Artículos de Opinión

El decreto Amunátegui…cuando “la contienda es [siempre ha sido] desigual”.

A pesar de los avances, persisten aún las diferencias; pues hay carreras cuyo campo es completamente dominado por los hombres y otras que “naturalmente” son “para mujeres”, como aquellas derivadas de las ciencias sociales y la salud (medicina, recientemente ha incrementado su matrícula femenina, más queda por hacer en las ciencias exactas, por tanto, el impulso del cambio se vuelve totalmente necesario.

Ya se han cumplido 146 años desde que la promulgación del decreto N° 547, diera la posibilidad para que las mujeres fueran “admitidas a rendir exámenes válidos para obtener títulos profesionales[1] y permitiera así la salida de aquella destinación, por el solo hecho de ser mujer, a las labores de crianza y del hogar -como una condición natural-.

Bien cabe recordar que aquella época -marcada por las diferencias sociales, el fuerte estado conservador y la actividad agraria- relegaba a la mujer a una posición secundaria, es decir un sujeto carente de derechos. Si bien la noción de sujeto expresa a todo el orden social, la teoría feminista (de la 2da mitad del siglo XX) demuestra que ésta está configurada desde la subjetividad masculina y la mujer es “considerada como parte de la esfera privada, pero en un lugar particular: la esfera de la familia-doméstica[2]; por tanto, existía una marcada diferencia entre las labores desempeñadas por las mujeres, de crianza, manuales y artísticas, frente al trabajo que desarrollaban los hombres; basta con notar que, si bien “labor” es sinónimo de “trabajo”, es un término exclusivo de las actividades femeninas.

Fueron Isabel Le Brun de Pinochet y Antonia Tarragó -fundadoras del Liceo Isabel Le Brun y el Liceo Santa Teresa respectivamente-, quienes “cuestionaron la marginación de las mujeres en la formación técnica y universitaria”[3] e impulsaron esta iniciativa, cuyo logro permitió un reconocimiento a la mujer y la posibilidad de ésta de acceder a la educación superior, la que por cierto, no estuvo exenta de obstáculos[4].

Sin duda, esta acción constituye un paso importante en la disminución de la brecha -esa especie de “discriminación por nacimiento”, al distinguirnos entre hombres y mujeres-, visibilizando esa desigualdad estructural, cuyo origen androcentrista permea toda la sociedad.

Con todo, a pesar de los avances, persisten aún las diferencias; pues hay carreras cuyo campo es completamente dominado por los hombres y otras que “naturalmente” son “para mujeres”, como aquellas derivadas de las ciencias sociales y la salud (medicina, recientemente ha incrementado su matrícula femenina[5]), más queda por hacer en las ciencias exactas, por tanto, el impulso del cambio se vuelve totalmente necesario[6].

Por otro lado, no basta con garantizar o fomentar el acceso, luego, es importante impulsar políticas que igualen también el desarrollo profesional y ahí “el estudio de género en relación con el trabajo hoy día está enfocado hacia cómo y por qué los sistemas de género moldean las relaciones de los hombres y las mujeres con la tecnología, y por qué un mercado de trabajo de dos niveles y definido por el género resulta tan reacio al cambio”[7].

Punto importante para el avance es comprender que la diferenciación basada en características sexuales -al ser interpretaciones sociales- no es una noción que se deba mejorar, es un concepto que se debe cambiar[8]. Por eso, entender que los conceptos de género son culturales y no biológicos y que, por tanto, estos varían con el tiempo y con el desarrollo de la sociedad, es fundamental para lograr cambios sociales reales.

Parte crucial en este desarrollo, siguen siendo los movimientos feministas que impulsan la necesidad de “remirar” las estructuras sociales con una perspectiva de género y en este escenario el sistema de derechos se constituye como el marco fundamental para garantizar la igualdad y el respeto de los derechos de todas las personas, sin considerar su orientación sexual o género, con el objeto de fijar estructuras sólidas y garantías mínimas frente a los constantes cambios sociales.

Sobre este punto, bien cabe recordar que la entrada en vigencia del Decreto Amunátegui no implicó un avance automático en las condiciones educativas y sociales que rodeaban en general la experiencia de las mujeres, toda vez que persistió la brecha; particularmente, el tratamiento diferenciado en los programas educativos entre hombres y mujeres, la preexistencia de inhabilidades para que las mujeres realizaran ciertas labores o estar privadas de disponer de bienes propios, etc[9], pero si demuestra que, las regulaciones legales constituyen un elemento que contribuye a alcanzar la igualdad sustantiva en los derechos de las mujeres y hombres, pero no resultan suficientes si no se acompañan de un fuerte impulso social o permanente estado de alerta que genere los cambios en la misma dirección.

Efectivamente, han sido años de lucha y los cambios son lentos -pero están- es importante también mantener la esperanza y mirar a las nuevas generaciones, impulsar la formación de éstas desde sus primeros años, pues la educación juega un papel estratégico. Bien lo indica la Cedaw, en su recomendación general “[l]a educación, como derecho humano, favorece el disfrute de otros derechos humanos y libertades fundamentales, aporta considerables beneficios en materia de desarrollo, facilita la igualdad de género y promueve la paz. Además, reduce la pobreza, impulsa el crecimiento económico y aumenta los ingresos, brinda más posibilidades de tener una vida sana, reduce el matrimonio infantil y la mortalidad materna y proporciona a las personas las herramientas que precisan para combatir las enfermedades[10]. (Santiago, 21 de octubre de 2023)

 

[1] Decreto Amunátegui: mujeres a la universidad

[2] (D. Claudia Iriarte Rivas, comunicación personal, 31 de agosto de 2018) MÓDULO 1. Unidad 3: Derechos Humanos y Género (pp. 5-6). Universidad de Chile.

Así “La principal oposición al avance de la instrucción superior para las mujeres fue desde el conservadurismo y de la Iglesia Católica, que utilizaron espacios como La Revista Católica y El Estandarte Católico para dirigir sus ataques en contra de la iniciativa. El principal argumento de los detractores fue que la educación religiosa era suficiente para que las mujeres cumplieran su rol al interior del núcleo familiar, a través de la formación cristiana, la moralización y educación de los hijos para su desarrollo en la vida social y civil.” Defensa de la educación superior para la mujer y el “Decreto Amunátegui”.

[3] ¿Para qué se educaba a las mujeres a inicios del siglo XX?

[4] “¡había que librar tan ruda batalla contra los prejuicios y costumbres de la época no despejada del todo del ambiente colonial!” [González, M. (1928). Fiestas conmemorativas. Actividades femeninas en Chile (757). Santiago, Chile: La Ilustración].

Pasaron cuatro años desde la firma de la medida ministerial para que una mujer entrara a la Universidad de Chile. Doña Eloísa Díaz Insunza entró en 1881 a la carrera de Medicina y en 1887 obtendría su título de Médico-cirujano. Junto a ella, doña Ernestina Pérez Barahona también obtuvo su título en 1887. No obstante, las mujeres no ingresaron en masa a las aulas universitarias. Hubo años en que no ingresó ninguna (1882, 1884, 1888). Recién en 1892 recibió su título de Abogada, doña Matilde Throup, convirtiéndose en la tercera mujer chilena profesional. En suma, el proceso fue lento, pero nunca decayó. En 1919, doña Justicia Acuña Mena recibía su título de Ingeniera”. [Sánchez, K. (diciembre 2006). El ingreso de la mujer chilena a la universidad y los cambios en la costumbre por medio de la ley 1872-1877. Historia, II (39), 525-526.]

[5] Matrícula 2023 de la Facultad de Medicina: mayoritariamente femenina.

[6] Isabel Orellana: “La brecha de género en ciencias no va a disminuir sola”, recuperado de https://www.explora.cl/blog/isabel-orellana-la-brecha-de-genero-en-ciencias-no-va-a-disminuir-sola/

[7] Conway J. Bourque S. y Soctt J., (2013). El concepto de género, El género. La construcción cultural de la diferencia sexual. Título del libro (1ra ed., pp. 30). Miguel Ángel Porrúa.

También es importante reconocer que, de a poco hemos avanzado, por ejemplo, que a la fecha hay 26 mujeres que ocupan los cargos de máximas autoridades en instituciones de educación superior. Subsecretaría de Educación Superior crea la primera Red de Rectoras de universidades, centros de formación técnica e institutos profesionales. 

[8] (Antonia Santos Pérez, comunicación personal, 17 de agosto de 2018) MÓDULO 1. Unidad 1: Introducción y conceptos básicos. Universidad de Chile.

[9] [Sánchez, K. (diciembre 2006). El ingreso de la mujer chilena a la universidad y los cambios en la costumbre por medio de la ley 1872-1877. Historia, II (39), 525-526.]

[10] Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. (27 de noviembre de 2017). Recomendación general núm. 36 (2017) sobre el derecho de las niñas y las mujeres a la educación, N°9. 

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  1. Parece que estas señoras viven en la edad media, con anacronismos evidentes. Desde los años 90 que las mujeres se integraron en masa a estudiar lo que se les antojara. Que manera de buscar tribunas con temas agitados y manidos. Que aburridor.

  2. Mientras en el ámbito educacional hay parámetros objetivos -el puntaje de selección no tiene género- un espacio verdaderamente insondable está dado en el ámbito del cuidado personal de los hijos y la relación directa y regular. En el primero, poco importan las capacidades y carencias para decidir quien asumirá el cuidado personal de los hijos y, en el segundo, parece existir un derecho absoluto de la madre de permitir o no las «visitas» del padre, en que lo que señale el juez de familia pasa a ser una mera recomendación pero carece de fuerza vinculante.