mito de la izquierda”, el cual en general, explica como las izquierdas que antiguamente se caracterizaban por la búsqueda de un modelo de Estado que terminara con los grandes vicios que se identificaban dentro del aparato político nacional, pero que en la actualidad, han pasado a ser un montón de grupúsculos o corrientes de opinión indeterminadas que se identifican con base en factores diferentes a un modelo ideal de Estado Nación, centrándose más bien, en torno al activismo político en ciertos aspectos que algunos denominan lo políticamente correcto, lo cual hace desembocar  los procesos políticos como el proceso Constituyente chileno de 2019-2022 en una Carta Política caracterizada por su sobreprogresismo.

Se deben hacer dos aclaraciones o precisiones previas al análisis propuesto: (1) el columnista no adscribe a la corriente del Materialismo Filosófico que desarrolló Bueno a lo largo de su carrera, ni a las diferentes corrientes que se han fundado en torno a su obra a lo largo de los últimos años, y tampoco comparte las ideas políticas del autor. Aun con todo, el análisis de Bueno es útil para desentrañar no solo el texto constitucional sino también el viraje ideológico que han sufrido movimientos políticos como Podemos en España o el Frente Amplio en Chile, hacia una ola de progresismo y de decisiones de Gobierno que tienden hacia lo señalado coloquialmente como “lo progre”, derivando en actos como la redacción del Borrador reseñado. (2) El análisis está realizado por una persona que apoyó el Borrador y que reconoce que, si bien, la Constitución propuesta tenía muchos errores estructurales que debían ser ajustados o derechamente eliminados, destaca que habían contenidos y articulados con una alta utilidad práctica que habrían sido muy beneficiosos para nuestro país.

¿Qué es el mito de la izquierda y cuales son las izquierdas definidas e indefinidas para Bueno?

Las ideas plasmadas en el Borrador, al no estar adscritas dentro de un modelo completo, armónico y coherente, creó un texto largo de frases que le decían al Estado como actuar de una forma “moral o políticamente  correcta”, mas no como debe estructurarse y actuar para solucionar los problemas que se identificaban en la Carta Constitucional anterior.

En 2004, se publicó la obra “el mito de la izquierda” del filósofo español Gustavo Bueno. El autor a lo largo de la obra caracteriza el concepto de la “izquierda política” como un mito, en el sentido que señala que la “izquierda” como unidad unívoca no existe. Para Bueno es un mito oscurantista y confusionario el relacionar el concepto Izquierda con una ideología o movimiento único que se relaciona directa e inequívocamente con las corrientes marxistas, anti sistémicas o anticapitalistas entre otros colectivos, dado a que a lo largo de la historia, la realidad nos ha mostrado que a la izquierda del espectro político se han situado grandes familias o corrientes que distan entre si a la hora de definir su ideario político.[1]

Así, Bueno divide las izquierdas entre las que considera dentro de las familias de izquierdas definidas e indefinidas, en relación a un factor clave: el ideario común que dichas corrientes sugieren a la hora de estructurar el Estado, transformando el régimen u orden imperante (el “Antiguo Régimen”) e implementando un modelo ideal que representa mejor sus fines.[2] Dentro de las izquierdas definidas, el autor divide en 6 las generaciones de izquierdas que poseen una estructura de Estado definida y clara entre las que se encuentran: La izquierda Jacobina, la izquierda liberal, la izquierda anarquista, la izquierda socialdemócrata, la izquierda comunista y la izquierda asiática.[3] Desde estas perspectivas de izquierdas definidas, las cuales se moldearon en relación al espacio temporal en donde se desarrollaron, el proyecto definido que cada grupo buscó para el Estado tenía su raíz y sus consecuencias, así, solo a modo de ejemplo, la izquierda Jacobina de primera generación tenía un proyecto definido de Nación Política Republicana, contraria al antiguo régimen y al orden establecido por el Trono y el Altar, de ahí que surja de su modelo de Estado la promoción de ideas como la defensa al constitucionalismo, al Estado de Derecho, la promoción a los Derechos Fundamentales de igualdad y libertad, etc.[4]

Desde la otra vereda, los grupos de izquierda indefinida son descritos por Bueno como: idearios o incluso corrientes a los que no corresponde propiamente una definición política en el sentido estricto de sus relaciones con el Estado. Así, dichas corrientes en vez de definirse en torno a un modelo de Estado a alcanzar se definen en torno a movimientos, tendencias, religiones o ideas morales que consideran centrales a la hora de adoptar decisiones políticas transformadoras, que por diferentes razones o aristas ideológicas hacen que se identifiquen con el ala izquierda de la política, sea porque se piensa que sus postulados son afines o incluso complementarios de movimientos de izquierda definida o porque plantean un proyecto transformador que no es compatible con las ideas del conservadurismo político en sus diferentes ramas.[5]

Así, idearios políticos construidos en función de variables praeter políticas tomadas de diferentes terrenos como: las ideologías LGTBQ+, el feminismo militante, el indigenismo, ecologismo, movimientos de izquierda con base al impulso de la ciencia, el arte, la cultura o movimientos musicales, entre muchos otros podrían encuadrarse dentro de la gran familia de izquierdas indefinidas, las cuales Bueno divide en tres sub-grupos: (1) Izquierda Fundamentalista, (2) Izquierda extravagante y (3) Izquierda divagante.[6]

Más que querer resumir el contenido de la obra, ahondar en las categorías que propone Bueno o exponer el análisis del autor, creo que es necesario reflexionar en torno a la indefinición de la izquierda actual, en base a que el carácter indeterminado que tienen dichos movimientos a la hora de estructurar un Estado, crea un problema a la hora de definir la construcción de su modelo de Estado Nación Ideal, en base a que la identidad política con la que se construyen los elementos con los que van a contar los poderes nacionales se desbordan en torno a fines morales o políticamente correctos que no cubren todas las aristas de un sistema político. Así, solo por poner un ejemplo, un grupo que se define como indigenista va a velar por que se terminen las injusticias que sienten que su pueblo o pueblos están sufriendo en base al orden político imperante y va a querer regular cuestiones que atañen directamente a su grupo de izquierda indefinida, como lo sería la regulación de la ocupación de tierras, el rol de los pueblos indígenas en materia de consultas ambientales, el reconocimiento como Nación, su orden político, los frenos que pueden poner al aparato estatal al querer intervenir en ciertos aspectos o ideas como un sistema de justicia paralelo al sistema del Poder Judicial. Todos estas ideas, si bien son políticas que son completamente válidas a la hora de redactar una Constitución, al ser redactada por un grupo que se define en base a dicho activismo, hace que se cree una ideología que cree que desborda todo el aparato nacional, siendo que esta perspectiva que se puso de ejemplo no dice nada en torno a otras cosas a regular en una Nación (por ejemplo, entre muchas otras: el sistema de gobierno, el sistema de representación popular nacional, el mecanismo de formación de ley, el sistema económico, el sistema de salud, etc.).

Sin querer concentrar el análisis en una sola de estas posiciones, al hacer el mismo ejercicio con otras ideologías de izquierda indefinida que han tomado fuerza en los últimos tiempos suceden cosas parecidas, ideologías netamente basadas en los movimientos LGTBQ+ o feministas militantes se concentran en la discusión de derechos sexuales, reproductivos y el control de la desigualdad, sin cubrir muchas de las otras aristas que componen a un país, grupos como no+ AFP se definen en torno a su lucha contra el sistema de pensión imperante pero no se define en otros aspectos, los activistas de los derechos de aguas, ambientalistas y animalistas a su vez también pretenden desbordar varias aristas de la nación, pero no logran cubrir todo, dado a que se basan netamente en una política activista y así con los demás que entran en esta categoría.

¿Cómo se relacionan las ideas anteriores con el proceso constituyente chileno?

Lo explicado anteriormente nos llevaría a pensar que si los integrantes de un órgano político, como una Convención Constitucional, está integrado en gran parte por personas pertenecientes a grupos de izquierda indefinida, dicha fórmula nos llevaría a la creación de una Carta Fundamental llena de soluciones a variadas luchas sociales que parecen políticamente correctas pero que poseen dos problemas grandes: (1) al no estar adscrito a un modelo definido de Estado que solucione todos los fines en los que se basan dichos movimientos, es imposible entregar un articulado que cubra a todo de una forma perfecta, derivando de aquello, una declaración de principios gigantesca en donde parte de dichos grupos encuentran amparo a sus fines, pero (2) la Carta difícilmente van a lograr representación popular, al estar realizados por personas que apoyan irrestrictamente dichas causas, en base a que el espíritu de la norma constitucional está impregnada con los fines de un grupo de activistas, en vez de estar hecho con una perspectiva nacional, siendo incluso en algunos casos normativas de grupos que en su esencia son incompatibles pero que buscan cimentar normas en base a sus fines activistas altamente divergentes.

En Chile, la elección de Convencionales de izquierda (los cuales no cabe duda que ocuparon aproximadamente 2/3 de la Convención, pero desde diferentes movimientos tradicionales y extravagantes) se concentró más en el perfil de las personas escogidas y en la bondad de sus ideas, incluso en los panfletos de campaña, tanto de candidatos pertenecientes o no a partidos políticos con representación en los órganos del Estado, era difícil encontrar un acercamiento a un modelo de Estado Nación que deseaba plasmar en la Constitución, más bien se encontraban fines activistas a cumplir (como el fin del sistema de pensiones, la búsqueda de justicia en torno a los derechos de aguas, la promoción de los derechos reproductivos y sexuales) lo que conformó un órgano misceláneo que enfrentó a una gran cantidad de personas que tenían intenciones muy loables pero que carecían de una idea preconcebida de como capitalizar sus fines. De este ejercicio democrático surgió finalmente un ejemplo paradigmático del gran vicio de las izquierdas indefinidas, desbordando perspectivas y soluciones a problemas que son ideales para las personas que se sienten identificadas con estas políticas de lo progresista y lo políticamente correcto pero que al fin y al cabo, al no estar dentro de un modelo completo, armónico y coherente crea un texto largo de frases que le dicen al Estado como actuar de una forma moralmente correcta y no como debe actuar para solucionar los problemas que se identifican en la Carta Constitucional anterior, lo cual en gran medida creó una Constitución irregular que no dejó al ciento por ciento feliz a casi ninguna de las personas que votamos por el apruebo (tanto en la entrada del proceso como en su culminación) y que planteó algunas formulas que muchos consideramos excesivas, innecesarias, repetitivas y poco representativas, las cuales además eclipsaron contenidos que proponía la Carta propuesta para nuestro sistema nacional.

Todo esto es preocupante no solo por el resultado del proceso constituyente chileno, sino porque esta indefinición de la izquierda chilena es la evolución imperante del aparato político nacional, creciendo cada vez más las ideas de las izquierdas indefinidas, e incluso marcando la pauta de la mutación de los partidos decimonónicos de la centro izquierda chilena. El no identificar que hacer políticas solo en base a lo que se considera políticamente correcto nos puede llevar nuevamente a replicar los mismos errores que marcaron el proceso constitucional fallido que vivimos. Cabe dejar en claro, eso si, que lo nocivo para los procesos constitucionales no es la existencia misma de estos movimientos, ni la militancia o compromiso de cierto sector político con estas ideas, sino que el error que llevó a la redacción de lo resultante es el haber construido un modelo de Estado en base a estas ideas, y no haber integrado armónicamente los fines que se consideran un avance para el país a un molde sólido, simple y representativo. Así, una Carta que pudo haber creado un reconocimiento a los pueblos indígenas, se redactó con los anteojos de personas que defienden dichos derechos desde el indigenismo militante y políticamente activo, una Carta que pudo crear métodos de participación ciudadana y el impulso de la participación popular, se centró mucho más en los slogans de la democracia paritaria e inclusiva, que en las herramientas que le dan poder al pueblo, y así suma y sigue con los demás ejemplos, centrándose más las normas propuestas en representar una bandera o lucha de la forma más completa, en vez de proponer una Constitución mejor que la anterior.

Invito a los futuros convencionales o políticos que redacten la nueva Carta Fundamental, a no ponerse los anteojos de lo políticamente correcto y no redactar otra Carta Fundamental desde el ideario de la izquierdas indefinidas, incluso alejarse de querer entregar un sello ideológico innovador o moderno, solo por el hecho de ser innovador o moderno, sino más bien, integrar el corazón de esas ideas en lo que sea compatible con la discusión de modelos de Estados que cubran a todo el aparato político nacional, a armar una receta que nos de a la gran mayoría de los chilenos una Constitución representativa y cimentar el avance a una nueva era política, que no resulte en un revoltijo de ideas que suenan o parecen más justas. (Santiago, 23 septiembre 2022)

 

[1] Vid. BUENO, Gustavo (2004): El mito de la izquierda, Ediciones B, pp. 9 y ss.

[2] Cabe señalar que el autor dedica otra de sus obras a definir políticamente a las posiciones políticas de Derecha que se han presentado a lo largo de la historia en su obra El mito de la derecha.

[3] Vid. BUENO, op. Cit. pp. 25 y ss.

[4] Ibid. pp. 163 y ss.

[5] Ibid. pp.  311 y 312.

[6] Ibid. pp.  236 y ss.

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