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Acerca de la Ley de Solón y el caso de la prostituta Friné.

En la Antigua Grecia los hombres tenían que defenderse a sí mismos (Ley de Solón) y cuando las mujeres eran las acusadas, podían requerir el servicio de un “orador”, como es el caso de Friné.

10 de agosto de 2017

En una columna publicada hoy, los periodistas españoles Carlos Berbell y Yolanda Rodríguez recuerdan que en la Antigua Grecia estaban prohibidos los abogados por el temor de que la persona hábil en el arte de la oratoria pudiera seducir a los jueces.
Así, sostienen, los hombres tenían que defenderse a sí mismos (Ley de Solón) y cuando las mujeres eran las acusadas, podían requerir el servicio de un “orador”, como es el caso de Friné, una bellísima prostituta acusada del delito de “impiedad” (no respetar los ritos que se debían realizar por los dioses).
Explican los comunicadores que para los griegos, quienes contaban con un tribunal compuesto por ciudadanos elegidos por sorteo, el mejor sistema de descubrir la verdad entre dos personas era poniendo a una frente a la otra, dejando que cada una contara el asunto a su manera, aportando las pruebas que considerasen relevantes, sin permitir que un tercero interviniese, metodología que hoy denominamos careo.
Al jurado, recuerdan, lo denominaban Heliea y estaba compuesto por 6.000 ciudadanos, aunque normalmente sus miembros variaban según los temas a tratar. Para un proceso privado solían ser 201, pero cuando era público su número variaba de 501 a 1501, todos elegidos por sorteo.
Los periodistas creen que aquello debía ser inmanejable, pero era la consecuencia del ejercicio de una democracia libre y directa. En detrimento del sistema, aclaran, la actividad de defensa era un puro ejercicio de elocuencia por el que se trataba más de conmover que de convencer.
Y, comentan, no todos los que tenían problemas legales habían nacido con el don de la oratoria, por lo que solían contratar los servicios de los logógrafos jurídicos, antecedentes directos de los actuales abogados, quienes, tras estudiar los casos, les daban forma y redactaban un discurso que luego, sus clientes, memorizaban para exponerlo ante el jurado popular.
 

El caso de la prostituta Friné

Los periodistas relatan que la acusación contra Friné era de las más graves que se podían articular contra nadie. La prostituta pidió ayuda a su amigo y amante Hipérides -y uno de los mejores oradores del momento- para que la representara ante el Aerópago.
A pesar de que Hipérides se lo preparó a fondo y de que fue una de las mejores intervenciones de su vida, no consiguió convencer al jurado con su conmovedor discurso, que le había escrito ex profeso Anaxímedes de Lampsacus. Por ello se vio obligado a utilizar su “bala de plata”, o dicho de otro modo, el “plan B”.
Hipérides miró al jurado y Friné estaba de pie junto a él, cubierta con una vestimenta ligera. Sorpresivamente, desnudó a Friné ante sus señorías.
El impacto, destacan, debe haber sido brutal, ya que el jutado estaba compuesto sólo por hombres.
Un momento que reprodujo con maestría el pintor y escultor francés Jean-Léon Gérôme, en su cuadro “Friné ante el aerópago”, fechado en 1861, y que ilustra este artículo.
Según dice la historia, el famoso “orador” convenció al tribunal de que no podía, ni debía, privar al mundo de la belleza de Friné, que se asemejaba a la de la propia diosa del amor, Afrodita. En consecuencia -era de esperar, visto lo visto-, Friné fue absuelta.
En este contexto, los comunicadores  sostienen que  el  juicio a Friné ha inspirado a varios pintores a lo largo de la historia, empezando por el mencionado Jean-Léon Gérôme, y siguiendo por su compatriota José Frappa, con su “Friné”, de 1904, y el británico Joseph Mallord William Turner, con “Friné acude a los baños públicos como Venus”, y también a escultores de la dimensión del estadoundiense Albert Weine, autor de Friné, en 1948.
El poeta francés Charles Baudelaire escribió sus poemas “Lesbos” y “La belleza”, pensando en Friné, y el poeta y escritor austriaco Rainer Maria Rilke produjo “Los flamencos”.
El compositor y director francés Camille Saint-Saëns escribió la ópera “Friné”; el escritor, poeta y periodista Dimitris Varos y su colega polaco Witold Jablonski, por su parte, publicaron sendos volúmenes sobre la famosa etaira.
El cine también se vio seducido por la historia de la hetaira. En 1953 se estrenó la película “Friné, cortesana de Oriente”, de producción italiana y dirigida por Mario Bonnard.

 

En Roma fue donde nació el oficio de abogado

 

Asimismo, recuerdan Berbell y Rodríguez, que en el foro romano, donde se administraba públicamente justicia, hacían lo mismo que en Grecia. Fue precisamente en Roma, de la que España fue provincia, en el foro, en el aerópago romano, donde nació el oficio de abogado.
A los patricios romanos les correspondía la obligación de defender a los suyos ante los tribunales, pero el desarrollo de la ciencia jurídica llevó a encomendar a personas expertas en Derecho tal cometido.
Entonces aparecieron los jurisconsultos, que eran los que evacuaban las consultas que se les hacían sobre cuestiones jurídicas, y los “oratores”, que eran los que informaban ante los tribunales.

 

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