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Relato de su historia.

Vidocq, un delincuente arrepentido, fue el fundador y el primer jefe de la Brigada Criminal de París.

«Si logro escaparme en el trayecto y regresar, esto será una prueba mi buena fe»- dijo mientras lo agarraban por los dos brazos y se lo llevaban.

20 de marzo de 2017

En una columna reciente Carlos Berbell, periodista español, cuenta la historia de Eugène François Vidocq, un delincuente arrepentido que fue  investigador y criminalista francés.
El escritor relata que en octubre de 1809 la emperatriz Josefina descubrió que un collar de esmeraldas de gran valor, regalo de su marido, Napoleón Bonaparte, había desaparecido.
Continúa Berbell, que Napoleón decidió separarse de Josefina para poder tener el heredero, con otra mujer, el heredero que anhelaba para el Imperio.
“La -razón de Estado- que disolvió el matrimonio el 10 de enero de 1810 —el primero bajo el nuevo Código Napoleónico— no impidió que Josefina y Napoleón siguieran siendo muy buenos amigos. Por ello, en cuanto la emperatriz —que retuvo el título— descubrió el robo, informó de inmediato a Napoleón”, señala el periodista en su columna.
"El emperador montó en cólera, ¿cómo era posible que a la emperatriz le pudieran robar nada, y menos un regalo que él le había hecho y que tenía en gran aprecio?, relata enseguida Berbell.
Agrega que “Fouché, que estaba informado de todo, también estaba al tanto de los éxitos de un “colaborador” de la policía, François Eugene Vidocq, de 34 años, un delincuente arrepentido que estaba probando sobradamente su eficacia al servicio de la ley. ¿Quién podría atrapar a un delincuente mejor que otro delincuente?, se dijo Fouché. Era una apuesta arriesgada, pero segura. Vidocq buscaba  una oportunidad como esta para probar su valía. Fouché le explicó todos los detalles de los que disponía sobre el robo y la descripción del collar y el interés del emperador. — Encuentre el collar cuanto antes. Será recompensado generosamente —le dijo Fouché”.
Cabe señalar, continúa Berbell, que Vidocq se solía disfrazar. “Vidocq inició su investigación adoptando uno de sus muchos disfraces. Comenzó su investigación en las tabernas y tugurios donde se reunían los delincuentes y que él conocía tan bien. No le costó mucho. Tres días después, detuvo al ladrón y recuperó el collar de esmeraldas de la emperatriz Josefina”, indica.
Napoleón Bonaparte, añade,  quedó maravillado por la rapidez y eficacia de Fouché y de “su hombre”, Vidocq —el primero de “los nuevos investigadores” de la historia de la criminalística.
Enseguida Berbell agrega en su columna que “hasta pocos meses antes, François Eugene Vidocq había sido uno de los delincuentes más temidos y buscados de Francia. También de los más aclamados por el público, porque había conseguido fugarse de todo tipo de prisiones”.
“El 1 de julio de 1809, pocos días antes  de cumplir 34 años, fue detenido por última vez. Cansado, tomó una decisión que cambiaría su destino. Pidió que le llevaran ante el prefecto (jefe) de Policía de París, Louis-Nicolas Dubois, quien, intrigado por la petición de Vidocq, accedió al encuentro. El delincuente le explicó, sin preámbulos de ningún tipo, que estaba cansado de huir y de vivir al margen de la ley y que quería trabajar para la Policía”, sostiene Berbell.
A continuación el escritor añade que “a Dubois aquella propuesta no le conmovió lo más mínimo. La había escuchado decenas de veces en otros delincuentes, y siempre había sido mentira. Miró a Vidocq detenidamente desde el otro lado de la mesa de su despacho, bajó los ojos  e hizo un gesto a los gendarmes que lo flanqueaban para que se lo llevaran. Pero Vidocq no se rindió. — Ahora me van a llevar estos dos gendarmes a prisión, inmovilizado con grilletes. Si logro escaparme en el trayecto y regresar, esto será una prueba mi buena fe —le dijo mientras lo agarraban por los dos brazos y se lo llevaban literalmente en volandas. Dubois lo miró y le dirigió una irónica sonrisa al mismo tiempo que salía de su despacho de la Prefectura”.
Finalmente, cuenta que “treinta minutos después, un Vidocq libre, ufano y orgulloso, reapareció, en el despacho del prefecto Dubois, saltándose toda la vigilancia y protección.— Prefecto, hablaba en serio —le dijo Vidocq. El delincuente arrepentido comenzó a colaborar con la Policía como confidente en el interior de la cárcel de la Bicetre desde el 20 de julio. Luego fue trasladado a la prisión de La Force. Gracias a sus informaciones se resolvieron un buen número de crímenes y de importantes delitos”.

 

Vea columna completa.

 

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